El triunfo electoral de Sergio Massa se tradujo en una bocanada de aire fresco para la comunidad científica y tecnológica del país. Es que, a contramano de lo que propone el candidato oficialista, los principales referentes de la oposición auguraban un futuro oscuro para el área que se ocupa de gestionar la producción del conocimiento en Argentina. Por un lado, Patricia Bullrich, a tono con lo que hizo Macri en 2018 planteaba la degradación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación a Secretaría. Por otro, Javier Milei, todavía en carrera de cara al balotaje de noviembre, ya anticipó que si es presidente privatizará al Conicet. En declaraciones recientes, su alfil Berti Benegas Lynch, incluso, redobló la apuesta y en un diálogo que mantuvo en canal A24 sentenció: “Hay que cerrar el Conicet”.
Como contracara, el oficialismo apuesta a la ciencia y a la tecnología como motor de desarrollo productivo e inclusivo. De manera reciente, gracias al empuje de legisladores propios y ajenos, no solo se sancionaron las leyes de creación de cinco nuevas universidades, sino también, se promulgó --finalmente-- la ley 27.738 que aprueba el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030. Para cerrar el cuadro general de alivio, la mejor noticia de todas: con el visto bueno de Anmat, se presentó la Arvac Cecilia Grierson, vacuna contra covid elaborada por investigadoras del Conicet y la Universidad Nacional de San Martín, uno de los principales hitos de la historia de la ciencia doméstica.
No obstante, el futuro no está definido y las propuestas del libertario causan miedo. La semana pasada alertaba sobre esta situación el reconocido geólogo del Conicet Víctor Ramos. En la distinguida revista académica Nature, el investigador del Conicet anticipaba: “La ciencia está amenazada en las elecciones argentinas” y aprovechaba para expresar su “profunda preocupación” ante un futuro oscuro. Ramos, que cuenta con varios pergaminos (entre ellos, ser uno de los investigadores locales que forma parte de la Academia de Ciencias de Estados Unidos), refería a una situación que ya se dejaba entrever: en épocas de crisis, la comunidad científica y tecnológica (los organismos de CyT del país y las universidades públicas) muestra músculo. Ya se vio en 2016 cuando el recién iniciado gobierno macrista no cumplía con el ingreso de los 500 científicos a la Carrera del Investigador Científico del Conicet, y estos realizaron movilizaciones masivas para lograr su objetivo.
Unidos ante el espanto
La reacción en cadena a nivel local tuvo ecos en los cerebros que actúan en el exterior. A mediados de septiembre, científicos argentinos en otras latitudes realizaron una declaración en defensa de la ciencia argentina. Más allá de las posiciones políticas --entre ellos se reconocen de las más diversas ideologías--, el texto aseguraba que los unía “el espanto” frente al avance de la extrema derecha y la posibilidad de que el candidato Javier Milei fuera electo presidente en las próximas elecciones. La nota colectiva fue firmada por más de 1400 graduados argentinos en universidades públicas que, en el presente, trabajan en reconocidas empresas internacionales como Microsoft o Meta. En la lista, incluso, se incluyen nombres como el de Juan Martín Maldacena, el físico nacido en Buenos Aires que, habitualmente, suena en la arena mundial como posible premio Nobel.
Pero ahora, con el diario del lunes, el escenario es otro. “Siento un gran alivio y la satisfacción de formar parte del electorado que pudo frenar al fascismo, encarado por quien se presenta como libertario pero que en realidad es un destructor de conquistas populares. Claramente ganó el modelo que privilegia el rol del Estado en la educación y salud públicas, en la cultura, en la justicia social, y en la ciencia y tecnología como motor de un desarrollo independiente”, sostiene Alberto Kornblihtt, bioquímico y referente intelectual y político del Conicet.
En la misma línea, destaca el prestigioso inmunólogo Gabriel Rabinovich: “Es una buena noticia, especialmente para los chicos jóvenes. Saber que sus proyectos tienen un futuro es importantísimo en las primeras etapas; saber que se puede contar con el apoyo del Estado. Se había generado muchísima inquietud y miedo; por eso, esto nos da una luz de esperanza. Queremos un país solidario, sin violencia, inclusivo, de libros, de ciencia, de tecnología, de futuro”, comenta quien hace tan solo un mes inauguró Galtec, la empresa de base tecnológica que recibió apoyo público y que diseñará terapias para combatir nada menos que cáncer.
“El resultado de las elecciones me hizo ver que los argentinos y argentinas tenemos un límite al desprecio por el otro, al odio, a la discriminación, a la falta de memoria. Ahora hay que redoblar los esfuerzos para que el balotaje refleje verdaderamente ese límite”, señala Andrea Gamarnik, la viróloga del Conicet cuyos desarrollos fueron claves durante la pandemia. Desde una postura optimista, el genetista Marcelo Rubinstein comenta con lucidez: “No tengo ninguna duda de que la diferencia en la segunda vuelta será muchísimo mayor aún, por lo que para mí lo que sucedió el domingo, más que un alivio fue una confirmación de que los argentinos somos un pueblo maduro y que si bien venimos acumulando muchos años seguidos de dificultades tenemos bien claro por dónde no se debe ir nunca más”.
Más ciencia, más universidades
En contraposición a los discursos que plantean que la salida es achicar el Estado y ajustar áreas prioritarias como educación, ciencia y tecnología, en el último tiempo, el Congreso ofreció respuestas en otra dirección. Este lunes, se promulgó la ley que establece el Plan de Ciencia y Tecnología 2030. De esta manera, el país convierte a la producción de conocimientos en política de Estado, y la blinda con independencia de lo que pueda suceder con los gobiernos de turno. Al pasar por el Congreso, la iniciativa adquiere legitimidad y se promueve un sector que no puede depender de los caprichos de ningún signo político. En 2023, incluso los gobiernos “de derecha” apuestan por el trabajo de los científicos y las científicas.
El Plan 2030 tiene el objetivo de fomentar las agendas de investigación, desarrollo e innovación a tono con las políticas nacionales y busca dar respuesta a las demandas de conocimiento que emerjan a la lo largo y a lo ancho de la nación. Ubica a la biotecnología, la nanotecnología, la energía nuclear, la transición energética, la ciencia de datos y la industria del software como algunos de sus ejes fundamentales, y también aborda temas sociales como educación, seguridad, justicia y pobreza. En definitiva, que el conocimiento científico pueda ayudar a resolver necesidades de primer orden.
La segunda estocada que dio el Congreso fue la sanción de las normas que crean las nuevas universidades nacionales. Ezeiza, Pilar y Delta (ubicadas en Buenos Aires), Madres de Plaza de Mayo (en CABA) y Río Tercero (en Córdoba) se unieron al listado que hoy componen las 57 instituciones de educación superior, para ampliar la oferta de estudios superiores a lo ancho y a lo largo del territorio. Una lógica que se contrapone con la exhibida por la oposición en los últimos años. Todavía resuena la desafortunada frase de la exgobernadora María Eugenia Vidal en 2018: “¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la Provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?”.
Tanto en el caso del Plan 2030, como en el de la sanción de las nuevas casas de estudio, el rol de los legisladores del oficialismo y los acuerdos logrados con miembros de la oposición resultaron fundamentales. Un diálogo que, de cara a los próximos 30 días, deberá dorarse a fuego lento pero sostenido.