El periodista Mariano Obarrio -del diario La Nación- reinició hace unos días una cruzada en contra de lo que denomina "lista sábana". Es decir, en contra de ese "leviatán" electoral que cual monstruo moderno concentra todos los males de la política y la democracia y sirve para cualquier empresa. Obarrio promueve abandonarla por el sistema uninominal y afirma sin rubor que en "todos" los distritos del país, incluso "en Tierra del Fuego", se eligen candidatos a diputados nacional con "lista sábana".
Técnicamente la lista sábana (horizontal) es la que incluye a candidatos de varias categorías de cargos "pegados" entre sí (Presidente, Gobernador, Intendentes) y que genera lo que se conoce como efecto arrastre. Obarrio en realidad se refiere a la lista "bloqueada y cerrada" o "lista sábana vertical" donde se supone se conoce al primero y segundo candidatos y no a los siguientes. Los especialistas consideran que hay "lista sábana" cuando existen más de 9 o diez candidatos. No cuando hay dos o tres.
Por eso se desinforma cuando se afirma que en "todos" los distritos incluso, en "Tierra del Fuego", se vota con lista sábana. Falso: en estas elecciones primarias más del 60% de los diputados nacionales (15 de los 24 distritos) se eligen en el país por listas pequeñas: entre dos y tres diputados (incluido Tierra del Fuego que elige 2). Córdoba y Santa Fe, están al límite: eligen 9 diputados y sólo Buenos Aires lo hace con listas de 35 diputados y CABA de 13.
La propuesta de adoptar el sistema uninominal merece algunas precisiones: éste organiza el territorio dividiéndolo en unidades, llamadas circunscripciones, para elegir un representante por cada una de ellas. El candidato más votado, sin importar por cuántos votos, se consagra vencedor. Por eso es un método considerado mayoritario. Fue el sistema instaurado aquí y en el mundo basado en el modelo liberal del Siglo XIX: con partidos políticos de "notables" y sufragio censitario, con cuerpos electorales pequeños y relativamente homogéneos. Durante el siglo XX la universalización del sufragio y la democracia electoral promueven la participación política, surgen los grandes partidos de masa, y los cuerpos electorales son amplios y heterogéneos: había que representar a sectores e intereses diversos y por ello surge el sistema de representación proporcional con listas con varios candidatos para cubrir un número importante de cargos y en donde se otorga representación a cada partido político en proporción a los votos obtenidos.
El sistema uninominal tiene a favor la simplicidad y la publicidad, es decir, el grado de conocimiento de los candidatos por los ciudadanos. Pero a su vez, no asegura dos principios fundamentales que necesitan de una lista que no sea unipersonal: el pluralismo político que permita las distintas expresiones partidarias y cierto grado de proporcionalidad que refleje las preferencias políticas de la sociedad y que éstas manifiesten la correspondencia entre votos y bancas obtenidas.
Muchos son los temas que merecen debatirse. Pero el problema de toda reforma política es precisamente, político, no de teoría jurídica, financiera y menos de tecnología. En este sentido, el Gobierno Nacional y muchos comunicadores poco informados debieran abandonar la idea del voto electrónico de retroceso en todos lados e ir hacia el sistema más usado en el mundo: la boleta única papel (al que se le puede agregar cierta tecnología en el conteo y transmisión de resultados) y que se ha implementado con éxito en Santa Fe y Córdoba.