Simón Saieg quiere saber de qué trabajaba el abuelo, no entiende cómo vivió siempre sin el dato, pero el celular que está usando es prestado: “Llamé a la mamá de Esteban Lamothe”. Marca los números de a uno y la suya, desde Mendoza, le cuenta: vendía electrodomésticos. El hombre, de apellido Pascual, de joven tocaba el saxo; de grande, ya casi ciego, quiso aprender guitarra. Les pidió a Simón y al hermano que lo acompañaran. Compró dos criollas: una más chica para ellos y una más grande para él. Juan, el mayor, iba a piano y canto y se adaptó mejor. Simón fue poco y nada: las clases no son lo suyo. Tampoco funcionaron con él la escuela ni el violín, aunque aprendió bastante. A los once, ya había visto la película de The Wall; estaba dibujando mucho y la madre creyó que sería un buen estímulo: “Ahí fue que conocí Pink Floyd, que es mi banda favorita en el mundo, no hay nada que me guste más que Pink Floyd, es demasiado para mí, es inexplicable”, dice a los 20 años.
Estos últimos dos, la vida de Simón Poxyran, como lo conocen todos, fue una montaña rusa. Pasó de ser público y amigo en camarines, a componer y liderar una banda con tanto futuro que aterra. De vivir con el cielo cerca, la naturaleza a mano, a tener un tercer pie en Buenos Aires. “Cuando me enteré la secuencia de mi papá, esa semana agarré la guitarra que estaba tirada en mi casa. Ahí dije ‘no puede ser tan difícil hacer una canción’. Y me puse a grabar temas en el celular. Algunos re sensibles, otros re chotos, y dije ‘listo, tengo un disco, lo voy a subir a Internet’. Antes con Lucca habíamos grabado un tema, que fue el primero de Perras on the Beach, ‘La Playa’. Pero yo sólo escribí la letra. Está la versión del disco y la del 2015, que es un poco más tranca. Después Perras mutó a algo mucho más hardcore, grunge. Después fue lo del celular y ahí quise tocar la guitarra. Fui a buscar la de mi abuelo porque estaba mucho más cuidada que la nuestra. La otra todavía la tenemos, está llena de stickers como la mía, pero re baqueta. La gente dice que es difícil hacer canciones, pero para mí es re fácil. Es como que vienen de la nada, te puedo hacer una ahora, acá. Es como mi manera de sacar, no sé, si no canto estaría muerto. O ya me habría vuelto loco, si no hubiera hecho algo con todo eso”.
Sigue: “Había muchos otros nietos, pero como que mi hermano y yo éramos los que no hacíamos deporte, los hijos de padres artistas. Mi papá era joyero. Lo más loco es que mi apellido en árabe significa joyero. Con mi mamá se conocieron en la plaza Independencia, que es la plaza donde están todos los artesanos de Mendoza. Mi mamá empezó a hacer joyas con él. Ahora evolucionó y tiene una marca, le va re bien. Pero música ellos dos, nada. Mi papá dicen que cantaba re afinado, yo no me acuerdo. Y mi mamá también canta afinado. Y escuchan alta música. Mi papá escuchaba alta música, mi mamá escucha alta música. Serú, Charly, Pedro Aznar, el Flaco. Pero todo eso a mí no me gustaba. Yo no sé qué querría escuchar, Mambrú, si era un bebé. Después llegué a todo eso, pero solo. Encontré un disco de Charly, Clics Modernos sí o sí, y dije ‘loco, esto es increíble, qué capos mis viejos’.”
Mejores amigos
En 2008, cuando tenía trece, Juan Saieg armó la banda Usted Señalemelo con sus mejores amigos, Lucca Beguerie y Gabriel Orozco. Simón y Bruno, el hermano menor de Lucca, estaban siempre con ellos. Se conocieron cuando Simón tenía once y Bruno ocho. Se juntaban y hacían películas con juguetes, con una cámara de tres megapíxeles de un celular. O mientras Usted Señalemelo ensayaba, se iban a otra sala y probaban instrumentos: la casa de los Beguerie también era un estudio de grabación. “Ni siquiera sabíamos lo que era el porro y ya estábamos tocando ‘Fuego’. No sé por qué. Otros temas también, pero esos fáciles de tres acordes. Bruno después tuvo su banda de punk rock, se llamaba Castor Miope. Era frontman. Cuando armamos Perras, los chicos de Usted Señalemelo también lo necesitaban, porque por ejemplo el Cocó, cuando era chiquito tocaba la batería. Después empezó a tocar la guitarra, porque el padre es Tilín Orozco, que es guitarrista de folklore, y ahora su instrumento es la guitarra. Pero cuando dijimos ‘vamos a armar una banda para hinchar las pelotas’, Cocó quiso tocar la batería, entonces Lucca agarró la guitarra. Era un juego. Y mi hermano recién se había comprado un sintetizador zarpado y lo usó por primera vez para grabar en el disco de Perras. Ahora se compró otro. Mi hermano está re cebado”.
Con dos discos editados, Usted Señalemelo está en pleno ascenso y este año tocó en el Lollapalooza. Pero a la edición anterior, todos fueron como público. Cuando tocó Tame Impala, un recital que a Simón le cambió la vida, que lo hizo dejar la escuela y querer vivir adentro de una banda. En 2016, Perras on the Beach tocó, literalmente, todos los fines de semana. En livings, garages, bares y salas. A mitad de año, al tiempo que lanzaron el debut Chupalapija, se presentaron por primera vez en Capital, en el lado B de Niceto, invitados por Zuker (eran amigos por Messenger; Simón canta en un tema de Poncho). “Nosotros pareciera que de la nada tocamos en Cosquín, pero te juro que no. O sea, fue un proceso muy rápido, pero nos hicimos de abajo. Parece que no, pero no sabés cómo nos hicimos de abajo. Ni siquiera pasábamos cachet, nada, tocábamos por una pizza. Para mí posta era una banda para tocar en casas de amigos”. El repertorio principal de Perras son los ocho temas de Chupalapija, pero la obra se amplía todo el tiempo en You Tube, y los demos también son parte del vivo: “Todo se está construyendo”, dice Simón.
La revelación de la montaña
Este verano fue la tercera edición del festival de música emergente El Primer Color en San Martín de los Andes. Perras on the Beach estaba programada a las nueve de la noche el primer día. Parecían ser la revelación de la montaña, ya rankeando en la revista mendocina Zero con fuerte retrato: todos de vestido y labios pintados. Al frontman era imposible no mirarlo esa tarde en la plaza, tan alto y delgado, ahora con el pelo platinado, vestido con un conjunto estampado militar. Revoloteaba, se reía fuerte, tomaba cerveza: se estaba divirtiendo. Después, Perras subió a tocar y Simón le dedicó el tema “Municipálida” a la municipalidad de San Martín. La letra completa dice: “Maldita municipalidad, otra vez no me dejan estar re loco en una fiesta. ¿Qué voy a hacer? Si no hay nada en esta puta ciudad. Me voy a matar. Voy a romper el vidrio de Capital. Policía, además te portás muy mal”. El detalle fue que este festival se organiza con apoyo gubernamental, por eso la actuación de Perras desató un pequeño escándalo. Hubo repudio público del subsecretario de cultura. Les dijeron que les iban a suspender las fechas en Villa La Angostura y Cosquín Rock.
“Terminamos de tocar y me vino a bardear mucha gente. Yo estaba muy borracho y dije un montón de cosas que no me di cuenta, y es verdad, había familias, era otra secuencia. Pero como Perras es así, yo estaba confundido, ¿por qué trajeron a esta banda, qué querían que hagamos? Me pusieron en duda mi cerebro. Al otro día me levanté con una resaca muy turbia y había noticias en los diarios del sur sobre el problema con la banda Perras on the Beach. Ahí dije ‘no, se terminó mi carrera’. Bah, ‘me cagaron la vida’. Y no, al final no. Pasó eso y vino como una avalancha de cosas”. La fecha en La Angostura finalmente se hizo, pero les hicieron firmar un compromiso de no decir malas palabras ni hacer apología a las drogas. Los movieron a último lugar y avisaron por parlantes que el show a continuación era solo para mayores. Pusieron a dos policías a custodiar abajo. “Se habían descartado todos, quedaban los que nos habían ido a ver a nosotros. Empezamos: ‘Hola, nosotros somos Perras on the Beach y nos gusta el... Nuestro disco se llama Chupala...’ Y yo calladito re Beatle. Los policías no sabían qué hacer”. La fecha en Cosquín en realidad nunca peligró: “Ellos sabían lo que estaban llevando”. La persona que los invitó los había visto en el festival Nueva Generación de Córdoba y les dijo que tenían que ir sí o sí (no pertenecen al sello, ni a ninguno, pero buscar el rockumental de Triple RRR sobre esta presentación: es muy hermoso).
Hablar de amor
“Nosotros no hablamos del porro para hacernos los drogadictos, porque yo al porro ni siquiera lo considero una droga. Una planta que puede crecer en el patio de tu casa no es una droga. Si el amor fuera ilegal criticarían nuestros temas que hablan del amor. La vida es muy corta para andar planteándose tantas giladas”, dice el bajista Bruno Beguerie desde Mendoza. Perras on the Beach se prepara para dar su primer recital ATP en la ciudad. Hacía rato este sector de fans lo venía reclamando: “Yo creo que es muy siglo 20 que un pibe no pueda disfrutar de un recital. A un recital vas a consumir algo mucho más importante que un porro, que es música. Si querés tomar cerveza y fumar porro tenés miles de alternativas para hacerlo”. Bruno, de 17 años, también tiene un canal de You Tube; ahí es Runo Kawasa, aunque lleva más de un año sin subir contenido. Uno de los videos se llama El sistema educativo y sus cagadas y es penosamente actual. “Desde siempre supimos que los pibes se iban a tener que ir”, dice sobre la partida de Juan, Lucca y Cocó de Perras on Beach, para seguir concentrados en Usted Señalemelo: “Ellos están haciendo una carrera con mucha seriedad y con otra conducta”.
A Simón le costó más hacerse a la idea, y un poco se deprimió cuando ya era un hecho. “Sentía que era un problema y no me daba cuenta de que era un momento zarpado. Porque era como desprender eso y poder verlos a ellos del lado en que los veo ahora, y que ellos nos vean a nosotros del lado en que nos ven ahora. Y ahí dije ‘ya fue, voy a hacer un disco solista a ver si puedo hacer algo distinto’”. En marzo, cuando Perras ya tenía programada su última presentación con la formación original, lo grabó en la habitación del hermano, con su asistencia y la del fabuloso Luca Bocci. Estuvo una semana sin bañarse, la que tardaron en hacerlo. Lo llamó SAIEG y es una obra lenta y profunda de 16 minutos. Con samples de Charly, Mac de Marco, algún trap, suena joven, herido, oscuro y también suave, poeta de calle entre el desamparo y el amor: “No voy a cantar si no hay de qué hablar. Solo voy a abrir la boca cuando haga falta. No voy a bailar si amor no hay. No voy a perder el tiempo en cosas sin sentido. No voy a flashear si drogas no hay. Voy a divertirme solo como cuando era chico. Y otra vez voy a ir a comprar un Camel 20 para ir a fumar con mis amigos”. En abril fue la despedida en una fecha histórica de los Martes Indiegentes de Niceto, donde también tocaron Usted Señalemelo y Las Cosas que Pasan.
Los nuevos Perras son Ignacio Laspada en guitarra y Fabricio Foresto en batería, otros amigos de Mendoza. “Ahora necesitamos alguien que toque el sinte, porque no tiene que ser tecladista, tiene que ser algo más. Perras no tiene que dejar de ser un juego, tiene que tener esa intención la persona que sea, una conexión”, dice Simón. Pero desde julio vienen tocando de a cuatro y las canciones se sostienen. Tienen la fuerza para meterse en la vida del escucha como clásicos prematuros. Hacen sentir la intensidad de lo cotidiano: transforman la situación más nimia, la melodía más simple, en un rulo de neura eléctrica y aturdidora. Cuentan un mundo de horas significativas, donde no dan ganas de dormirse para no perderse de nada, y es todo un acto ir a comprar cigarrillos, tomar un helado, fantasear con un país desconocido. Cuando “Un Montón” plantea casi a ritmo de ukelele una situación amorosa tan infantil: “Es gracioso pelear con vos porque no es en serio cuando te peleo”. Y luego se convierte en ese Hulk desgarrado y dice: “Lo que es verdad es cuando vos me mirás. Piel con piel, acostados otra vez mirando el techo”. Puede llegar como el viento de un presente o la brisa de un pasado, pero se lo podrá sentir: la energía de la juventud extrema, su pasión exagerada, su honestidad brutal.
Perras on the Beach toca el domingo 10 en Niceto Club en fecha ATP, y en la segunda jornada del Festival BUE, la que cierra Gorillaz, el 16 de diciembre.