Parecía que todo había que ir a buscarlo afuera. En esa época estudiaba en un conservatorio y cuando podía tomaba clases particulares con algún músico. Pero, muy a pesar de salvadas excepciones, en esa primera etapa de formación todo indicaba que lo realmente valedero, importante y bueno vendría de afuera, de otro lado. No estaría de más mencionar que esta historia sucedió a finales de los años noventa. De todos modos, los discos y cassettes de mi madre y sus relatos sobre Atahualpa Yupanqui y Mercedes Sosa operaban un poco contra ese mandato. Pero sucede que en la adolescencia escuchar a la madre... bueno, ya sabemos. 

No recuerdo exactamente cuándo ni dónde tuvimos esa charla, porque a Seba Monk más allá de los encuentros familiares y de ir a escucharlo a sus conciertos me lo cruzaba de casualidad siempre y por cualquier lado: paseando por Adrogué, en algún recital por Capital, en el Bar La Esquina o en Riviera viendo/sufriendo la poca fortuna de nuestro querido Huracán, esperando el tren en la vieja estación de José Mármol cuando todavía tenía el andén al ras del piso, en librerías, disquerías, videoclubes. Esas confluencias espontáneas eran la alegría misma, charlábamos de cualquier cosa y nunca dejaba de ser interesante y divertido. Uno de esos días me habló de un montón de músicos argentinos pero muy particularmente de uno. 

Nunca nos llevamos bien la tecnología y yo. Lo intentamos, nos dimos varias oportunidades, tratamos de entendernos, de esperarnos pero lo nuestro no funcionó. La cosa es que ya en esa época era más que necesaria para, por ejemplo, conseguir  los discos de este músico del que me habían hablado maravillas. Encontrar esas grabaciones en el conurbano sur de aquel entonces era muy parecido a lo imposible. Por suerte ya habíamos comenzado nuestras aventuras musicales con Seba Dorso, que asumió el rol de conseguir ese material y lo logró. Así llegamos a tener unos compact copiados de vinilos que empezaban a sonar con el ruido de la púa. Ahí adentro estaba la música de Raúl Carnota con Eduardo Spinassi y Rodolfo Sánchez. Y nos volvimos locos, claro. 

El primer tema que sonaba era “Grito santiagueño”, pero todos los temas son tremendos. Me resulta muy difícil poner en palabras todas esas sensaciones y emociones al escuchar esos discos. Los temas, la voz de Carnota, esas versiones de maravilla y las composiciones imbatibles, las letras, cómo tocan y cómo suenan, hicieron que a partir de ese momento el camino a seguir fuera ese. Ahí sonaban Raúl Carnota y Suna Rocha y Memoria adentro: recuerdo poner los temas muchas veces, tratar de captar todo, luego solo la guitarra, el piano, la percusión, no me quería perder nada. Son sutiles, tienen fuerza, son sofisticados y puros, complejos, sencillos, auténticos, actuales, tenían y tienen todo. Ese trío era la locura. Hay más músicos y otros instrumentos, todos suman, aportan y enriquecen.

Así llegaron los tiempos de ir a escuchar a Carnota a donde sea, en ese tiempo tocaba solo. Esas presentaciones eran una fiesta.  

Una vez nos enteramos que Eduardo Spinassi haría un ciclo también solo pero al piano, en este caso. Fuimos con Seba Dorso y salimos fascinados. Pudimos hablar con él y gestionamos telonearlo, así lo conocimos y luego tocamos juntos varias veces temas de aquellos discos. Era un placer sacarlos, estudiarlos y desgrabarlos. Fue uno de los primeros referentes con los que tocamos en trasmitirnos buena onda con nuestra música cuando recién arrancábamos. Súper generoso, dispuesto, humilde y siempre increíble a la hora de tocar. 

Hace poco hicimos un concierto con Carlos “Negro” Aguirre y Eduardo vino a escuchar. Habíamos  estado hablando de él y de esos discos esa misma tarde, lo invitamos  para que se sume a los bises y la rompió. A veces al contar la admiración para con estos músicos y la posibilidad de tocar o compartir con ellos alguno te dice: claro, es como si tocaras con... y te nombra a un gringo que llena estadios, que se disfraza de que todavía es joven y que vive en un limbo. Pero en mi opinión no es así, de hecho muchas veces esas comparaciones están muy lejos de estar a la altura artística y humana de estos músicos. 

Pasaron los años y con un poco más de camino recorrido tuvimos la suerte de compartir conciertos con Raúl. El primero fue el mismo día y casi a la misma hora del Argentina-Perú de las eliminatorias, de la lluvia torrencial, del gol agónico y del festejo de Maradona. Nosotros en una peña vivimos sensaciones y una felicidad a esos niveles de intensidad. En otras oportunidades hubo espacios para charlar un poco, recibir sus palabras y algún consejo.

Raúl Carnota es uno de los principales responsables de que yo me dedique a esto de la música, el guitarrear y hacer canciones, (otros son los Sebas antes mencionados) y por esto también le (les) estaré eternamente agradecido.


Marcos Monk es músico del barrio de José Mármol. Junto a Seba Dorso editó los discos Los Tiempos de empezar (2011) y Un Segundo (2014). Con este proyecto ha tocado y compartido escenario con Caetano Veloso, Gilberto Gil, Juan Falú, Raúl Carnota, Carlos “Negro” Aguirre, Carlos Moscardini, Eduardo Spinassi y muchos otros. En 2016 realizaron la gira Al otro lado del mundo que abarcó ciudades de España, Francia, Suiza, Alemania y Bélgica. Actualmente vive en Parque Patricios, prepara el tercer disco del dúo y un grupo nuevo llamado La Chucha Bravaza con el que se presentará junto a La Coca Moscatelli en Landa Sabaris, plazoleta Azopardo 53 en Alte. Brown el 2 de septiembre a las 18.