Es una de las máximas exponentes de la música tradicional portuguesa: el fado. Sin embargo, nadie que conozca su trayectoria internacional podría negar que en su identidad también habita un carácter porteño, bien ganado desde que realizó su primera visita a la Argentina y ofreció su primer concierto en Buenos Aires, hace ya veinte años. 

Nacida y criada en Oporto, y radicada actualmente en Lisboa, Mísia es recibida con elogios en los escenarios más importantes, pero siempre siente la necesidad de volver a la que define como “la ciudad más misiana del mundo”, para reencontrarse con su público, un rito que compartió ayer y repetirá hoy a las 20 cuando pise el escenario de la Ballena Azul, en el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151). 

En el primer encuentro, Mísia interpretó temas de Para Amália, disco doble que grabó en 2015, al que define como un “regalo” para la icónica fadista Amália Rodrigues, mientras que el segundo concierto lo reservará para la presentación de su más reciente trabajo, editado en 2016: Do primeiro fado ao último tango (Del primer fado al último tango), una selección que reúne los 40 temas más significativos de su discografía. Realizada para celebrar sus 25 años de carrera, la recopilación incluye un repertorio de fados, boleros y tangos, en el que comparte pista con otros cantantes como Martirio, Maria Bethânia e Iggy Pop. 

Promotora de un nuevo estilo de fado, y hacedora de un cancionero en el que conviven poéticas de los más variados autores con ritmos y sonoridades propias de otros géneros, la artista lusa no siempre cosechó aplausos, y en sus comienzos tuvo que enfrentar las críticas del público más conservador pero también de los más progresistas que escuchaban con recelo un género aún asociado en ese tiempo a la dictadura de António de Oliveira Salazar. “Tuve que crear un público propio en Portugal, que hasta ese momento no existía”, recuerda. 

En un presente muy distinto, en el cual la música nacida en los barrios populares lisboetas vive su momento de mayor difusión y reconocimiento, Mísia dialoga con PáginaI12, desde su casa en Lisboa, sobre sus nuevas presentaciones y su especial relación con el público argentino, al que volverá a cantarle esta misma noche.    

–Vuelve una vez más a Buenos Aires, lugar con el que sostiene tener una historia de amor. ¿Cómo se gestó este     vínculo? 

–En Lisboa digo que Buenos Aires es la ciudad más “misiana” del mundo, porque estando del otro lado del mar ha demostrado una fidelidad increíble conmigo. Hace veinte años que voy, y el público tiene una generosidad indiscutible. He hablado de esto con otras compañeras mías, incluso con Maria Bethânia, y estuvimos de acuerdo en que, si bien la gente de América Latina es muy efusiva, no hay público como el de Buenos Aires.   

–En esta nueva visita interpretará canciones de su disco Para Amália, con el que rindió homenaje a Amália Rodrigues. ¿De qué modo influyó ella en su carrera?

–Amália Rodrigues es la referencia más fuerte para mí, porque ha sido la más grande cantante de fados, y ha difundido el género en el mundo. Después de 25 años de hacer mi propio camino, me sentí preparada para hacer un trabajo dedicado al repertorio amaliano, y fue un disco muy bien recibido, que no es un homenaje oficial, sino un regalo casi personal que le hice a Amália. Pero ella no es mi única referencia, desde luego. Mis otras grandes referencias son mi madre, que era bailarina, y mi abuela, que era actriz y vedette de burlesque. 

–Otro de los trabajos que presentará es su último disco Del primer fado al último tango, en el cual realizó una selección de 40 temas que significan un recorrido por sus 25 años de carrera. ¿Con qué criterios eligió el repertorio?

–Siempre hago los discos para mí, rezando –aunque sea una agnóstica, no practicante– para que al público le gusten, porque nunca grabo pensando en qué es lo que va a vender, o en qué le gustará al público, sino que hago lo que yo siento en ese momento. Pero creo que este es el primer disco que no hago sólo para mí, y la selección la hice pensando en que tenía que mostrar un poco de cada tipo de material con el cual he trabajado, producto de la relación que he tenido con otras culturas. Por eso hay tangos, boleros e incluso una canción turca. Me gusta encontrar signos de mi cultura en otras culturas, porque encontrar en el otro algo nuestro, y viceversa, es esencial. 

–En alguna entrevista ha revelado que no suele escuchar sus discos, pero para realizar esta recopilación ha tenido que escuchar su discografía completa. ¿Qué encontró en ese proceso de retrospección?  

–En los primeros discos mi voz estaba demasiado limpia, y a mí no me gustan las voces muy limpias, ni muy perfectas. De todas maneras, me encontré con un repertorio extraordinario, del que me siento orgullosa, gracias a la complicidad y a la generosidad de los mejores poetas de Portugal. 

–Usted comenzó a cantar fado en 1990, cuando éste era un género mal visto, asociado a la dictadura de Salazar. ¿Por qué se embarcó en ese desafío? 

–Nací en Oporto, pero entre los 16 y los 20 años viví en Barcelona, de donde eran mi abuela y mi madre, y eso produjo que se hiciera más presente mi identidad portuguesa y que me diera cuenta de que me gustaba muchísimo el fado. A los 17 o 18 años ya cantaba en las casas de fado, no como profesional, sino como amateur. Tenía muy claro lo que quería hacer, y empecé a contactar a grandes poetas y músicos, pero fueron casi ocho años de una travesía en el desierto, donde debo decir que no fui muy bien tratada en mi país, excepto por una élite. Me convertí entonces, sin quererlo, en una fadista de élites, de minorías, pero eso no era lo yo que quería. Ahora los tiempos se han dado vuelta, y el fado está de súper moda, aunque eso hace que se corra el riesgo de que se banalice. Hay que estar atentos para que esto no ocurra, porque si  la música se banaliza, se le quita el alma, la esencia, la poesía, y se transforma en una fórmula.

–¿A qué atribuye esa masificación? 

–Creo que se produce porque hay un interés también por el país. En particular, Lisboa está en un momento extraordinario, con un gran poder de convocatoria para los turistas y los emprendedores inmobiliarios. Evidentemente, cuando la gente se interesa por la ciudad, también se interesa por su cultura, y no sólo por viajar y pasar sus vacaciones. Se vive un momento muy distinto al de mis comienzos, donde las editoriales musicales me decían: “No cantes fado. Canta otra cosa”, y mis amigos me preguntaban: “¿Por qué quieres cantar fado?”. Pero ha pasado el tiempo, y éste pone todo en su lugar. El recuerdo del fado utilizado por la dictadura, y la derecha, para transmitir la idea de un pueblo pobre, limpito y feliz, ya es algo lejano, y el hecho de que el género se haya declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad también ha ayudado a que tenga visibilidad. 

–¿Cómo define al fado?

–El fado que mejor conozco es el que habla de la vida, de la muerte y de las emociones y los sentimientos más fuertes. Es un género que habla de las grandezas, de las miserias, de la fragilidad y de todo aquello que refleja lo que somos en esta tierra. El fado no es triste, sino algo profundo, que te hace preguntas, y es un lugar desde donde mirar a la vida, frente a frente, sin huir.  

* Las entradas gratuitas para el show de Misia pueden conseguirse en la boletería hasta dos horas antes de la función. A su vez, los conciertos se transmitirán en vivo por la web: www.cck.gob.ar