Con alegre sorpresa, y alivios y alarmas, se votó el domingo y 48 horas después cabe anotar conclusiones esperanzadoras que, a primera vista, desbarrancaron los severos peligros republicanos que, hasta los recuentos, ensombrecían a millones de compatriotas.
Después que ofreció y revoleó ofensas a los cuatro vientos, el Gritón Despeinado, como lo llama esta columna, ahora dice querer a la Sra.Bullrich como Ministra de Seguridad. Y hasta dice que convocará a Bregman.
Todo lleva a calificarlo como oportunista todo terreno, y evidencia la nula seriedad de sus parrafadas y gestos delirantes. Pruebas cercanas a la evidencia de que el tipo está de la nuca, o en el mejor de los casos confundido a extremos de locura.
Esta columna estima, como obvia consecuencia de tanto dislate, que no seguirá adelante. No sería raro que renuncie y se vaya. Sería coherente con su disparatada elocuencia y los modos exhibidos.
La política no es moco´e pavo, y en la historiografía universal sobran caídas de locos y dictadores. Más de un reino y/o república conoció derrotas estrepitosas cuando los subsuelos morales se degradaron a la par de pérdidas de salud mental.
Quedan dudas, claro, y este columnista confiesa temor respecto de la necesidad y urgencia de acceder a dólares, o sea a fondos que permitan recuperar al pueblo y a la nación. Porque esta república es independiente, sí, pero sobre todo en teoría. Y es un hecho sabido que toda nación, todo pueblo, no puede competir ni liberarse cuando el poder está afuera, o concentrado en pocas manos mientras la situación local es dramática más allá de los buenos augurios que implica el retiro de un sujeto estrambótico y ridículo que, concedámosle algo, vino a sacudir el árbol de la democracia. Pero de donde también cayeron los frutos más duros, se ve ahora, sobre su cabeza de idiota que agita la fronda discurseando sin sentido.
Lo cierto es que la economía deberá cambiar radicalmente. Es insostenible una conducción del Banco Central como la del Sr. Pesce, que no favoreció ni un solo día, ni una sola hora, al pueblo argentino. Y de igual modo hay que decir, y reconocer, que el grado de concentración de la economía argentina es un corsé insoportable. Porque, dígase de una vez, las riquezas de este país están en manos de unas pocas decenas de personajes y corporaciones, la mayor de las cuales, la internacional de la Roca Negra, ya es hoy la dueña y todos los saben, de por lo menos un tercio de la República Argentina.
Dicho sea lo anterior para recordar y subrayar que, se diga lo que se quiera, nuestro amado país –desquiciado también por cipayos propios mil veces malditos– hoy ya no tiene grandes posibilidades de recuperación. Por más que, claro, sacado del medio el delirante GD, al menos podemos, como pueblo, empezar a respirar un aire todavía impuro, pero que es tarea de la vida democrática limpiar y recuperar.
También andan por ahí y juegan papeles de reparto, catervas de economistas serviciales de patrones multinacionales. Por caso el Sr. Melconian, que viene ofreciendo programas al boleo como haría un vendedor de naranjas (agrias en este caso), o el inefable Sr. López Murphy que se despacha con frases provocativas, necias tamaño baño, como se lee en sus diarios amigos.
Por suerte quedan algunos sensatos en el radicalismo, claro que demorados porque vienen de años de extravíos clasistas, resentimientos al cuete y olvidos de sus más grandes próceres: Hipólito Yrigoyen, Arturo Illia, Raúl Alfonsín, por lo menos. Pero mejor que refloten, y es claro que también a esto, paradoja suprema, habrá que agradecérselo al GD, candidato delirante que venía a romperlo todo y a reivindicar, con dama milica al lado, a la peor especie humanoide nacional, o sean los torturadores y asesinos a los que quizá su segunda de fórmula siga visitando en cárceles, único lugar que les corresponde.
Y en todo lo opuesto, y como mejor expresión de esperanza, al menos en opinión de esta columna cabe destacar el notable triunfo de Axel Kicillof en la mayor y más poblada provincia de esta república, donde ganó por paliza y encima, para sorpresa y contento de quien esto firma, reafirmó su compromiso con la soberanía sobre el Canal Magdalena y el Río Paraná, hoy internacionalizado y que habrá que recuperar en los 1.400 kilómetros que nos corresponden. Y que el gobierno del Frente de Todos –todo hay que decirlo– rifó imperdonablemente.
También por eso habrá que ver cómo se llevan con quien todo indica casi seguro Presidente Massa. Serenos, prudentes, firmes en sus convicciones patrióticas (si es que también el Sr. Massa las muestra, cabe esperar), a ambos les tocará ser ejecutores de las urgentes reformas democráticas y conceptuales que hacen falta. Y donde como bien señaló Martín Granovsky en este diario la noche misma del urnazo que cambió el horizonte político nacional, "Buenos Aires fue la barrera contra Milei y sacudió al país entero". Enhorabuena por ello.
Lo cierto es que la fuerte remontada electoral que decidió la voluntad mayoritaria del pueblo argentino, arrojó, sorprendentemente, una distribución de bancas inesperada y entusiasmante, como bien se recontó en las páginas de este diario la misma noche de los cómputos.
Todo eso es para tener en cuenta y, ojalá, para cifrar la esperanza. Más allá de claroscuros severos que persisten. Y que aconsejan celebrar nada, por ahora. Porque la ardua democracia argentina se parece sólo a sí misma. Y en ese espejo se ve clarito el país que hemos venido siendo desde por lo manos Alfonsín para acá. Un campo minado, cuna de traiciones, miserias, corrupciones y, en esencia, entregas de soberanía.
Poco más para completar estos apuntes: la excelente campaña electoral de Leandro Santoro, quien al menos abrió una puerta importante: no toda la Capital Federal es irremediablemente gorila. Y aquí la afirmación es conscientemente provocativa, porque esta columna no cree que se haya terminado la grieta, como dicen muchos. No, la grieta está viva. Los recalcitrantes antidemocráticos están vivos. Agazapados, pero activos. Por eso el discurso de Milei no dejó ni por un segundo de ser antidemocrático, amenazante, autoritario. Tan torpe y grosero, incluso, que habiendo recibido casi el 30% de los votos de todo el país, no sólo no moderó su tono provocativo, sino que redobló amenazas en claro estilo de bestia fascista.
En síntesis, y era hora, ésta parece una mejor semana. No es poco. La democracia hoy está levemente mejorada. Y es claro que apenas estamos en el comienzo de un camino, pero pinta mejor y eso se nota. Ahora faltan varias cosas: mayor participación popular. Mejor control popular. Y que el próximo gobierno haga lo que hay que hacer: Soberanía, Malvinas, nacionalizar bienes naturales y tanto más.
Y es claro y es obvio que todavía hay que llegar al 19 de noviembre. El Gritón Despeinado todavía, al menos en plan teórico, puede descontar y de hecho sigue siendo una amenaza, porque encarna, nos guste o no, a un tercio de la ciudadanía que no tiene idea de lo que hacer; que está desconcertada y entonces tira la bronca como puede y puede mal, y dice y canta cualquier cosa, y cree y quiere creer también cualquier verdura. Que eso es resentimiento puro y hay que entenderlo y, desdichadamente, llamarlo por su nombre y bancarlo democráticamente. Ya hubo de esto en la historia argentina: sin ir muy lejos así ganó Menem, explotando desencantos.
Y un último apunte, a modo de sutil guiño para cierre de esta nota: ¿Han observado quienes leen estos apuntes que a Cristina, en el recuento, casi no se la mencionó? Como si no existiera. Pero sí existe. Y no es de callar.