Desde París
La camiseta con la serigrafía de Brigitte Macron, la esposa del presidente francés Emmanuel Macron, se vendió más que las de Beyoncé. A finales de junio, los diseñadores suecos de H&M la crearon para la boutique Weekday, en París. Pensaron sacar provecho de un fenómeno visto como pasajero sin adivinar que este se iba a prolongar porque Francia vive bajo el encanto de lo que ya se llama la “Brigitte manía”. Una suerte de fervor popular por una mujer cuya historia personal con el actual presidente esquiva todas las convenciones y los retratos preparados para cocinarse con microondas. Ello tiene una lectura y un valor político que los comunicadores presidenciales no desperdician en un momento en que el mandatario electo en mayo ha caído estrepitosamente en los sondeos de opinión. El relato romanesco es todo un diseño en si mismo. El tiene 39 años, ella 64, y se casaron luego de que ella fuera su profesora en el liceo. Emmanuel Macron era un perfecto desconocido. La gente lo descubrió a él y a su esposa Brigitte en 2014 cuando lo nombraron Ministro de Economía de la soporífera presidencia del Socialista François Hollande. En 2016 renunció a su cargo y, en apenas un año, Macron armó un movimiento, En Marcha, y con él derrotó a todo el patrimonial sistema político francés.
Victoria atípica, pareja atípica (foto), relatos nuevos, esquemas consabidos rotos, todo concurre a que la Primera Dama ocupe un lugar al que ninguna otra mujer de presidente llegó, y ello sin hablar una sola palabra de política. Brigitte Macron es un ícono de cuyas bondades sirven tanto a los semanarios y a la televisión como a los estrategas políticos. ¿Qué representa realmente en términos de imagen para valer tanto? Nathalie Rozborski, directora general del gabinete de estilo NellyRodi, lo resumió así al diario Le Parisien: “la primera dama encarna un modelo a seguirse: el de la nueva feminidad, chic, moderna, activa. Sonríe, se muestra bien consigo misma y con su edad. Es una mujer solar que federa porque es transgeneracional. Las más jóvenes se dicen ‘si nos parecemos a Brigitte vale la pena envejecer’. Para las otras, hay como una forma de revancha. No es la jovencita en pareja con un viejo. Resulta gozoso ver a un lobo joven con una mujer madura. Brigitte Macron emite signos extremadamente positivos hacia todas las generaciones”. Macron y Brigitte son, además, la antítesis de la pareja formada por el presidente norteamericano Donald Trump y su esposa Melania Trump. Con ambos en la presidencia, Francia invirtió la pirámide de la diferencia de edad. Ella es más grande que él. Una forma de contra cultura de la pareja se instaló en lo más alto del Estado sin que se trate de un montaje diseñado de antemano como táctica de seducción de las opiniones públicas.
Durante la campaña electoral y luego de que Emmanuel Macron ganara en mayo de este año la presidencia, las acotaciones y ataques sexistas y misóginos fueron legión. Las groserías se concentraron en ella, en su edad y en la diferencia de 25 años con su esposo. Se podían leer y oír comentarios como “La abuela en el Palacio presidencial”, “la primera abuela de Francia” o “La Barbie jubilada”. A Brigitte Macron no le hizo falta mucho tiempo para dar vuelta a la opinión pública hasta convertirse hoy en ese icono de muchas cosas que trascienden lo político. La primera dama de Francia es un arma de seducción masiva cuyo alcance superó en mucho el que se le buscó dar a la esposa del ex presidente Nicolas Sarkozy, la modelo y cantante Carla Bruni. Hay que reconocer una persistente originalidad francesa en este tema de las esposas de los mandatarios. El ex presidente François Mitterrand (1981-1995) tenía dos familias: la oficial con su esposa Danielle y una clandestina con Anne Pingeot, quien vivía con él en el palacio presidencial junto a la hija de ambos, Mazarine. Nicolas Sarkozy hizo de forma intencional que su vida privada fuese un argumento público. Su campaña electoral la llevó a cabo junto a su esposa, Cecilia, pero luego de la victoria se separaron. Durante su mandato (2007-2012) conoció a Carla Bruni, con quien se casó en 2008 y tuvo un hija. Pese a los animosos esfuerzos, los Sarkozy nunca lograron que ese matrimonio y la popularidad de Carla Bruni tuvieran un eco decisivo en la sociedad. La historia de François Hollande es una película media torcida. Luego de separarse de su compañera y madre de sus 4 hijos, la política Ségolène Royal, Hollande ganó la presidencia junto a su nuevo amor, Valérie Trierweiler. Hollande nombró a Ségolène Royal Ministra de su gobierno pero, durante el mandato, se enamoró de otra mujer, Julie Gayet. El entonces presidente, con un estilo grosero y en lo que apareció como un acto de humillación pública, terminó echando del palacio presidencial a Valérie Trierweiler. Julie Gayet nunca apareció en los retratos “oficiales” pero la relación persiste. Valérie Trierweiler se vengó luego del oprobio sufrido con la publicación de un libro, “Gracias por este momento”, en el cual hizo pedazos la figura de François Hollande. Muchos analistas conjeturan que esa ejecución pública de su mujer le costó el voto femenino y terminó cavando la tumba de su popularidad.
El pasado 18 de agosto, Brigitte Macron, ofreció una entrevista a ese clásico que es la revista Elle. Erin Doherty, directora de la redacción, la describe como “un personaje de novela”. En la entrevista, la esposa del presidente se burla incluso de esa diferencia de edad tan comentada y vapuleada: “en el desayuno, él llega con su frescura y yo con mis arrugas”, dice Brigitte Macron. Frescura y arrugas aliadas dieron un batacazo político histórico en un país en donde el mundo político se renueva cada siglo, donde los partidos y la Asamblea estaban llenos de telas de arañas hasta que Macron y su narración escrita en tiempo real trastornaron la fábula que dejó fuera del tiempo del poder al Partido Socialista y a la derecha de Los Republicanos, ambos propietarios absolutos de las transiciones políticas. Más allá de la propia aventura política, Brigitte Macron se ha vuelto híper popular e icónica porque la pareja que forma con el mandatario es un atentado contra los “valores” de la idiotez globalizada por los medios y los esperpentos tan populares y vacíos como todas esas lindas / lindos, cantantes o modelos jóvenes, llenos de belleza y tecnología que sirven a la perfección las causas del mercado. Como lo comentaba el sociólogo francés Gilles Lipovetsky en el semanario L’Express, hay una suerte de “gratitud de las mujeres ante Emmanuel Macron”. Seguramente, los genios de la manipulación entrarán ahora en acción para capitalizar al nuevo “icono” cuya historia personal rompió todas las normas del biempensante mundo.