La periodista Mariana Moyano, quien falleció a los 54 años tras sufrir un accidente doméstico, dedicó muchos años a la investigación de la proliferación de las agresiones verbales y descalificaciones en la política y la virtualidad. Apasionada por las redes sociales, en su libro Trolls S.A.: la industria del odio en Internet (Planeta, 2019) la ex integrante del panel de 6,7,8 analizó la figura de los "trolls" y los "discursos de odio".
"Las redes necesitan del enojo", sostenía Moyano. en una entrevista con Andrés Valenzuela para Página|12, donde explicaba que en Internet se denomina “troll” al usuario que irrumpe en una conversación para desvirtuarla y arruinarla. Son personajes que cuyo poder creció a la par de la presencia de las redes sociales en la cotidianeidad.
Entonces explicaba que muchos trolls eran pagos y habían sido entrevistados para su libro, y que las redes sociales operan como nuevo territorio político y merecían atención y comprensión de sus reglas y dinámicas. “¿Por qué un infiltrado en una manifestación sigue siendo algo condenable y un infiltrado que va a molestar en un debate en la red no? ¿Qué característica tiene cada escenario que hace que en un lugar molesta y en otro sea parte de la lógica de funcionamiento?”, planteaba.
Entre todas las funciones de los trolls, Moyano destacaba el de instalar temas como si fueran una preocupación genuina, y provocar miedo y tensión en las redes. “El troll quiebra al usuario argumentativo. Generan una cosas muy heavy políticamente, que es la autocensura, donde pensás dos veces antes de decir algo porque sabés que van a salir a lincharte", sostenía.
Respecto al concepto de "discursos de odio" sostenía que era una cuestión relevante en tiempos de creciente violencia institucional, pero aclaraba que no toda expresión de odio es un discurso de odio. La diferencia, explicaba en una entrevista con la periodista Rosario Radaelli en Página|12, radica en que éste último se trata de una construcción narrativa que justifica la eliminación de determinado grupo social como única salida ante determinado fin.
Y agregó que en estos casos es clave remitirse a la prueba penal: probar la construcción de un discurso de odio, es decir, la justificación para la eliminación física de un grupo social, es infinitamente más complejo de lo que parece. “Básicamente, porque a diferencia de lo que se cree, no se trata de gente hablando. Un discurso social es una construcción entre tres: quien emite ese discurso, lo dicho y un tercero, que es la interpretación. Entonces no es una persona que dice una frase, sino una construcción social”.
En ese contexto, respecto al intento de magnicidio a Cristina Fernández de Kirchner, Moyano opinaba que la política había llegado tarde a la discusión de cómo tratar o prevenir este fenómeno. “No podemos comprender cómo pasó, no es que hay un malo que se despertó y le quiso disparar a Cristina. Haya o no una organización por detrás, es algo que viene de hace mucho tiempo, y la sorpresa de muchos es por no haber querido ver lo que venía pasando. Que a la política le sorprenda habla bastante de lo poco que conocen la sociedad en la que estamos viviendo”, sentenció.
Y expresaba que el problema se encontraba en el énfasis de los análisis, que seguían enfocados en "la calle" y no "en el territorio digital". "De hecho, en la causa que investiga el atentado contra Cristina Kirchner muchas pruebas o indicios son posteos en redes sociales. ¿Qué estaba haciendo la política? No los servicios de inteligencia ni las fuerzas de seguridad, la política: sigue mirando los medios en lugar de las redes sociales, entonces cree que la disputa está ahí", explicaba.
Y continuaba: "Lo que ven de los medios es el final del camino, pero antes hubo un proceso de organización en redes sociales. En Estados Unidos tomaron el Capitolio, ¿por qué no iba a pasar algo así en Argentina?”.