En la localidad de Cruz de los Milagros, provincia de Corrientes los campos de frutillas y vacas criollas de las productoras de la Asociación Mujeres de la Tierra lindan con uno de los tantos brazos que extiende el Río Paraná, el Río Santa Lucía que también da nombre a una localidad cercana. Pero este río se fue vaciando. Con las pocas lluvias que hubo se recupera un poco el caudal pero casi siempre está seco. Un río menos, ¿qué significa?
Patricia Galarza es nacida y criada en Cruz de los Milagros, un pueblo rural de no más de 1800 habitantes. Su día arranca a las 6 de la mañana, mirando si hubo alguna parición, si hay un nuevo ternero. Después de mimarlas con un poco de afrecho con sal saca a pastorear sus vacas. Al mediodía les da agua; antes no era necesario, iban a tomar directo del río y las aguadas. Estos animales pastorean en un paraíso de monte nativo en donde abundan el niño rupa -como le dicen al cedrón del monte en Corrientes- con su perfume a azahar, las glandularias, esas flores rojas, violetas, blancas y árboles que son un tesoro como el Palo de Víbora, el Coronillo y el Timbó. Mientras paseamos las vacas, Patricia nos señala una familia completa de monos carayá. Todo en su monte, todo protegido por las familias campesinas, al cuidado de hombres y mujeres que habitan los territorios en armonía con la naturaleza.
A tan solo 40km de la Capital Federal vive Denis Marlen Fernández Chincha. Su producción es “chiquita”, dice: acelga, rúcula, lechuga. El verano pasado esa verdura de hoja se quemó, la tierra se agrieto y no hubo riego que aguante la falta de lluvias y las temperaturas extremas. El agua de los ríos subterráneos, las napas, se vaciaron en plena pampa húmeda. En agosto, al revés de lo que pasó en el verano, las mismas lechugas se ahogaron literalmente bajo las lluvias que inundaron el cinturón hortícola platense. Cuando el agua se fue, a los días nomás, las verduras empezaron a pudrirse.
Sabina Ramírez vive hace 40 años en el Paraje Ytacora y es miembro de la Cooperativa Comandante Andresito perteneciente a la Federación Campesina Guaraní. Su pueblo pertenece al departamento de Mercedes, territorio vecino a la zona denominada Esteros del Iberá -aguas brillantes, según la traducción del guaraní. Cuando le pregunto sobre los cambios que está viendo me cuenta “que el río Miriñay, que va para Colonia Pellegrini y alimenta también a la gran laguna del Iberá, estaba seco y hasta se pasaba de a pie, con estas lluvias los arroyos crecen pero como alimentan a los ríos enseguida bajan. Bienvenida sea esta lluvia para los animales que necesitan, sobre todo para nosotras las familias campesinas. Cuando yo era chica con mis padres nos dedicamos a la huerta, ahora con el sol caliente es difícil tener huerta todo el año, de diciembre a marzo es imposible.”
En esta campaña se escuchó a uno de los candidatos que continúan en carrera, Javier Milei, argumentar que el cambio climático no existe. No hace falta en este artículo mencionar todos los datos e informaciones avaladas por organismos de Naciones Unidas que hace más de 30 años están afirmando que el cambio (crisis le decimos nosotras) climático existe y el modelo económico es responsable. Preferimos compartir las voces de estas mujeres que lo viven, en sus campos y en sus cuerpos.
Las mujeres rurales y campesinas de la Asociación de Mujeres de la Tierra también tenemos propuestas. Se trata concretamente de salir a reforestar nuestro país, recuperar el monte nativo que el modelo de soja, monocultivo, hambre y muerte se llevó. Argentina es el segundo foco de desmonte de Sudamérica, después de Brasil. Es el Programa de Forestación Popular y Producción de Nativas para la Biodiversidad. Nuestro estado es responsable de haber hecho desaparecer una porción importante del Gran Chaco hermano del Amazonas. Plantar árboles y que sean nativos tiene que ser política de Estado y agenda tanto para los sectores populares del campo como de la ciudad. Los árboles no solo bajan hasta 10 grados la temperatura en el lugar, también neutralizan los gases de efecto invernadero que para ellos son su alimento, equilibran la llegada y la ausencia de agua de lluvia, son hogar y alimento de numerosas especies nativas y nutren nuestra cultura popular y belleza natural siendo inspiración para cuentos, poemas y canciones.
Desde el Programa de Forestación popular se vienen plantando solo este año más de 1000 árboles en distintos barrios del conurbano bonaerense junto a organizaciones populares y trabajadoras del Programa Potenciar. La Matanza, Ezeiza, Berazategui, La Plata, son algunos de los distritos en los que se realizaron talleres sobre que significa el desmonte y el cambio climático en la vida del pueblo, en el precio de los alimentos, en nuestra calidad de vida y en la desconexión que vivimos en ausencia de la naturaleza. además desde la organización producimos esos mismos árboles y construimos una Red de productoras de plantas nativas en todo el país mediante la que generamos economía y fortalecemos autonomía entre las mujeres de los sectores populares.
Denis, agricultora del cordón hortícola platense y miembro del equipo del Programa me confiesa: “A veces sueño con dejar la quinta, es que cada vez que queremos producir pasa algo, pero dijimos que no porque es lo que sabemos hacer, es nuestro ingreso”. Me pregunto si con otras posibilidades, acceso a la tierra y políticas públicas que mitiguen los efectos del cambio climático Denis y su familia dejarían su lugar.