EL RAPTO - 7 PUNTOS
(Argentina/2023)
Dirección: Daniela Goggi
Guion: Andrea Garrote y Daniela Goggi
Duración: 95 minutos
Intérpretes: Rodrigo de la Serna, Julieta Zylberberg, Jorge Marrale, Germán Palacios y Andrea Garrote.
Estreno en salas.
El salto de papá fue una de las grandes sorpresas literarias de 2017. Escrito por el periodista Martín Sivak (el mismo de la biografía de Evo Morales Jefazo), el libro propone una apasionante cruza de investigación histórica, ensayo y memoir para abordar la figura de Jorge Sivak, que además de empresario y banquero de inclinaciones comunistas es el padre del autor. Sus más 300 páginas, al igual que los mil documentales familiares filmados a lo largo de la última década, significan la posibilidad de reconstruir una ausencia, de responder algunas de las preguntas que aquel chico devenido escritor no pudo hacer en su momento.
Sivak vendió los derechos para hacer la película a Paramount+, pero su hermano menor interpuso un recurso legal con reparos sobre el respeto a la intimidad. Imposible saber cuánto de ese cruce jurídico condicionó el curso creativo de la adaptación a la pantalla grande. Lo cierto es que El rapto tiene un parentesco muuuuuy lejano con su material de origen, al punto que, de no ser por la leyenda “inspirada en…” que aparece en los créditos finales, sería casi imposible encontrar el linaje en común.
La última película de directora de Abzurdah (2015), El hilo rojo (2016) y la serie María Marta: El crimen del country (2022) –que llega a la cartelera comercial luego de exhibirse en los festivales de Venecia y San Sebastián, y poco antes de su aterrizaje en el streaming– deja de lado la esfera íntima y la búsqueda de contornear a un hombre que abrazaba poco y vivía tironeado entre los mandatos y su cosmovisión, entre su ideología política y los desafíos del contexto. A cambio, apela a la forma de un thriller dramático concentrado en único hecho narrado en el libro y en cómo sus consecuencias desarman la corteza de un hombre cada vez más cerca (literal y metafóricamente) del abismo. Poco después de volver del exilio al que los Sivak estuvieron obligados por la persecución de la última dictadura militar, Jorge sufrió el secuestro de su hermano, puntapié para el desbarajuste económico de la empresa financiera con negocios inmobiliarios que timoneaban junto a su padre, y que terminaría con la quiebra.
Todo es alegría en el avión que trae de vuelta a Buenos Aires a Julio Levy –todos los nombres fueron cambiados por obvias razones–, a su esposa (Julieta Zylberberg) y sus hijos. Dado que no tiene trabajo, el plan es volver a la financiera junto a su hermano Miguel (Germán Palacios) y su padre (Jorge Marrale). Todo cambia cuando, a la salida de la oficina, dos encapuchados metan a Miguel en un auto y lo secuestran. La banda pide un rescate. Julio (un engordado Rodrigo de la Serna) entrega el dinero después de recorrer media Buenos Aires atendiendo teléfonos públicos y siguiendo pistas, pero de Miguel, ni novedades.
Un nuevo llamado reclamando más billetes, y otra vez nada. A medida que aumenta la angustia en su núcleo más cercano, Julio debe enfrentarse a los agujeros del vacío. Vacíos emocionales, pues su cuñada (Andrea Garrote, coguionista junto a la realizadora Daniela Goggi), sobrinos y él mismo están en un terremoto del que no pueden salir, y también financieros, ya que el dinero para los rescates fallidos sale de las arcas de la financiera, obligando a dibujar los libros contables. Ni siquiera sus contactos con las altas esferas del poder lo ayudan. Por el contrario, lo sumergen aún más en la arena movediza que pisa, todo un síntoma de cómo la política de la época condiciona las acciones de El rapto.
Porque al ambiente festivo del reencuentro se opone el reacomodamiento en las tinieblas de quienes habían oficiado como engranajes del aparato represivo en los operativos, la por entonces llamada “mano de obra desocupada”, que ante la falta de trabajo puso su expertise al servicio de secuestros y delitos extorsivos. Sí, El rapto es tangencialmente “otra película sobre la dictadura”, como también lo era El clan, pues el sustrato no es otro que las complicaciones posteriores a diciembre de 1983 y la atmósfera viscosa que se respiraba en las calles y en las oficinas públicas. Una viscosidad que de la Serna transforma en el yunque que lo apisona, que lo lleva hasta un límite que, una vez que lo cruce, no podrá volver.