El Chapecoense es un modesto club del sur de Brasil, ubicado en el interior del sureño estado de Santa Catarina. Para los argentinos, el club ganó renombre el año pasado, cuando derrotó a River en el partido de vuelta por los cuartos de final de la Copa Sudamericana, aunque no le alcanzó para avanzar a semifinales, y había reforzado su imagen de verdugo luego de dejar este año en el camino a Independiente, en octavos de final, y a San Lorenzo, a quien eliminó en semifinales la semana pasada para meterse por primera vez en su historia en una final internacional, que debía jugar con Atlético Nacional de Medellín, ciudad hacia la que el plantel se dirigía en el vuelo charter que se desplomó en la región de Antioquia.
Con un largo historial en las categorías de ascenso del fútbol brasileño, apenas dos años en Primera División le alcanzaron al “Verde del Oeste” para ilusionar a su gente con la posibilidad de levantar la Sudamericana. No estaba nada fácil el camino. De hecho, no iba a poder definir la serie en su propia cancha porque la Conmebol exige que las finales se jueguen en estadios con capacidad para 40 mil espectadores, requisito que no cumple el Arena Condá. 
Esta era su dimensión de club pequeño, formado de la asociación de dos clubes del fútbol amateur brasileño en 1973, cuando un grupo de hinchas y deportistas del Atlético Clube Chapecó y de Independente Futebol Clube decidieron unirse y formar la Associação Chapecoense de Futebol. La idea de la fusión generó un gran entusiasmo en la ciudad de Chapecó, que cuenta con unos 200.000 habitantes. 
El éxito le llegó de grande. Tras un período de crisis, en 2006  Chapecoense ganó la Copa Santa Catarina y un año más tarde se coronó en el campeonato estadual. Con cuarenta años de vida, en 2013 Chapecoense volvió tras 35 años a jugar en la Serie A del Campeonato Brasileño, tras una campaña en la que cosechó una efectividad del 83,3.  
El entrenador Caio Junior decidió este año reforzar el equipo como hombres de experiencia internacional como el ex Atlético de Madrid Cleber Santana, fallecido en el accidente. La clasificación a la final de la Copa Sudamericana era un premio justo, un derecho ganado con una sólida actuación como local frente a San Lorenzo. Los jugadores de Chapecoense partieron rumbo a Medellín con una gran ilusión a cuestas. No llegaron. El destino se les impuso por goleada. Chapecó, sus hinchas, sus familiares, sus amigos, el mundo entero del fútbol, lamentan este desenlace y se unen en un mismo grito: ¡Dale campeón!