Algunos datos tranquilizan, son los que representan el vaso medio lleno:

  • Argentina sigue en el quinto lugar en la tabla de posiciones, pero ahora junto a Chile. La caída ante Paraguay hizo que los chilenos queden con +2 de diferencia de gol contra +1 de Argentina. La distancia se achicó.
  • Tiene dos partidos seguidos como local accesibles, Venezuela, mañana y Perú, en octubre.
  • La tabla muestra que recibió sólo 14 goles, sólo superada en ese aspecto por Brasil (14).

Otro datos preocupa y vacían el vaso: 

  • Tiene sólo 15 goles a favor (escaso promedio de 1 por partido) y sólo supera en ese aspecto a Bolivia (13). Hasta Venezuela (17) hizo más goles que Argentina. El equipo que tiene como tridente de ataque a Messi, Dybala e Icardi y que antes tuvo a Agüero e Higuaín, futbolistas que se cansan de mandarla a guardar en sus respectivas ligas, dispara con balas de fogueo.

Los primeros en prestarle atención a los números son los integrantes del cuerpo técnico y los jugadores. Atento a ello, en el Centenario, cuando se enteraron que Paraguay le estaba ganando 3 a 0 a Chile, cerraron un trato tácito en esa especie de audiencia de conciliación que se venía celebrando en el mítico escenario. Y atento a la falta de gol es que Sampaoli ha decidido poner el acento en la búsqueda de variantes ofensivas para generar espacios que abran la posibilidad de ampliar las situaciones de gol. Parece simple: más lugares vacíos es igual a más llegadas, más situaciones de gol, más goles. Argentina necesita imprescindiblemente ganarle a Venezuela y si fuera posible marcar más de una vez para mejorar la diferencia de gol que es lo primero que cuenta en caso de empate en puntos para definir un lugar clasificatorio. El asunto es cómo. Porque los venezolanos (tal como lo hicieron los uruguayos y antes otros rivales) se van a meter atrás, van a formar una doble línea de cuatro y van a especular con una rápida salida en contraataque. Venezuela no está en la pelea por la clasificación, pero no se va a exponer a cambiar golpe por golpe, con el riesgo de sufrir una goleada. 

El entrenador argentino va a meter un cambio obligado (Mascherano por Mercado, suspendido) y planea otros dos tácticos: Lautaro Acosta por Acuña y Banega por Pizarro. Acosta va a moverse por la derecha y procurará quebrar al rival con gambeta. desborde y centro atrás, a ras del piso. Banega, como volante interior, aporta limpieza en el trato de la pelota y la posibilidad de asociarse con Messi, quien, en Montevideo, volvió a padecer el síndrome de la ausencia de compañía que lo obliga a resolver cada jugada por su cuenta. Lo que se necesitan son más paredes como esa que enhebraron Messi y Dybala en el primer tiempo, como muestra minúscula de lo que se podría. Y Banega ha demostrado en otras ocasiones que puede resultar un muy buen socio para el 10 del Barcelona. También se necesita patear más al arco, cuando los caminos parecen infranqueables por el medio. Dos veces probó Argentina ante Uruguay desde lejos (remate de Biglia, apenas alto y tiro libre de Messi, desviado por Muslera) y eso también es muy poquito si se considera que el equipo tuvo la pelota casi todo el tiempo en su poder.

Manejar el balón, toquetearlo en el fondo propio de lateral a lateral una y otra vez puede ser útil si lo que se quiere hacer es conservar un resultado, pero no sirve si lo que se pretende es ganar. Además, tanto toqueteo al límite puede llegar a provocar un error decisivo (estuvo a punto de ocurrir en un pase atrás de Messi en Uruguay).

Si el equipo de Sampaoli le gana a Venezuela y se ve beneficiado por otros resultados (Colombia puede perder con Brasil, Chile con Bolivia y Uruguay con Paraguay) podría darse el caso de quede segundo en la tabla de posiciones con medio pasaje en el bolsillo.

Pero más allá de especulaciones de esta naturaleza, lo fundamental es que el equipo encuentre variantes ofensivas (cambio de ritmo en tres cuartos, desborde, mejor manejo de la pelota parada, remates de media distancia) y no se dependa de una genialidad de Messi. No es sencillo, ya se sabe. No hay demasiado tiempo de trabajo, se necesitan acomodar muchas piezas y se precisa la humildad suficiente para no creer que los tres puntos están ganados de antemano. Es muy factible que lleguen naturalmente si se levanta el nivel futbolístico, si Icardi recibe más juego, si Di María deja de tirar centros con el rival encima, si Dybala se enchufa y a Messi lo acompañan un poco.

AFP
Fútbol tenis entre Messi-Di María por un lado y Dybala-Icardi por el otro.