Dos caimanes asoman sigilosos desde la fuente de los señoriales jardines del Museo Nacional de Arte Decorativo, que ocupa el antiguo palacio de la familia Errázuriz - Alvear. Más allá, otro caimán apenas deja ver sus tintineantes ojitos. Son las enigmáticas esculturas que Marcela Cabutti hizo en la coqueta fuente en la que sumergió 120 mil bolitas de rutilante azul. Los caimanes van al rescate de su congénere, sujetado con fuerza por un niño.
Estamos en Se va el caimán, se va el caimán… de Cabutti, quien expuso en Milán, Madrid, Noruega, Roma, Turín y en distintas ciudades de Argentina, y que en esta edición del Salón Nacional obtuvo el primer premio adquisición por su video performance El sonido de la piedra.
Cabutti crea desde obras monumentales, que ya son un sello de la city (como Pasionaria en Puerto Madero) hasta frágiles piezas de cristal. Exuberantes flores fuera de escala, una exótica fauna de seres antropomorfos, organismos detenidos en el tiempo, insectos, murciélagos y colibríes gigantes habitan su deslumbrante e inagotable cosmos. La artista dio vida a una nueva especie de luciérnagas y libélulas hechas con cristal de Murano, metales y sistemas eléctricos. Investigó y creó con aire y luz: primero objetos de plástico inflable; luego de cristal traslúcido. Con cristal soplado, hizo fascinantes Gotas gruesas, Paisajes infinitos, Besos, Lluvias negras y Geometrías del cielo y otras que encarnan formas del amor. Y ahora, piezas de una síntesis exquisita que avanzan por los jardines del Museo Nacional de Arte Decorativo.
Diseñado en 1911 por el arquitecto René Sergent, este ex palacio de estilo neoclásico francés fue la residencia de la familia formada por Josefina de Alvear y Matías Errázuriz Ortúzar. Tras vivir una década en Europa, el matrimonio adquirió una valiosa colección de arte europeo y oriental (la mayoría integra hoy el patrimonio del museo). En 1936, el estado nacional compró la casa y las colecciones: un año después se creó el Museo Nacional de Arte Decorativo, que hoy tiene más de 6 mil objetos, que incluyen desde esculturas romanas hasta creaciones artesanales de platería contemporánea.
Hay piezas de artes decorativas europeas y orientales, esculturas y pinturas de los siglos XVI a XIX. Entre las piezas destacadas, figuran un conjunto de miniaturas europeas de los siglos XVI al XX, un óleo de El Greco, tapices del siglo XVI, una escultura de Auguste Rodin y un reloj de bronce (regalo de boda para los reyes Luis XVI y María Antonieta).
Achille Duchêne, llamado el príncipe de los jardines, estuvo al frente del diseño de los jardines del palacio. Rodeada de arbustos y rosales, se encuentra la fuente de los cisnes, donde llegaron a haber decenas de aves: una de las atracciones principales del jardín. Un camino de naranjos y cipreses lleva a una segunda fuente más pequeña: la de las tortugas. Con sello de los jardines clásicos franceses, hay senderos, escalinatas, estanques y bancos. En la entrada, reciben a los visitantes unas figuras antropomorfas geométricas con reminiscencias mayas y aztecas realizadas por Cabutti.
Sobre la pieza escultórica que Cabutti seleccionó para intervenir la fuente central, Larisa Mantovani, curadora de la exhibición, escribe: “La obra ideada por el escultor francés Mathurin Moreau forma parte de una serie dedicada a los continentes y esta pieza en particular refiere a una alegoría de África. Realizada por la fundición Val d’Osne, que tenía casa de ventas en París y también en Buenos Aires, este y otros diseños podían solicitarse a pedido por catálogo; su potencial múltiple abre la pregunta por los sentidos que genera en cada lugar en que se la emplaza. El contenido político e incluso colonial que subyace a esta temática queda endulzado por el hecho de que se trata de obras de arte decorativo que embellecen jardines y fuentes. El objetivo de la artista es desenmascarar esa operación que a primera vista parecería ocultarse”.
En esa fuente en la que Cabutti puso 120 mil bolitas azul deslumbrante habita un cuestionamiento. “La pregunta clave que me hago es si de alguna manera los elementos decorativos no endulzan cuestiones políticas o de contextos que también implicaban una especie de colonización. No se hacían esculturas o fuentes que tuvieran que ver con la realidad latinoamericana, sino que eran fuentes diseñadas por un artista europeo, con temáticas que no correspondían a la época porque la temática de la africanidad es bastante reciente en sus estudios en Argentina”, señala la artista. Y suma: “Me parece interesante que los Errázuriz – Alvear construyeron esta casa pensando en que el día en que ellos no estuvieran iba a ser un museo. El título de la canción 'Se va el caimán' es un tema musical popular que se conoce en Latinoamérica. Vinculé esta canción popular a un museo que está conquistando su propio público, un museo cuyo origen no ha sido popular y me parece que todos estos programas que activan el patrimonio permiten no sólo ver el patrimonio desde lo contemporáneo, sino también con otras propuestas para revisitar, repreguntarse y renovar el público del museo”.
En breve la artista hará una video - performance con un centenar de esculturas de caimanes de hielo que volverán al agua. Son esculturas efímeras que encarnan vida y muerte como ciclo vital: una vuelta potente a la naturaleza que recuerda el espíritu de El sonido de la piedra, con el que obtuvo el primer premio adquisición del Salón Nacional (1.5 millones de pesos), que se puede ver en la muestra del Centro Cultural Kirchner.
Las obras de esta edición del Salón Nacional, actualmente se pueden ver en el Centro Cultural Borges y en el Centro Cultural Kirchner, donde se exhiben las tres obras que obtuvieron el premio adquisición en la muestra Imaginar futuros al cobijo de un paisaje, con curaduría de Guillermina Mongan.
Para esta video performance, la artista puso en movimiento una piedra movediza de Balcarce que no tenía oscilaciones desde hace casi medio siglo. “Para demostrar el sonido de la piedra calqué en cerámica rocas de un sitio que se llama Punta Tota, que son las más antiguas del planeta: tienen 2200 millones de años –cuenta Cabutti—. Hice calcos en cerámica y los puse en el punto de apoyo de la piedra”.
Con un grupo de cinco personas, se subió a la piedra y saltando provocaron el movimiento de la piedra y la rotura de las piezas de cerámica que se encontraban en la parte inferior: con el sonido, se evidenció el cambio que tardó décadas. “Puse un micrófono debajo de la piedra y se grabó el sonido que se produce en el interior, en el corazón de la piedra”, dice la artista. Y añade: “Este territorio que vengo trabajando desde hace cuatro años es donde Argentina se creó geográficamente: este sitio, uno de los más antiguos del mundo, estuvo unido a África en el continente de Pangea”.
Si en la muestra Balcarce, memorias topográficas de un paisaje (2021), en galería Del Infinito, Cabutti nos sumergió en una instalación colgante hecha con esquirlas de rocas gneis, halladas tras una explosión que provocó el desplome de 15 mil toneladas de piedra, ahora generó otro estallido, vital, colectivo, inolvidable.
Se va el caimán, se va el caimán… de miércoles a domingo de 13 a 19 en el Museo de Arte Decorativo. Hasta el 10 de diciembre.
Salón Nacional, en el Centro Cultural Kirchner. De miércoles a domingos, de 14 a 20. Sarmiento 151. Hasta el 12 de noviembre.