La Nación tituló ayer domingo: “El gobierno apunta al kirchnerismo por los disturbios en Plaza de Mayo”. Clarín, por su parte: “Indagan a los 30 detenidos durante la marcha por la aparición del artesano”. Son de libro y de una infantil obviedad: ni el nombre de Santiago Maldonado, ni el verbo desaparecer.
El ninguneo de sus principales articulistas, a modo de Armada Brancaleone, evoca al puñado de bandoleros que en el memorable film de Mario Monicelli siguen al estrafalario Vittorio Gassman en su imposible propósito. Escriben, a coro, que la violencia es ajena a este gobierno, y reparten acusaciones al voleo para enturbiar la verdad. Que no es otra que la desaparición forzada de un ciudadano a manos de la brutalidad de una fuerza militar que responde al gobierno.
Ese otro Morales que desde La Nación es el verdadero ideólogo del macrismo, y es el más inteligente, frío y marrullero, escribió ayer: “Acusar al gobierno de la desaparición de Maldonado es sencillamente una perversión de la lógica. Es la violencia de las palabras, que siempre precede a la violencia de los hechos”. O sea verso, retórica vacía. Una perfecta nada que además de confundir exonera de responsabilidades a los funcionarios más cínicos. Como el propio presidente, que justo la última semana peroró sobre lo incalificable que es mentirles a los jueces. Tan luego él.
Macri dispone de estos articulistas que acusan a los opositores de violentos, cuando la violencia que ensombrece a la Nación es, a todas luces, el recurso disciplinador de su gobierno. Que recurre a artimañas como la que describió el experto Marcelo Sain en todos los medios, excepto en los que les pagan a estos articulistas-ideólogos. Dijo Sain: “En la movilización de ayer hubo un accionar de los servicios de inteligencia para que los medios pudieran ponerlo en tapa en lugar del reclamo de la movilización”.
La violencia se cierne ya sobre el país y es el dato más grave de la realidad que vivimos. Esta columna viene anticipando la vocación de violencia del gobierno desde hace muchos meses. Innumerables textos prenunciaron lo que ya es evidente: que los violentos son ellos.
Y no sólo porque son violencia el desempleo, la pobreza extrema, el desguace de la educación, la privatización de la salud o la desfinanciación de la Anses. Como son violencia los chantajes a gobernadores y legisladores, y los Panamá Papers y el endeudamiento atroz con que engordan el dinero que fugan al exterior. Todo eso era pre-violento hasta que empezaron con los palos, los garrotes y las policías bravas en las calles, como reclaman los abominables “comentaristas” de los diarios que protegen a Macri. La violencia está en el ADN de este gobierno, que jamás podría sostenerse en el poder democráticamente. Por eso son violencia también el fraude electoral, el circo mediático de las PASO y el voto electrónico que siguen queriendo imponer para eternizarse.
Los que estamos incondicionalmente del lado de la Paz tenemos el deber de desenmascararlos. Decir estas cosas; no tenerles miedo. Enfrentarlos desde la palabra y la acción cívica. Con las abuelas y las madres, con los familiares y los organismos y las muchas Taty, Laura, Lita, Estela y cuántas más. Porque ésta de ahora no es sólo una lucha política e ideológica. Es también moral y por la supervivencia de la Patria. O por lo que estos tipos nos dejarán de ella.
La Paz es nuestra razón y es nuestra fuerza. No caer en provocaciones es consigna urgente. Como desautorizar a los estúpidos funcionales a la violencia del régimen. Porque esto ya es un régimen. Una proto-dictadura. Un Estado represivo. Por eso cuando anuncian de antemano que “habrá fuerte control policial”, eso significa aval para la violencia de sus esbirros. Que si no encuentran imbéciles enfrente, los inventan ellos con tal de armar los titulares del día siguiente proclamando incendios y desmanes. Con lo que de paso neutralizan el reclamo por la aparición con vida de Santiago Maldonado.
Son feroces. Mezcla de nazis de los años 30 con videlitas de los 70. Mezcla de comandos civiles de la libertadora con grupos de tareas, ahora con redes de trolls y prensa a favor. Han hecho lo que se llama una “operación de falsa bandera”, que consiste en un montaje escénico para atribuir falsamente hechos de violencia a otro sector. En la Historia sobran ejemplos de provocaciones montadas por la derecha para culpabilizar a la izquierda. Uno de los más conocidos fue el incendio del Reichstag por los nazis en 1933 para atribuirlo a los comunistas, encarcelar a sus diputados y asumir así el poder absoluto. El propio Goering lo reconoció tras la caída del nazismo. Estos van en la misma dirección mientras una bestia del radicalismo exige “el uso del poder puro y duro” al presidente, que sonríe y mira para otro lado, como siempre hace.
Claro que también se acerca el tiempo de las autocríticas. Porque desde el campo nacional y popular se cometieron demasiadas torpezas. Mucho se hizo mal, para estar como estamos. Y va siendo hora de reconocer errores, aunque no gusten. Porque si no, ¿cuándo? Si nunca es hora, entonces nos seguirán atropellando y se perfeccionará la mentira de los mentimedios.
“La seguridad depende de un defensor de genocidas y de un secuestrador”, declaró con acierto Juan Alonso, periodista de policiales de Radio 10 que sigue la desaparición de Santiago Maldonado. Advirtió también que los vehículos utilizados para la represión no estaban identificados y que andaban por ahí Pablo Nocetti, abogado de genocidas, y Daniel Barberis, funcionario de la ministra Bullrich que habría sido secuestrador y cumplido condena en Devoto, vinculado después a Socma y ahora a la ex montonera ministra.
Éste es un gobierno de violentos. De saco y corbata, y fotitos sonrientes, también ellos creen que llegaron para siempre y se preparan para una eternidad política a base de represión y jueces corruptos.
Una vez más, y con el poeta Ezra Pound, es imposible describir un Paraíso cuando todas las indicaciones superficiales hacen pensar que debe describirse un Infierno.
No sea pesimista, reprocharán algunos. Respuesta: no pretendan engañosas esperanzas cuando la Paz es nuestra misión, nuestra responsabilidad. Nuestra tarea. Por la Paz, todo, con verdad e inteligencia.