Ni en un set de filmación ni en un escenario. Roberto Peloni dice que aprendió una de las cosas más importantes que hay que saber para hacerse un camino en el mundo del teatro gracias a la burocracia. Más específicamente, frente a la ventanilla de pagos de la Asociación Argentina de Actores, donde a lo largo de los años, en cada visita, leía el mismo cartel: “Que el éxito no se te suba a la cabeza ni el fracaso te llegue al corazón”. En tiempos en los que casi no se estilaba pagar con transferencias, la frase –atribuida a Michael Jordan– estaba dirigida a todos los intérpretes que pasaban a cobrar por sus trabajos, sin importar que hubieran hecho un papel protagónico o un bolo: desde los más famosos hasta los que, como él, recién estaban empezando, todos debían pasar religiosamente por el mismo lugar a llevarse su parte.

Muchos años y muchos trabajos después, el cartel adquirió para Peloni algunos sentidos nuevos. De todas los oficios a los que uno puede dedicarse, el de los actores es por lejos uno de los que más control mental requieren, dice, porque pasar de la cresta de la ola a sentirse poco valioso es un segundo. Y a su vez todos los subidones y las caídas pasan, igual que en el deporte y la política, a los ojos de todo el mundo.

De eso, en parte, se trata El brote, el unipersonal escrito y dirigido por Emiliano Dionisi en el que Peloni actúa desde comienzos de este año. La obra se convirtió en uno de los sucesos de la temporada, primero como un secreto a voces que agotaba las dos o tres funciones que se ofrecían semanalmente en el Teatro del Pueblo y que ahora, después de un breve receso, se siguen ofreciendo cada martes en el Maipo. ¿Un unipersonal del off en el escenario del Maipo? El dúo Peloni-Dionisi vuelve posibles esos cruces que a priori parecen difíciles. Ambos provienen del pequeño gran mundo del teatro musical argentino, allí mismo se conocieron y forjaron un camino de colaboración que empezó con Cyrano de más acá, una versión de Cyrano de Bergerac para toda la familia estrenada en el Cervantes, y siguió con otros proyectos escénicos y por streaming para el Teatro Picadero. Las ganas de seguir trabajando juntos finalmente derivaron en este proyecto autogestivo que Dionisi comenzó a cranear y escribir imaginándose a Peloni como su intérprete. El brote es un monólogo narrado por Beto, actor de una compañía dedicada a escenificar textos clásicos, desde Shakespeare a Sófocles pasando por todos los nombres infaltables de la historia del teatro.

Beto jamás es protagonista de esas puestas que en las buenas temporadas giran por el conurbano y por algunas provincias: para eso está Quique, su némesis, que siempre se las ingenia para conseguir los papeles principales y el favoritismo del director. Y eso, que en un principio se cuenta como una rivalidad pasajera o una envidia menor, empieza a cobrar la fuerza de algo más potente, que deriva en una sed de venganza, destrucción y autodestrucción. “Creo que la obra habla de la frustración humana en general, la que puede aparecer en cualquier ámbito: el vincular, el profesional. Eso que se activa cuando ves lo que tienen otros y deseás lo mismo para vos, y te enojás porque las cosas no te salen”, dice Peloni. “Pero creo que en el caso de los actores algo de todo eso puede potenciarse. Primero, porque siempre sentís la lupa puesta sobre vos, ¡si básicamente trabajás de que otros te miren! Todo el mundo sabe lo que hacés, cuándo lo hacés y cómo lo hacés; vas creciendo frente a la mirada de los otros. Y además trabajás con tu cuerpo, con tu voz y tu memoria. A veces pienso esta profesión como una tabla de surf en la que hay que tratar de mantenerse lo más estable posible y cuidar mucho de la mente, mantenerla alejada de los monstruos que dicen esto te salió mal o aquel te está mirando raro. Todo eso tiene que quedar lo más lejos posible cuando actuás. Ese es el desafío”.

Desde sus comienzos en la Escuela Municipal de Teatro de Lanús hasta hoy, Peloni pasó por escenarios de teatro comercial, alternativo y oficial formando parte de elencos de musicales y otras grandes producciones, hizo varieté, espectáculos de cabaret y café concert, ganó muchísimos de los premios que se otorgan en los circuitos más mainstream y se hizo conocido para el público masivo en La peña de morfi, acompañando a Gerardo Rozín con improvisaciones humorísticas resueltas con el fragor de la televisión en vivo. Pero da la sensación de que recién este año, con El brote, los espectadores más adeptos a la escena off porteña terminaron de verlo. Y sucedió lo inevitable: se maravillaron con su capacidad para sacarle chispas a un texto en el que un único narrador se pasea a lo largo de casi una hora y media no solo por muy diferentes estados de ánimo, sino que va jugando con distintas poéticas de actuación, a medida que rememora las obras clásicas de las que fue parte.

Claro que no fue magia: Dionisi y Peloni llegaron al estreno de su obra con muchísimos meses de ensayo a cuestas, un tiempo que por lo general es difícil de conseguir en producciones de cualquier circuito, a excepción del independiente. “Para las primeras funciones en el Teatro del Pueblo ya teníamos un camino muy recorrido, entendíamos un montón al personaje, sus procesos internos: llegamos habiendo probado cosas y desmenuzado el texto”, recuerda Peloni, que por estos días, después de haber maridado gran parte del año las funciones de esta obra con otras (fue protagonista de Benito de La Boca, en el Teatro de la Ribera, por ejemplo) está abocado cien por cien a las últimas funciones de El brote, que el próximo verano viajará al festival Santiago a mil, uno de los más interesantes de la región. Por lo pronto, dice, no necesita mucho más que esto que está viviendo: “Para mí, El brote es como jugar una final del mundo cada martes. Me deja en un estado de mucha convulsión, lleno de sensaciones”.

El brote se presenta los martes en el teatro Maipo, Esmeralda 443. A las 20:30.