Retratos fantasmas
El realizador brasileño Kleber Mendonça Filho se vuelca al cine documental con una película que tiene varios puntos de contacto con sus dos primeros largometrajes de ficción, Sonidos vecinos y Aquarius, ambos rodados en su ciudad natal de Recife. Los “fantasmas” del film, estrenado este año en el Festival de Cannes con mucha repercusión, son los de aquellas personas que ya no habitan los mismos edificios o casas de siempre porque estas ya no existen, incluida la de su propia madre. Espíritus humanos y arquitectónicos, entonces, que la segunda parte de Retratos fantasmas focaliza aún más. La transformación urbana dejó atrás, como si se tratara de trapos viejos, las enormes salas de cine de antaño, que fueron hogar y refugio durante la infancia y juventud, reconvertidas en otro tipo de locales o directamente derrumbadas para construir estacionamientos o torres, a las que se les suma la prácticamente extinta “zona de las distribuidoras”, similar a aquella que en Buenos Aires ocupaba varias manzanas en el barrio de Balvanera. Narrada en primera persona, la de Mendonça Filho es una película melancólica que no deja de cuestionar el famoso “avance urbanístico” a partir de reflexiones personales y colectivas. Respecto de la universalidad de una propuesta con un fuerte dejo localista, el director de Bacurau declaró que ”esa es una preocupación que siempre tengo. No en el sentido de tener miedo, sino de preguntarme cómo será en el caso de cada película, si podrá comunicar sus intenciones y con qué interlocutor. Retratos fantasmas es, obviamente, muy fuerte desde una perspectiva local, pero me parece que ha tenido un buen diálogo con los espectadores fuera de Brasil”. Pinta tu aldea...
Érase una vez en Georgia
El Festival de Mar del Plata convocó al realizador georgiano Aleksandre Koberidze, quien hace un par de ediciones viajó a la ciudad costera para presentar su película ¿Qué vemos cuando miramos al cielo?, para que curara un puñado de películas de su país, producidas durante la era soviética, nunca vistas hasta ahora en la Argentina. Para el cinéfilo de pura cepa, siempre abierto a descubrir títulos y realizadores del presente y el pasado, esta selección de largometrajes es uno de los focos más importantes del encuentro. En la introducción impresa en el catálogo del festival, Koberidze recuerda que, durante su visita marplatense, conoció personalmente “a varios amantes del cine, algunos de los cuales ya considero mis amigos, y una de las mejores maneras de hacer más profundas las amistades es compartiendo películas preciadas. Elegir tres películas de toda la historia del cine georgiano, que tiene cien años, es tan difícil como que un niño elija a quién prefiere de sus padres y abuelos, y es mejor mantener en secreto la respuesta a la pregunta de por qué elegimos estas películas y no otras”. Sean cuales sean las razones, el joven cineasta eligió, en primer lugar, Love at First Sight (1975), de Rezo Esadze, vibrante, colorida y trágica historia de amor entre un joven, hijo de inmigrantes de Azerbaiyán, y una muchacha algo mayor cuya familia proviene de Bielorrusia, con los conflictos culturales, religiosos y de clase a flor de piel. En el mismo programa podrán verse The Georgian Chronicle of the 19th Century(1979), ópera prima de Alexandre Rekhviashvili que hace de los anacronismos uno de los ejes de su historia de sometimiento y rebeldía, y Great Green Valley (foto), dirigida por Merab Kokochashvili y estrenada en 1967, que es considerada por muchos historiadores como una de las más grandes películas en toda la historia del cine georgiano.
Cine e historieta
Con la aclaración de que se trata de una primera parte, que continuará en alguna futura edición, el 38° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata ofrece un trío de largometrajes que ejemplifican la vieja tradición de reunir en la pantalla grande los intereses narrativos y formales del alguna vez llamado “séptimo arte” con los de la historieta. “Hay estigmas, claro”, escribe el director del festival, Pablo Conde, a modo de presentación de la selección. “Cuando se habla de cómics lo primero en lo que se suele pensar es en superhéroes. Pero ese es un error que tiene basamento claro en el desconocimiento: el universo que enmarca la palabra ‘cómic’ es tan amplio como el que enmarca la palabra ‘cine’. Formato, extensión, escuelas formales y narrativas: nada tiene límite. Habiendo tanto tan bueno por conocer, sólo hay que saber buscar lo que nos puede llegar a interesar, como pasa con la literatura y el cine”. La yunta comiquera arranca con Un homme est mort (2018), largometraje de animación del francés Olivier Cossu basado en la historieta de Étienne y Kris Davodeau, cuyo origen tiene un correlato en la Historia: el reclamo de mejoras salariales impulsado por los obreros de la construcción de la ciudad de Brest en 1950. Inédita en nuestro país, la nueva película como realizador del comediante Randall Park (un rostro reconocible de inmediato gracias al centenar de películas y series que forman parte de su filmografía) adapta la novela gráfica de Adrian Tomine Shortcomings con la pasión del fanático y el rigor del conocedor. Finalmente, un clásico italiano: la imposiblemente delirante adaptación del fumetto Diabolik, dirigida en 1968 por Mario Bava con las tonalidades más lisérgicas que puedan imaginarse. Danger: Diabolik (foto) cruza las obsesiones estéticas del director de Seis mujeres para el asesino (¡esos colores!) con la sensibilidad más pop de los años 60.