Durante años, el director israelí Yair Qedar soñó con conocer Buenos Aires. Como estudiante de literatura en la Universidad de Tel Aviv, allá por los 80, se fascinó con la obra de Borges y se había ilusionado con recorrer las calles porteñas sobre las que tanto había leído. Estaba por concretar ese sueño; de hecho ya tenía un pasaje para cruzar los 12.000 kilómetros que separan Argentina e Israel. Hasta que el ataque de Hamas a la población civil israelí y la crisis de seguridad que atraviesa Israel, la peor de su historia, lo obligaron a suspender los planes. Yair Qedar iba a ser uno de los invitados de honor del Festival Internacional de Cine LGBTIQ+ Asterisco, que está celebrando sus diez años y donde se van a presentar dos de sus películas, Gay Days y Bebé. Pasan las pestes, pasa la salud, quedan los artistas. Y sus obras. El director no estará de cuerpo presente, pero las películas se van a proyectar en el marco del festival.
Esta entrevista se iba a hacer personalmente y en inglés el pasado 15 de octubre en las oficinas de Yair Qedar en Tel Aviv, donde también vive este cronista. Pero la guerra y la suspensión del viaje hicieron que se haga, finalmente, por correo electrónico, con el entrevistado en Israel y el entrevistador varado en Berlín. Las preguntas salieron en inglés, fueron respondidas en hebreo y traducidas mediante Google y algo de conocimiento propio. Este es el resultado:
¿Cómo te has venido sintiendo desde los ataques del 7 de octubre pasado?
-La verdad es que, desde ese día, la situación es terrible. Hay una enorme ansiedad, hay un enorme dolor y hay un trauma que se sigue produciendo en tiempo real. Sin lugar a dudas, vamos a tener que repensar nuestras vidas una vez que termine la guerra.
En Asterisco se van a proyectar dos de tus películas: Gay Days, tu ópera prima de 2009 que repasa los hitos del movimiento de liberación queer en Israel, y Bebé, de 2017, que es un mockumentary acerca de una drag queen ficcional que sobrevivió a la Shoa. ¿Cuáles son los puntos de contacto entre ambas películas?
-Lo que las conecta es mi interés por la cultura y la historia de la comunidad gay en Israel. Cuando tenía veinte años, fui un activista bastante activo en la comunidad queer: fundé el primer periódico temático y dediqué todo mi tiempo a la lucha por la igualdad y los derechos. Por eso, para mí fue importante contar esta historia, que me parece única, en mi primera película. La otra película es mi homenaje a las primeras mujeres trans israelíes, que allanaron el camino para sus hermanas y hermanos.
En Gay Days, hacés un repaso por las luchas de la comunidad desde los 70, marcando lo decisivo que fue 1998, y el corte llega en 2009, el momento de su estreno. Desde entonces, han cambiado muchas cosas, a pesar de que algunos de los reclamos centrales, como la necesidad de contar con matrimonio civil e igualitario, siguen vigentes, y de que en los últimos meses se han dado más ataques homofóbicos en Israel. ¿Cómo ves lo que pasó en nuestra comunidad desde el estreno de la peli?
-Desde 2009 ha habido un cambio enorme. Todo fue extremo: lo que comenzó con los cimientos de la comunidad gay organizada, a través de las primeras marchas del orgullo, la representación en televisión y en la cultura, y los primeros logros en el sistema judicial, se convirtió en un movimiento de masas con otros problemas y desafíos. Siempre estamos en un estado de lucha y siempre hay un desafío que nos amenaza: el conservadurismo de derecha, la religiosidad ortodoxa, la violencia homofóbica. Todo lo que era pequeño en 2009 se ha vuelto grande: también lo son la violencia y la resistencia. La comunidad está muy organizada, tiene un fuerte sistema de apoyo y poder político.
Sin entrar en spoilers, hacia el final de la película hacés una reflexión acerca de lo que pasó después de 1998, con la explosión de la visibilidad queer que trajo el triunfo de Dana Internacional en Eurovisión. Decís que la comunidad queer se volvió algo conformista y se alejó de los otros sectores de la sociedad israelí. ¿Cambió tu mirada en estos años?
-Mi comentario de que nos volvimos conformistas y no ofrecimos un desafío a la sociedad patriarcal, al orden existente y a nuestra identidad como judíos israelíes, fue correcto para la época en que se hizo la película. Está relacionado con el hecho de que la comunidad, de alguna manera inconsciente, eligió ser una comunidad no identificada políticamente, una comunidad que puede ser tanto de derecha como de izquierda, una especie de ONU. Pero fue el nuevo gobierno de Israel, con su intento de hacer colapsar la democracia, lo que demostró a la comunidad queer israelí que no puede ser neutral. Ella debe elegir un bando, y ese bando es el de la democracia liberal.
En las protestas contra el gobierno de Netanyahu que empezaron en enero de este año y se siguen haciendo todos los sábados, se podían ver tanto banderas de Israel como banderas del arcoiris y hasta banderas de Israel en rosa en lugar de azul. ¿Cómo fue para vos marchar con estas banderas por las calles de Tel Aviv?
-Eran momentos de mucha fuerza, de mucho poder vital: Israel y su sociedad civil diciéndole no al fascismo, no al intento de eliminar el sistema democrático. Es interesante observar que todas estas enormes manifestaciones, en las que participaron dos tercios de la población de Israel, fueron en su mayoría con banderas israelíes. Pero la segunda bandera que destacó, como marcás, fue la del orgullo. Es una señal de la alianza de la comunidad gay con la democracia israelí.
Desde el 7 de octubre, se volvió a hablar, y mucho, de la comunidad queer. Hay activistas pro palestinos que dicen que su causa debe ser importante para el movimiento queer internacional, y activistas pro israelíes que explican que no es lo mismo ser queer en Israel que en Gaza. ¿Cuáles son tus reflexiones cuando ves que nuestras banderas son levantadas para sostener una u otra posición?
-Hace un año, estuve en la marcha del orgullo de Kreuzberg en Berlín. Había banderas palestinas y pensé que las identidades eran opuestas: la queer y la sionista, pensé que la identidad queer eligió la identificación con la causa palestina. Ahora creo que se están planteando interrogantes respecto de esta identificación: ¿Hamas representa al pueblo palestino? ¿Con su ideología antijudía, homofóbica y antiliberal? ¿O Hamas se apropió de la causa palestina y le causó un daño irreparable? ¿Dicen los izquierdistas queer que eligen ponerse del lado de Hamas que la expresión nacional es más importante que la de nuestra sexualidad? ¿El nacionalismo lo es más que lo queer? ¿No es paradójico? Aún estoy bajo el shock después del 7 de octubre, que rompió todas las herramientas con las que contábamos, que nos llevó a una zona de penumbra difícil de narrar. Bajo este shock, la pregunta más importante es cuál será el nuevo acuerdo de paz, qué futuro permitirá seguridad y una vida en común, y estoy seguro de que una ideología fundamentalista que no reconoce los derechos de mujeres, gays, lesbianas, trans y entre otras personas no podrán ser socios en esta visión y en este futuro.
Bebé se proyectará el 26 y 28 de octubre y el 3 de noviembre en el Malba. Gay Days se proyectará el 3 de noviembre en el Malba y el 5 de noviembre en el Centro Cultural Kirchner.