Si existiese una medida para el amor, la que se alcanzó el miércoles a la noche en la Biblioteca Nacional seguramente se ubica entre los puntos más altos jamás alcanzados. Figuras de la radio y de la cultura argentinas, colegas de los medios de comunicación y productores, amigos y oyentes y lectores desbordaron la sala Jorge Luis Borges para constatar lo que el homenajeado expresa una y otra vez: que “las presentaciones de libros son como fiestitas de cumpleaños”. Una afirmación que esta vez fue literal y por partida libre: todos estaban ahí para celebrar los 80 años de vida de Carlos Ulanovsky, a la vez que formar parte de la presentación de Querido Ula (Ed. Orsai), el libro en el que Martín Giménez y Humphrey Inzillo compilaron 80 variadas y hermosas cartas de amor que amigos de la cultura, los medios y la vida le dedicaron al periodista y escritor. “Lo único que les voy a pedir -pidió el agasajado un tanto en broma y mucho en serio- es que a partir de ahora no me llamen octogenario ni abuelo, eso solo se los permito a Bruno y a Carmela. Y mucho menos adulto mayor”.

Fue una noche desbordante. No solo porque nadie quiso perderse celebrar el cumpleaños redondo del principal investigador e historiador de los medios de comunicación del país. También lo fue por la emoción que invadió al homenajeado y que supo contener estoicamente, y que por regla transitiva atravesó a todos los allí presentes. Hubo abrazos y lágrimas, risas y anécdotas, política y fútbol, literatura y celebración, pero sobre todo numerosas expresiones de amor, como pocas veces se vió en la presentación de un libro. Un hecho que solo alguien tan querido y respetado en la cultura argentina como Ulanovsky puede lograr.

“Cuando a fines de enero nos dimos cuenta que Ula cumplía 80 años nos dijimos que teníamos que hacer algo. Imaginamos una fiesta, una homenaje, hasta que nos dimos cuenta que para que hubiera fiesta en la vida de Carlos, tenía que haber un libro”, contó Giménez sobe la génesis de Querido Ula. “Entendimos -agregó Inzillo- que no debía ser una biografía convencional y surgió la idea de que fuera epistolar y afectiva. Y no nos equivocamos porque el libro encauza todo el cariño que Ula genera en quienes lo conocen”. La tarea era titánica y a contrarreloj: contar con 80 cartas de amor y el libro publicado para el cumpleaños del homenajeado. No podrían haberlo hecho sin un aporte clave, confesaron los compiladores. “La palabra Ulanovsky -confesó Giménez- es una contraseña, una batiseñal. A medida que llamamos a los elegidos, todos se animaron entusiasmados”.

Muchos y muchas de las que escribieron esas cartas fueron justamente quienes se acercaron a la presentación. Muchos y muchas otras que no participaron de Querido Ula pero admiran a uno de los pocos tipos que hace honor a la frase adjudicada a Ryszard Kapuscinsky de que “no se puede ser buen periodista sin ser buena persona” también colmaron la sala, que contó con un "telonero" de lujo: el mismísimo León Gieco, guitarra en mano, amenizaba la previa con sus canciones. “Soy un valiente porque fui uno de los pocos que le dijo que 'no' a los reportajes de Ulanovsky”, bromeó el músico al subir a leer su carta y explicar que con el tiempo había comprendido que la pasaba mal los días previos a las entrevistas. “Me agarraba una suerte de auto pánico. Estudiando los motivos entendí que tiene que ver con que este país es así, nos auto asustamos. Por eso aparecen personajes en la política que nos auto asustan y después bajan”, señaló. “Quedate tranquilo -lo calmó Ula- que para nosotros el único León sos vos”. Los aplausos invadieron la sala.

Entre los infinitos recuerdos, anécdotas y las cartas leídas, la presentación contó con una platea que sintetizaba el “universo Ula”. Estuvieron las figuras de la radio que supo entrevistar y analizar y que luego se convertirían en sus amigos, como Alejandro Dolina, Lali Mir y Eduardo Aliverti. Había colegas por todos lados, que aprovecharon el encuentro para repartirse cálidos abrazos unos con otros, como Alejandro Wall, Alfredo Zaiat, Hugo Paredero, Any Ventura, Ari Lijalad, Irina Hauser, Nora Veiras, María O’Donnell, Alejandro Fabbri, entre muchos. El teatrista Carlos Rottemberg, la incansable Taty Almeida, el historiador Felipe Pigna y el editor Daniel Divinsky tampoco se perdieron el convite. Había productoras y locutoras con las que Ula supo y sabe tratar, de todas las edades y todos los tiempos. También funcionarios dieron el sí: Rosario Lufrano, Bernarda Llorente, Jorge Taiana, Osvaldo Santoro y Alejandro Pont Lezica. Todos disfrutaron, maravillados, una fiestita de cumpleaños que estuvo a la altura del agasajado.

“La Biblioteca es a partir de hoy un salón de usos múltiples. Es difícil que haya nuevamente un cupo de personas tan grande y que quieran tanto a alguien como el que se congregó hoy aquí”, reconoció Juan Sasturain, director de la Biblioteca Nacional, que fue el primero en subir al escenario a leer su epistolar confesión de amor y admiración. En ese espacio, en el que las palabras y el lenguaje se entrelazan sin fin, la locutora Carla Ruiz se animó hasta crear una nueva: “semanula”, definiendo en ella a toda la semana de festejos alrededor de los primeros 80 de Ulanovsky, pero que bien podría usarse para denominar cualquier celebración extendida en el tiempo. No podía ser de otra manera: la presentación se va a poder escuchar el sábado de 21 a 23 por Radio Nacional para todo el país.

“Carlos siempre fue preciso al indagar cada palabra”, contó Lufrano, la presidenta de RTA, que lo conoció de muy joven en la recordada Radio Belgrano de los ochenta. “Le decía que era un verdadero maestro del lenguaje, ese lenguaje que a lo largo de estos años en muchos casos se ha perdido. Se ha perdido la fineza, el real significado de las palabras. Ya no trabajamos con el significado y el significante, lo que se hace es tergiversarlas, darles otro significado, en realidad utilizarlas para mentir. Entonces, simplemente te quiero decir gracias por navegar por algo tan difícil como lo es la verdad”, le agradeció Lufrano, que le entregó una estatuilla que simula ser uno de esos micrófonos planos y redondos antiguos, diseñada y realizada por Juan Carlos Pallarols.

Imagen: Guido Piotrowski

Aliverti remarcó el irónico humor de entre casa de Ulanovsky y le agradeció que nunca dejara de buscar la palabra justa y certera cada vez que escribe un libro o se sienta frente a un micrófono. “Hay que destacar -detalló- la calidad del lenguaje, la calidad de la escritura y la calidad del decir de Carlos. Esas características simbolizan a Ula: alguien que escribe como habla y habla como escribe. En tiempos en los que, en cierta medida, el lenguaje se ha perdido, Carlos es un tipo que lo sigue cuidando. Por eso te digo lo mismo con lo que titulé la columna de despedida a Mario Wainfeld, otro que cuidaba el lenguaje: Gracias por la excelencia, viejo”. La seriedad del momento fue inmediatamente interrumpida por la hilarante carta que Damián “el Árabe” Ramil leyó sobre el escenario, en un paso de comedia alrededor de un viejo Renault 19 gris perla que Ula le vendió a un vecino del humorista y que le había ocasionado todo tipo de problemas.

Los invitados pasaban por el escenario sorprendidos por la convocatoria y la inusual presentación, no sin contener la emoción. Pigna fue parte de las lecturas, entre la que no faltó una hermosa poesía de Lupita Rolón, la productora de Ula en Reunión cumbre. Y Lalo Mir reconoció: “Es la primera vez que leo ante un auditorio una carta de amor a un hombre en una sala llena de gente importante y que la música funcional sea León Gieco tocando en vivo. ¡Es único!”. El gran Alejandro Dolina leyó su divertida carta escrita en la contemporaneidad de los años de Radio Argentina, allá lejos y hace tiempo, cuando compartieron aire junto a Mario Mactas. “Dolina es uno de esos que habla como escribe”, subrayó Ula. “O sea… mal”, le replicó su amigo con repentización, provocando las carcajadas que cada tanto aliviaban el nudo en la garganta de propios y extraños.

Uno de los momentos más emotivos de la noche fue la hermosa carta que Rodolfo Terragno le escribió a su amigo de la adolescencia, con quién fundó la revista Orbe. “Esa revista -recordó Ula- me dio la primera oportunidad de saber cómo era eso de ser periodista y descubrir que hacer notas era una fantástica excusa para conocer a gente que uno admira. Pude conocer personalmente a Borges, Torre Nilsson, Dante Panzeri, Pinky, Dalmiro Sáenz… Todo eso fue una apertura de cabeza impresionante, porque en realidad fui un fracasado estudiante”. El cumpleañero aprovechó para contar que, una vez egresados de la secundaria y tras una infructuosa búsqueda de trabajo en medios, Terragno le dijo que iba a estudiar abogacía. “Lo sentí como una traición”, señaló Ula, que tambiñen intentó estudiar medicina para satisfacer el deseo de su papá pero fracasó en el intento. “Menos mal: hubiera sido un médico judío que odia la sangre… O sea un psicoanalista…”, bromeó.

En una noche que nadie quería que se terminara, finalmente el homenajeado tomó la palabra: “Cuando empecé a trabajar en periodismo -relató, conteniendo la emoción- tenía 19 años. Desde entonces hice de todo. No todas bien, aunque tengo la seguridad y la tranquilidad de haber dicho muchas mas veces no que sí. Y tal vez por eso hoy puedo elegir. Sigo trabajando. Mis ganas y mis deseos se llevan bastante bien. Cada mañana el despertador suena a las 7 de la mañana y arranco pensando -como hace décadas- que un mundo mejor del que tenemos no solo es posible sino que también lo merecemos. Persiste el interés, continua el asombro y cada vez que la realidad golpea mi puerta la atiendo. Sin embargo, la incógnita es hasta cuando dura este estado y quién tiene la potestad de establecer su duración, si uno mismo o las circunstancias que lo rodean. Sepan que solo le temo mucho a la decadencia física y en medida similar a los horribles de la derecha y de la ultraderecha que nos acechan y seguirán acechando.”

Luego fue el turno de la torta, el abrazo en el escenario con sus nietos Bruno y Carmela, el “feliz cumpleaños” cantado por todos los que lo quieren y a los que Ula quiere, y una nueva tanda de abrazos, lágrimas y risas entre quienes el maestro de periodistas y fanático de Racing logró convocar para celebrar un libro que encierra la cosecha de toda una vida.

Gracias, Ula. Fuimos felices mientras estuvimos ahí.