El posicionamiento de las fanáticas de Taylor Swift contra Javier Milei quizás ayude a definir la elección presidencial del 19 de noviembre. A esto se suma el repudio a las declaraciones de Victoria Villarruel por parte de los seguidores de la banda de K-Pop BTS, lo que tal vez mueva a una porción del voto joven en contra de la fórmula de extrema derecha. Lo que muestra es el poder de colectivos de fans de artistas populares que son capaces de salir a la arena política.
De hecho, los fans estadounidenses de BTS ya se le plantaron a Donald Trump, a quien su filial argentina emparentó con el candidato argentino al afirmar que "Milei es Trump". Los fans se atribuyeron en 2020 haber saboteado un acto del entonces presidente de los Estados Unidos en Tulsa, Oklahoma. Lo hicieron comprando las entradas.
Trump relanzaba entonces su campaña para la reelección, en medio de la cuarentena mundial por el coronavirus. El equipo de campaña del magnate llegó a afirmar que se habían recibido un millón de solicitudes. Las autoridades locales luego confirmaron la presencia de no más de 6 mil personas.
Otro caso es el del grupo musical Pussy Riot en Rusia. El colectivo punk ha desafiado a Vladimir Putin y por eso tuvo que enfrentar una causa judicial. Ya eran fuertemente opositoras al presidente ruso con sus letras cuando tres de sus integrantes fueron a juicio por vandalismo en 2012. Les dieron dos años de prisión, en medio de la reoulsa internacional. Artistas de renombre, como Madonna, se solidarizaron públicamente y hubo protestas.
Más atrás en el tiempo, los televidentes de una sit-com ayudaron en cierto modo a definir la elección presidencial de 1992 en los Estados Unidos. El vicepresidente Dan Quayle, que acompañaba a George Bush padre en busca de la reelección, criticó a la serie Murphy Brown porque su protagonista, una periodista de TV personificada por Candice Bergen, decidía ser madre soltera.
La propia Bergen salió a responderle y los ratings de la serie, una de las más vistas de ese momento, se dispararon. Los dichos de Quayle acercaron posiciones con los sectores más conservadores y con grupos religiosos, pero eso no impidió la derrota ante Bill Clinton.
La Argentina registra, en dictadura, un caso particular. En 1981, un grupo de hinchas de Nueva Chicago entonó la Marcha Peronista en un partido y la Policía Federal se los llevó detenidos. Una forma de resistencia que se pagó con una noche en el calabozo.