Tres jornadas de la nueva versión de Comicópolis permiten varias reflexiones. Pero más allá de perspectivas encontradas, opiniones dispares y aspectos por mejorar, sus organizadores bien pueden considerarla una prueba superada. En principio, porque fue una edición de transición para la convención que nació en el predio ferial de Tecnópolis. Lo esencial ya se mencionó en estas páginas el viernes pasado: un cambio de locación (de Tecnópolis a la Rural) con fuerte impacto simbólico y económico, menos invitados internacionales (aunque se mantuvo el buen nivel) y algunas concesiones en el formato en pos de la viabilidad comercial.

La cuarta entrega, tras una pausa en 2016, generó muchas expectativas (y exigencias), a la altura de lo que se había vivido años atrás, cuando su producción estaba en manos del Estado Nacional. Y si bien esta edición no alcanzó las cotas de 2014 y 2015, logró una respuesta razonable del público (en especial el sábado, el domingo quizá jugó en contra la lluvia). No fueron, claro, las 110.000 personas que los organizadores pregonaban en 2015 cuando la entrada era gratuita y Art Spiegelman lideraba un tándem monumental de invitados. Pero aún así, los 23 mil declarados por la organización resulta una asistencia nutrida.

Por otro lado, sostuvo lo esencial de su propuesta cultural y terminó, para quienes vendieron su material, con un balance de discreto a ligeramente positivo. Las muestras fueron interesantes. La de Maitena en particular. La de El Eternauta y la de la revista Barcelona ya habían sido vistas, pero complementaron bien la propuesta. La de Star Wars por dibujantes argentinos permitió que algunos chicos se puedan proyectar como dibujantes profesionales para los mercados internacionales y la de las maquinarias de Quino resultó muy simpática. La agotadora experiencia de Alejandra Lunik dentro de un domo (el “Espacio Rodete”) aportó una cuota de consciencia de género con distintas actividades, que también resultó un aire fresco en la grilla de programación.

La incógnita a futuro es si Comicópolis profundizará sus concesiones en busca de viabilidad comercial. En los pasillos de La Rural había cantidad stands de merchandising, incluso de katanas, algo de lo que sus organizadores abjuraban años atrás e incluso criticaban de otros eventos pero que, evidentemente, ayudan a cubrir los costos de tener invitados internacionales, como el primer mangaka que visita el país, o un guionista en pleno auge como el francés Jean Yves Ferri, muy solicitado por su responsabilidad en los guiones de Astérix. Ellos y la norteamericana Trina Robbins se llevaron las palmas mayores en sus respectivas charlas, talleres y conferencias.

Las ventas fueron de menor a mayor, aunque el pico estuvo en las últimas horas de la tarde del sábado. Para el viernes, una fanzinera definió las flojas ventas como “acá el único que sale ganando es La Rural”. El sábado repuntó notablemente y en algunas editoriales (como el colectivo Nueva Historieta Argentina) habían salvado el costo de sus stands con las ventas de ese día. Pero en general, tampoco fue una facturación apoteósica. El responsable de un pequeño sello independiente definió la cuestión como “las ventas esperables de un 1, 2 y 3 de mes”, mientras que Andrés Accorsi –distribuidor, y también organizador del evento– calificó el movimiento de caja allí de Ediciones de la Flor, a su cargo, como “digno”, sin mostrarse exultante como de costumbre. Más allá de algunas caras largas, la mayoría de los consultados por PáginaI12 coincidió en la necesidad de apoyar al evento y en la esperanza de que consolide su presencia a futuro.

El sector de los fanzines finalmente no terminó en piso de tierra (hubiera salido muy mal esa apuesta el domingo), sino que compartió espacio con el “Mundo Cosplay”. Una movida que bien puede anotarse como una victoria para Comicópolis, pues resultó en más movimiento de gente para un colectivo heterogéneo y necesario pero nunca del todo bien recibido en las convenciones porteñas.

En el balance final, el número se redondea hacia arriba. Comicópolis inició con paso tranquilo el camino a reencontrar (o reinventar) su identidad, su público y su lugar dentro del circuito de convenciones y festivales nacionales de historieta.