En 1917 se estrenó por primera vez un largometraje animado. Fue en Argentina. Un siglo más tarde, el cine animado nacional se refugia en la producción independiente y en un pequeño grupo de festivales que permiten disfrutar joyitas de todo el mundo. Uno de esos encuentros, el Festival Cartón, comienza hoy y se extenderá hasta el domingo con el primer centenario de la disciplina como eje central y distintos focos en torno a la producción rusa (en coincidencia, además, con los 100 años de la Revolución Rusa), los talleres locales, la violencia institucional y la aparición de nuevas tecnologías.
La jornada de apertura será hoy a las 18.30 en el Museo del libro y de la lengua (Av. Las Heras 2555). El cierre, con la entrega de premios y la proyección de los cortometrajes ganadores, será en el Espacio Incaa del cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635) el domingo a las 18.30. Todas las otras jornadas serán en la casa habitual del festival: el bar de FM La Tribu (Lambaré 873), que da al Cartón uno de sus sellos de identidad. Todo el festival tiene entrada libre y gratuita y la programación completa se puede encontrar en la página web del encuentro www.fmlatribu.com/festival/. Participarán cortometrajes de 32 países, incluyendo Corea del sur, Holanda, España, Estados Unidos, Francia, Uruguay, Perú, Alemania, Cuba, Rusia, Hungría, Brasil, Ecuador, República Checa, Letonia, Croacia, Uzbekistán, México, Bulgaria, Lituania y Argentina, entre otros.
La realización del festival es una ocasión ideal para poner un ojo en el estado del sector. Diego Cabarcos, uno de los integrantes históricos del colectivo Cartón, advierte que este año notaron “una baja bastante importante en la producción” y que incluso aunque la cuenta global de cortos recibidos fue superior a la del año pasado, se presentaron menos cortos argentinos. “Fue menos de lo que esperábamos”, reconoce. “Su compañero Martín Araneda confía en la capacidad de los realizadores locales para sobreponerse a la complicada situación económica que atraviesan los sectores de la cultura. “La animación, como el cine, es un trabajo de autor y busca trascender más allá de estas situaciones, y a veces en un contexto los autores buscan hacer sentir su voz aún más”, reflexiona, aunque concede que hay una merma de la producción y que “todo el sector de la cultura se vio golpeado”.
El propio Festival, en tanto, soporta con cierto estoicismo los vaivenes económicos. Si el año pasado el tardío apoyo del Incaa complicó algunas iniciativas del Cartón y lo obligó a buscar financiamiento colectivo entre sus seguidores, para este año se aprovecharon algunos restos de esos fondos y podrán volver a traer invitados de las provincias. El aporte del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, sin embargo, aún no había llegado al momento de hacer la entrevista. “Por suerte no tenemos que alquilar sala ni proyector, acá (por FM La Tribu) tenemos nuestro propio espacio y sabemos que el festival se hace, aunque se ponga difícil”, cuenta Cabarcos.
La intimidad que ofrece FM La Tribu es uno de los rasgos distintivos del festival, a medio camino entre una sala de cine tradicional y cierta cosa de living encarnado en el bar, que permite tomarse una cerveza o café con amigos mientras los cortos se proyectan o se realizan las charlas. “No nos imaginamos el festival en otro lugar que no sea acá”, reconoce Cabarcos y confiesa que, aunque los intentos de llevar las jornadas regulares a otros espacios salieron bien, sintieron que “perdían la esencia” y volvieron a esa sede. “Lo que se genera acá está buenísimo, ¡incluso el año pasado se nos acercó una pareja a contarnos que se habían conocido acá!”
“Este festival nació para generar un espacio en el que la obra se pueda encontrar con el público. Con las nuevas tecnologías los trabajos son distribuidos a través de Internet y son menos las instancias en las cuales un realizador pueda ver a su obra en contacto con el público. Los realizadores que vienen son a la vez público y se encuentran con ese público que ellos se inventan o se imaginan. Es como un diálogo”, reflexiona Aranedo.
Parte de ese diálogo son las charlas que girarán en torno otras tecnologías sobre las que asentar la animación. Por ejemplo, la realizada para dispositivos de realidad virtual (con el equipo del videojuego Montaña Azul). “Yo soy fanático de lo retro y los anteojos de RV me hacen acordar al View Master, cuando me lo mostraron flashée y quise meter algo en el festival”, cuenta Cabarcos. Montaña Azul es una suerte de viaje/juego/experiencia virtual-sensorial-casi narrativa en la línea de los videojuegos de corte más artístico que lúdico. También en torno de plataformas y tecnologías girará la charla de Hernán Moyano. El cineasta es responable de Belisario, el pequeño gran héroe del cosmos, la primera serie latinoamericana para formato fulldome, que se proyecta semanalmente en La Plata y que está anclada en la historia de la astronáutica argentina.
El foco específico sobre animación rusa surge de la colaboración con el Centro Ruso de la Cultura y la Ciencia. “Nos interesaba poder hacer un recorte de la cultura, de la expresión rusa, a través de la animación”, explica al respecto Aranedo.
Además de las competencias habituales (en categorías por rubro técnico), en 2016 el Festival Cartón inauguró una competencia temática. Si el año pasado se dedicó a las cuestiones de género, esta vez le tocó a la violencia institucional. “Una espeluznante casualidad”, comenta Aranedo en alusión a la desaparición forzada de Santiago Maldonado. Si el año pasado en el bar de FM La Tribu había una exposición inquiriendo por el paradero de Julio López (se cumplían diez años de su desaparición), este año se multiplican los carteles pidiendo la aparición con vida de Maldonado y denunciando la responsabilidad estatal, especialmente de Gendermería y el ministerio a cargo de Patricia Bullrich. “En esta sección hay temáticas como la estructura laboral, los refugiados en el mundo desplazados por las guerras y también las víctimas del aparato represivo del Estado”, destaca Aranedo. Es que la animación, nos recuerda Cartón, narra el tiempo que le toca vivir.