“Ésta es una obra que tiene mucho de cuento, mucho de fantasía y sueño”, dice Leonor Manso, directora de la obra que subió a escena en la sala Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes. Se trata de Aurora trabaja, de Mariana de la Mata, dramaturga y actriz argentina residente en España. Es una pieza que, a partir de una situación poética tematiza, entre otras cosas, la dependencia de la mujer respecto del poder del salario que detenta el hombre. Es por esto que la autora encabeza su texto con una cita de la escritora y activista feminista italiana Silvia Federici, en la que se establece que las discriminaciones entre hombres y mujeres se deben al sistema que ha instalado el capitalismo, al cual llama “patriarcado del salario”.
La dramaturga también considera que esa misma noción promueve las diferencias entre colonizadores y colonizados, al constituir una organización de la desigualdad: el varón tiene el poder del salario y se convierte en el organizador del trabajo de la mujer. Y en ese rol de supervisor, el hombre tiene el poder de disciplinar. Con diseño sonoro y música de Pablo Jivotovschii, iluminación de Verónica Alcoba, vestuario de Mariana Seropian y escenografía de Laura Copertino, la puesta de Manso está interpretada por Paloma Contreras, Ingrid Pelicori, Gabo Correa, Juan Garzón y Mariano Garzón.
En medio de un bosque donde los ciervos intentan esconderse en temporada de caza, Aurora (Contreras) vive en compañía de una mujer mayor (Pelicori) y dos jóvenes, interpretados por los hermanos Garzón. Aurora trabaja en una estación de servicio, repartiendo su tiempo entre la carga de nafta y el servicio del bar, y es la principal proveedora del grupo, aunque la anciana no deja ni un momento de tejer pulloveres y mantas que vende como artesanías de la zona. Además de no tener el poder de limitar su horario de trabajo, la joven tiene que soportar los embates abusivos de su jefe, el Loro (Correa), un hombre que está convencido de que ella forma parte de sus pertenencias.
Así, Aurora vive el martirio que significa estar disponible en la ruta para toda tarea. Una pesadilla que encuentra otros matices sombríos cuando llega a su casa, por el clima insoportable que sus habitantes imponen naturalmente. Se trata de una morada seudo familiar que tiene poco de refugio y mucho de cárcel. Pero para Aurora no hay margen para ejercer la voluntad de huida: la falta de dinero manda. La autora elabora una comparación entre la protagonista y los ciervos que merodean por la zona, presos en potencia y seguras víctimas de la temporada de caza, una actividad que explica “lo que sucede con los vínculos signados por el puro deseo de dominación”.
Sin ánimo de develar el desenlace, la autora igual advierte que “Hay una fuerza que se despierta cuando la perversión supera el límite de lo tolerable”. En ese sentido, el nombre de Aurora es una de las pistas que el espectador tiene para imaginar que, tal vez, haya una posibilidad de transformación. De la Mata también considera que su obra puede ser vista como un cuento oscuro que propone una atmósfera encantada donde no todo es lo que se ve. Leonor Manso e Ingrid Pelicori hablan de la obra y su significación en una entrevista con Página/12. Ambas se conocen de toda la vida, ya sea por haber asistido desde siempre a sus respectivos estrenos como por haber participado de las asambleas de la Asociación Argentina de Actores, o por haber coincidido en televisión y hasta por compartir algunos veranos en Villa Giardino, la casa de descanso que su sindicato tiene en Córdoba.
Entre las actrices hay una larga historia de coincidencias teatrales, la última, Cae la noche tropical, versión de la novela de Manuel Puig que estrenaron en 2018 y retomaron en 2022. Y entre sus varias coincidencias en torno de la poesía, juntas habían elaborado la dramaturgia de Absorta y desnuda, un espectáculo basado en textos de la poeta Leonor García Hernando, que dirigió Mariano Dossena. Por su parte, Manso ya había dirigido a la actriz en cuatro oportunidades, la primera vez en 2001, en Cianuro a la hora del té, del checo Pavel Kohout, y 8 años después, en Antígonas, de Alberto Muñoz.
Entre Manso y su hija Paloma Contreras hubo también coincidencias teatrales: ya habían compartido escena cen el marco de Teatro X la Identidad y el streaming las volvió a reunir cuando estrenaron durante la pandemia la obra de Cristian Palacios La pasión según Teresa Von Hauptbanhof, con dirección de Naya Pose en el ciclo Cervantes online. Pero ésta es la primera vez que Manso dirige a la hija que tuvo con el actor Patricio Contreras, al menos, a esa hija ya convertida en actriz: de adolescente, cuando no había definido todavía su vocación, Paloma había participado del elenco de La diosa, una propuesta para 56 actores que su madre dirigió en el patio de la ex cárcel de mujeres, en 1999. Una experiencia que tiene puntos de contacto con Aurora trabaja, por su visión de género, al igual que la mencionada Antígonas.
-Por su mirada particular, ¿creen que esta obra podría haber sido escrita por un dramaturgo?
Ingrid Pelicori: -La obra toca un tema de género y creo que un hombre no la hubiera escrito. Pienso que por lo poético de su tratamiento, algo que es muy distintivo de este material.
Leonor Manso: -Es una obra muy particular, muy sensible. Hay un bosque, eso dice mucho de su clima de fantasía. Los personajes viven lejos de una ciudad y son seres marginados que por alguna razón se encuentran conviviendo. Están los Melli, dos chicos que tal vez llevó Aurora a la casa, pero no se sabe bien.
I.P: -También nos gustó que quedara en la ambiguedad, si mi personaje es madre o no de Aurora, aunque sí se sabe que los chicos no son hijos de ella. Lo que importa es que se vuelven familia.
-¿Cómo está planteada la relación entre unos y otros?
I.P: -Otro de los temas principales de la obra son los vínculos humanos. Desde el cuidado al diferente, que es lo que hace Aurora con los Melli, hasta el uso de la persona como un objeto, que es la actitud que tiene el Loro con la protagonista. Mi personaje es una mujer mayor que está muy preocupada por la supervivencia: está dispuesta a aceptar lo que sufre Aurora pero le parece que los chicos implican una carga tremenda, porque en la situación precaria en la que se encuentran son dos bocas más que hay que alimentar.
-La autora habla de “cuerpos útiles” y “cuerpos inútiles”...
I.P: -Los chicos y la vieja serían esos cuerpos inútiles. Aunque esta mujer que es mi personaje teje todo el tiempo y también intenta volver útiles a los demás.
-¿El tejido puede interpretarse como metáfora?
I.P: -Ella teje para resolver la supervivencia. Pero también tiene que ver con su preocupación por abrigar, y sí, puede verse allí algo poético, porque en esta obra nada es sólo una cosa, sino que todo está, a la vez, en otro plano.
-¿Allí está, entonces, la clave del lirismo de la obra?
L.M: -Sí, que todo haga referencia a otra cosa hace que ésta sea una obra que tiene mucho de cuento, con mucho de fantasía y sueño. Un bosque, un personaje malo como un lobo feroz...
I.P: -Y otros personajes que tienen un halo de misterio y magia. Hay una relación con los ciervos, con la caza...
L.M: -Sí, es Aurora la que se identifica con los ciervos. Su vida “se encuentra amenazada, como un recurso a saquear”, dice la autora.
I.P: -Y en ese sentido, podemos señalar que la palabra “ciervo” también puede ser escuchada como “siervo”.
-¿Quién determina aquí el valor de la vida de unos y otros?
L.M: -Lo determina el poder, que está representado por el Loro. Un personaje malvado que la autora humaniza también porque deja ver que no hace más que reproducir lo que otros hicieron con él.
-¿Y los que llegan de lejos?
I:P: -Son norteamericanos, religiosos, que llegan para cazar. La presencia de esos forasteros habla de una doble moral. Pero mejor no adelantar más.
-¿Cómo fue trabajar con los mellizos Garzón?
L.M: -Los personajes de los Melli, que se conectan jugando todo el tiempo a los videojuegos, son interpretados por Juan y Mariano, hijos de Gustavo Garzón y Alicia Zanca. Fue hermoso trabajar con ellos. Hermoso ver a dos chicos con Síndrome de Down que trabajan con tanta profesionalidad.
I.P: -Y que nunca se dispersan. Porque aunque puede pasar un tiempo largo en que están en escena sin intervenir, están muy atentos y recuerdan muy bien lo que tienen que hacer.
L.M: -No es lo primero que hacen en teatro. Se nota que son hijos de actores. Y su hermana Tamara también es actriz. Enseguida se me ocurrió convocarlos para esta obra. Que estén ellos es una de las cosas maravillosas de este espectáculo. La presencia de ellos potencia el mensaje.
-¿Y cómo puede enunciarse ese mensaje?
L.M: -Se habla de lo humano, del amor, la protección y el afecto. Y después está la transformación de Aurora.
-Ya con ese nombre se puede pensar en un renacer.
L.M: -La obra cuenta su toma de conciencia de lo que es injusto. Y a partir de allí hay una transformación.
-También Paloma nació en el seno de una familia de teatro. ¿Cómo fue dirigir a la propia hija?
L.M: -No tuvimos problemas porque las dos sabemos que estamos al servicio de contar esta obra. Sabemos que lo primero es el teatro. Paloma ya tiene un largo recorrido como actriz.
-Más allá de este próximo estreno, la pregunta se impone: ¿Cómo vivieron la jornada del domingo pasado?
L.M: -Lo mejor que tengo para decir es que es una suerte que tuvimos elecciones y que seguimos en democracia. Que la gente elige.
I.P: -Sí, pero me gustaría decir también que me alivia que no hayan crecido los votos para Milei. Que él fuera la opción deseada me hacía preguntarme qué está pasando con nuestra gente.
La autora del texto
La autora de Aurora trabaja, Mariana de la Mata, nació en Argentina y actualmente reside en Madrid. Se formó como actriz y directora en el Estudio Sportivo Teatral de Ricardo Bartís, donde además fue parte del equipo docente y artístico entre 2008 y 2013. En dramaturgia se formó en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático de Buenos Aires (EMAD). Actualmente fue reconocida con destacadas distinciones en su país de residencia. Su obra Aurora trabaja ya fue traducida a 4 idiomas. Como actriz, De la Mata se destacó en Seré tu madre tranquila, recientemente estrenada en el Ciclo de Teatro argentino en Madrid, organizado por la sala El Umbral de Primavera.
De la biología a las tablas
Leonor Manso pensó que la biología sería lo suyo hasta que un profesor le hizo comprender que si buscaba descubrir el origen de la vida, se había equivocado de carrera. Su fascinación por lo teatral comenzó a raiz de una experiencia de la niñez: “fue en una iglesia de Villa Ballester, donde mis padres me habían llevado a una misa cantada –todavía lo recuerdo y me dan escalofríos– y me impresionó para siempre la inmensidad del lugar, las luces y el incienso, la ropa y la voz del sacerdote”, resume. De modo que, luego de una fugaz experiencia en la escuela secundaria, el teatro se impuso apenas se desentendió de la facultad y las ciencias naturales. Con Juan Carlos Gené transitó su primera etapa de formación. El resto lo fue haciendo desde el escenario: “empecé en un grupo, en cooperativa como también se hace ahora, pero tuve la oportunidad de que me vieran y de allí en más no dejaron de llamarme”, afirma. Si bien sus primeros personajes fueron de pulso trágico, con los años Manso devino especialista en mujeres que condensan en su comportamiento tantos aspectos risibles como dramáticos. En 1996 con su puesta de Esperando a Godot, de Samuel Beckett, comenzó su carrera de directora. Actuaban Patricio Contreras, Miguel Guerberof y Alicia Berdaxagar.
*La obra se puede ver de jueves a domingos a las 19.30.