La alevosa voltereta de Mauricio Macri quedará en los anales de la deslealtad política. Sorprendieron la velocidad y el desprecio a propios y aliados a los que tomó por sorpresa. A los propios los trató como empleados y a sus aliados como enemigos, sin pasos intermedios, sin discusión y sin aviso, maltrató a las fuerzas que lo acompañaron desde el principio de su carrera hacia la presidencia y al otro día de la elección ya tenía todo negociado con Javier Milei.
“Hablé seis veces por teléfono y ayer nos encontramos”, dijo con cara de piedra, mientras le colocaba a Guillermo Francos como vocero de los libertarios, al recaudador Guillermo Dietrich, al candidato al Banco Central, Guido Sandleris, al candidato a encabezar la bancada mileísta, Cristian Ritondo y al candidato a presidir YPF, Javier Iguacel, así como otros dirigentes que ya estaban alineados.
El Círculo Rojo ve posibles ganadores y se mantiene expectante con Javier Milei, pero ya acercó el bochín a las filas de Sergio Massa. Es un acercamiento cauteloso, a la espera del apriete que llegará, como le ocurrió a Néstor Kirchner y con la esperanza de una disputa con el kirchnerismo para volcar al candidato hacia una propuesta más cercana a lo que fue el menemismo.
El Círculo Rojo maneja opciones. Pero Macri no. Tiene demasiadas causas en la Justicia y una fortuna en juego. Un gobierno peronista es su pesadilla. No piensa como político, piensa como empresario que ha sacado provecho de la política. Está más comprometido, encerrado en la trampa que le advirtió su padre cuando el hijo malcriado decidió entrar en política.
Piensa que con Massa tiene todo para perder, pero que le puede acercar a Milei votos de CABA y de Córdoba para hacerlo ganar. Es un cálculo que circuló por su cabeza desde el mismo momento en que se perfiló Patricia Bullrich afuera del balotaje.
Dijo que sólo había hablado seis veces con Milei, y apoyó esa afirmación increíble metiendo a su hija pequeña: “Antonia me dijo que lo tenía que votar, y la palabra de Antonia es sagrada". Macri es un personaje oscuro cuando esconde detrás de su hija las maniobras turbias que lo caracterizan en política.
El martes a la noche fue la reunión secreta en la casa de Macri, mientras en Juntos por el Cambio todavía no reaccionaban por la derrota. El miércoles fue la conferencia de prensa de una Patricia Bullrich incómoda y balbuceante y un Luis Petri reducido a una insignificancia. Sabían que el radicalismo y en general Juntos por el Cambio lo tomarían como una puñalada trapera.
“Papá tenés que apoyarlo a Milei”. Macri se esconde detrás de su pequeña hija para explicar una decisión que fue leída como una traición a su fuerza política. No dijo cuando se lo había dicho su hija. Todos comentaban en los ámbitos políticos que Macri había apoyado a Bullrich para destrozar a Horacio Rodríguez Larreta y que en la campaña había abandonado a Bullrich porque ya había arreglado con Milei. Todo eso por un consejo infantil.
El ex presidente no iba a dejar en libertad a los electores del macrismo. Y adelantó la conferencia de prensa de Bullrich para ganarles de mano a sus aliados de Juntos por el Cambio. Los insultos y acusaciones que se había cruzado con Milei todavía estaban frescos en la memoria de la gente cuando dió la conferencia de prensa. Hasta los medios macristas la acorralaron con preguntas que la mostraban como una persona con muy baja autoestima, por calificarla de alguna manera.
Macri agregó que el encuentro con Milei había sido para llevarle su respaldo. “No fuimos a pedir nada, no fue un toma y daca”. Y después que dijo eso, hizo circular trascendidos en los que confirmaba que Milei había aceptado incorporar numerosos cuadros del macrismo a su gestión en caso de ganar. Son las formas de actuar de Macri.
Es difícil entender la razón por la cual Milei aceptó esas incorporaciones que prácticamente convertirían a Macri en el verdadero poder detrás de un potencial gobierno libertario. Milei venía de ganarle al macrismo y dejarlo fuera de la segunda vuelta. Tenía argumentos de peso para poner en la mesa de negociación. Pero también es cierto que Milei cree en la supremacía de los millonarios como héroes de un mundo ultralibremercadista. Milei ha sido siempre un empleado y Macri no actúa como jefe, sino como Patrón. También es conocida la costumbre de Macri de espiar a propios y ajenos, un detalle que nunca hay que dejar de lado.
Por el lado del radicalismo no se entiende cómo funcionaba la alianza con el macrismo. El titular del partido, Gerardo Morales, reconoció que hacía más de un año que no hablaba con Macri. Es un partido centenario, pero se dejó primerear por la malicia del empresario.
Macri dijo que los radicales y la Coalición Cívica habían dejado en libertad a los electores. Y que ellos harían campaña por Milei. Macri aseguró que no rompería la alianza que él había fundado. Dijo lo contrario de lo que había hecho, práctica común del personaje. En su entorno dicen que la ruptura no los afecta “el 90 por ciento de Juntos por el Cambio sigue a Macri”.
En realidad, el radicalismo tiene una estructura territorial de gobernadores, senadores, diputados e intendentes más grande que la del PRO, sin contar con el larretismo que hasta ahora se mostró aturdido por la arremetida de Macri. La desconfianza y la bronca con el grupo de Macri serán grandes obstáculos para la permanencia de la alianza conservadora.
El entorno de Milei no asimiló alegremente los compromisos que asumió su jefe y hasta su hermana Karina siente su influencia desplazada por los espacios que han ocupado dirigentes del macrismo. Es una fuerza que creció muy rápido detrás de una figura que atrae con un carisma bizarro. El carácter de Milei es inestable y explosivo.
Ya no es el ganador en ascenso indetenible del comienzo. Se estancó en una cifra que le alcanzó para un segundo puesto. Es Francia. Circularon rumores de que se bajaría antes de las elecciones, él las rechazó, dijo que era “un luchador”, pero su ánimo no fue el mismo que antes de la primera vuelta. Su candidatura se basa en la ilusión y el segundo puesto corre el telón de las ilusiones y deja ese lugar a una persona que mendiga votos ofreciendo puestos a izquierda y derecha o que habla de “murmullos que le llenan la cabeza”.
Aunque no lo dijo por esquizo, sino por los técnicos que hablaban fuera de la pantalla, lo cual es normal, se lo vió muy nervioso y artificial, como un candidato que actúa para ganar votos. Con los números de la primera vuelta se aseguró un bloque de 7 senadores y casi 40 diputados. Es un buen punto de partida. La incógnita es si soporta la derrota un discurso que promete la solución de todo y no sabe resolver el primero, que es ganar las elecciones. Sin esa cuota ilusión que da esperanza a los ingenuos, lo que quedan son consignas desopilantes y la magia se convierte en idiotez.
Unión por la Patria se corrió a un costado y dejó solos en el escenario a sus competidores de Juntos por el Cambio. Silencio de radio. Leandro Santoro, que hizo una muy buena elección en CABA, se bajó de la segunda vuelta para no cruzar su campaña con la de Sergio Massa.
En la previa de las elecciones, el escenario estuvo ocupado por el debate muy fuerte en Unión por la Patria, que en este momento se presenta muy unido. La derecha, que durante la previa gozó con las discusiones de sus adversarios, se convirtió ahora en una gran telenovela de traiciones y desencuentros.