A Ada Luz –27 años, estudiante de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires– la policía se la llevó de la Avenida de Mayo a las ocho de la noche. Había ido a la marcha con su primo, y estaban mirando la desconcentración cuando comenzaron los incidentes y las detenciones. Tres policías con chalecos bordó la tiraron al piso, le precintaron las muñecas y la subieron a un celular. Ada quedó acusada de integrar el “grupo molotov” –esto es de haber sido parte de un grupo de manifestantes que tiró “piedras, molotovs y bombas de estruendo contra personal policial”–; pero estos hechos ocurrieron después de la hora en que fue detenida.
–Son incidentes muy posteriores, de mucho después. Yo llegué a ver que tiraban unas vallas y que habían prendido unos cartones para disipar los gases lacrimógenos, nada más, –contó ayer a PáginaI12–. Todo lo demás pasó más tarde.
“Me gritan a mí ´quedate quieta´, se me tira encima un oficial vestido de civil, entre tres me agarran, me ponen los precintos, me llevan. Vi que detenían a una chica, que le pegaban una patada”.
–¿También la golpearon?
–Me patearon. Tengo hematomas en las piernas, y raspones de cuando me tiraron al suelo.
–En la comisaría, ¿pudo hacer un llamado?
–No. Según la policía de la comisaría 4, no teníamos derecho a ninguna llamada hasta que el juez lo determinara. Así fue hasta el domingo, a las cuatro de la tarde, que pudimos ver a los abogados, aunque después de tener una discusión fuerte.
–¿Como fueron las condiciones de detención?
–En Comodoro Py nos trataron de una manera asquerosa. Fue muy duro: el frío, el hambre que pasaron las chicas... Yo me negué a comer desde que entré, pero vi cómo a las chicas, que estaban pidiendo que les dieran de comer, les llevaron recién a las dos de la tarde un sanguchito y no les volvieron a dar comida hasta a las tres de la mañana siguiente, cuando ya nos habían llevado a Lugano (para ser liberadas). Todo fue en ese nivel: encierro, aislamiento, imposibilidad de hablar con nadie. Se manejaron con perversidad: a mí me habían mandado una bolsa con comida, pedí que me la dieran para las demás; no la trajeron. En un momento un policía pasa y pregunta “¿Quién pidió una pizza?”. Después supimos que María del Carmen Verdú, una de nuestras abogadas, nos había mandado una pizza. El guardia había pasado como gozándonos porque se la habían comido ellos.
–Hubo denuncias sobre que hicieron desnudar a una detenidas.
–Sí. En la comisaría 12, tres policías, dos hombres y una mujer, le dijeron que se desnudara. Ella se encontraba en una situación muy vulnerable como para caer en la cuenta de lo que estaba pasando. Uno de los policías la filmó, le filmaron los tatuajes mientras los otros miraban. Una de las chicas nos contó también que la desnudaron completamente, las hicieron agacharse, toser para ver si tenían cosas guardadas, abusos de ese estilo que no tenían razón de ser para la situación de la que veníamos. A otra chica, que estuvo detenida conmigo, le habían golpeado la cara contra el asfalto al detenerla. El médico que pasó a constatar cómo estábamos le dijo que tenía que quedarse en ropa interior para ver si tenía lesiones. Como ella se negó a que la revisaran en ropa interior, el médico escribió que no tenía lesiones, pero su cara estaba marcada por el golpe.
–¿Por qué había ido a la marcha?
–Para exigir la aparición de Santiago Maldonado, porque me parece que es una situación que no puede suceder. Para exigir una respuesta, es evidente que ellos tienen los registros de cuáles fueron los móviles que participaron en la represión a los mapuches y saben cuál es el móvil que se llevó a Santiago. Es una cadena de violaciones: lo que nos pasó a nosotros fue por estar en una manifestación reclamando la aparición de Santiago, que desapareció cuando apoyaba el reclamo de los mapuches. También había dio para que ese reclamo no siga siendo invisible.