Desde Brasilia
El ojo lúcido. César Charlone dirigió la película El Baño del Papa, dio clases en la Escuela Internacional de Cine y TV de Cuba y fue ternado al Oscar como director de fotografía de Ciudad de Dios. El año pasado filmó los últimos días de Dilma Rousseff en el palacio presidencial. Durante tres meses este realizador uruguayo talentoso, además de agudo observador político, visitó diariamente el Palacio de Alvorada convertido en una trinchera de columnas delgadas sitiada por los golpistas que lo tomarían por asalto. Un año después del golpe y mientras termina la edición del documental Charlone recuerda que era “muy impresionante ver a Dilma resistiendo en ese lugar inmenso, con esos grandes ventanales. Me quedó una imagen de ella, solitaria, mirando cómo paseaban en el parque las avestruces silenciosas. Estaba viendo como se caía la democracia”.
–¿Era la soledad del poder?
–Tal cual, era alguien que sabía que se había quedado sola pero no quería bajar la guardia, creo que ella sabía que la historia era inevitable, pero nunca dejó de combatir como una guerrera.
–¿Cuál fue el momento más intenso de esos tres meses?
–Hay dos que no los puedo contar porque sería revelar la historia de la película.
–¿Y el Día D desde el punto de vista político?
–El 31 de agosto cuando la condenan en el Senado y asume Temer es importante, pero yo diría que el 29 de agosto fue el gran momento, fue cuando ella fue al Senado para hacer su propia defensa cara a cara ante sus acusadores. Ella no estaba obligada a ir, fue su decisión política, fue una larguísima defensa de más de 12 horas. Se defendió con total dignidad de unas acusaciones absurdas.
El momento fundamental fue cuando ella le clava los ojos al senador Aécio Neves (candidato presidencial derrotado en 2014), y él le saca la mirada. O sea Neves, que era el tipo que le inició la denuncia porque no quiso reconocer que había perdido las elecciones, no aguanta enfrentarla.
Fue el instante que resumió todo: una mujer con ese rostro duro, de una gran integridad, frente a un político menor. Neves con sus trampitas, que habla de moral y después se supo que le pedía la plata a los empresarios y su ayudante fue filmado cuando recibía plata.
–¿Cómo fue el último día de Dilma en el Palacio?
–Ella se fue una semana después del juicio, y se fue enteraza, lista para entrar a la cancha y jugar otro partido, cagándose de risa. Para Dilma salir definitivamente del Palacio no fue dramático. Se fue de Alvorada para el Aeropuerto de Brasilia y de allí para Porto Alegre lista para retomar la lucha que está dando ahora contra Temer.
En ese momento del adiós a mí me interesó ver a la gente alrededor de Dilma para comprender más a fondo la historia. Es lo que en cine llamamos como el contraplano. Es el cowboy que desenfunda la pistola y vos en lugar de enfocar al tirador enfocás la cara de miedo del que va a morir.
Dilma se fue a las 2 o 3 de la tarde, el sol estaba fuerte, había mujeres en el portal Alvorada, mujeres de la edad de ella tirando flores, había indignación, gente que gritaba que iba a llegar un corrupto como Temer en lugar de una presidenta honesta, militantes con banderas. Era el desenlace que todos esperábamos, era un momento histórico que se veía venir.
–¿Ese temple de Dilma lo atribuís a sus años en la cárcel?
–Yo creo que hay algo genético, hay algo que le viene de lo húngaro, su padre era un inmigrante venido de Hungría. Es algo muy fuerte, que viene del frío, de gente que la peleó, ella amaba mucho a su padre.
Luego está la historia de sus años de cárcel (década del 70), la militancia durante la dictadura la endureció. Es una mujer que estuvo en cana donde le dieron como en bolsa, que vive en un país machista, que fue víctima de un golpe misógino, todo eso la endureció.
Nunca la vi llorar, jamás. La única vez que la vi con la voz tomada, cerca del llanto, fue en el Senado cuando habló de su cáncer.
La gente que viene de aquella militancia es dura, por eso encanta la sensibilidad del Pepe Mujica que tiene una delicadeza especial, pero la mayoría son duros como Dilma.
En una entrevista a la BBC ella dijo ‘yo no me deprimo, me dijeron que es un defecto no entristecerse, un amigo me recomendó hacer meditación, yo sé que tengo fama de ser dura, y así soy, qué se va a hacer’.
–Durante los últimos meses previo a su caída Dilma pareció demostrar un liderazgo tardío.
–Sí, total. A ella la vimos crecer como líder en ese período previo al golpe. Allí aparece una Dilma política hablando sonriente en los actos. Entra a los actos con carisma, hay se ve cómo ella logró construir un liderazgo en medio de una situación muy complicada, y un liderazgo fuerte especialmente con las mujeres que se identifican con esta presidenta atacada por hombres,que es víctima de un golpe misógino. Ella lo ha dicho.
Y también es verdad que Dilma toma el discurso feminista en este momento final, porque durante su gobierno esto no estaba tan presente. Creo que Dilma se da cuenta que tiene que asumir su batalla primero como una presidenta que fue elegida y segundo por su condición de mujer, como la primera mujer que gobernó Brasil.
–¿Cuál fue la imagen que mejor capturó la idea de la derrota?
–Lo he acompañado al PT desde hace mucho tiempo, seguí a Lula como dirigente metalúrgico en los años 70, conozco bastante la historia de la izquierda brasileña y es claro que la caída de Dilma fue una derrota importante. Para mí una de las imágenes con más mensaje de derrota fue la del 12 de mayo del año pasado, cuando Dilma es separada del cargo provisoriamente, tiene que salir del Palacio del Planalto (sede del gobierno) aunque continúa viviendo en el Palacio de Alvorada. Lo importante es que a partir de ese día no ejerce más como presidenta, tiene que dejar el Planalto para que entre Temer, que llegó unas horas más tarde y asumió como interino hasta el 31 de agosto. Esa imagen del PT saliendo del Planalto fue dura, con Dilma dando un discurso rodada de ministros y Lula atrás destrozado.
Los dos palacios de Temer
Una vez desalojada Rousseff, el entonces vicepresidente Temer ocupó el Palacio de Alvorada y cambió los símbolos del poder: adoptó el eslogan “Orden y Progreso”, heredado de la dictadura y archivó el estilo sobrio de Dilma. Contrató una empresa para servir exquisiteces en el avión presidencial y aumentó el número de amas de llave. Los trajes a medida de tela italiana e inglesa ya eran una marca del estilo Temer que cuando llegó a la Presidencia decidió vivir a cuerpo de rey. Utilizó el Palacio de Alvorada para brindar banquetes a políticos y empresarios, mientras continuó residiendo en el de Jaburú, que es el predio donde viven los vicepresidentes.
–¿Con Temer llegó otra estética del poder?
–A ver...Temer es el reflejo de la idea del poder que tiene la derecha. Yo creo que para Temer ser presidente es al mismo tiempo vivir con todos los lujos. Y mientras tanto hay imágenes del Brasil actual que nos retrotraen al país del Imperio, el país que demoró mucho en abolir la esclavitud. Temer llega al gobierno y lo primero que hace es congelar el gasto público por veinte años, para favorecer a una aristocracia compuesta por unos infelices que imitan a los aristócratas de Europa con sus yates. Esta gente vive como los cortesanos del Imperio portugués, viven imitando a los ricos del primer mundo, Temer parece que imita el lujo de Donald Trump.
–¿ Filmaron los primeros días de Temer en Alvorada?
–No nos dieron margen, yo quería filmar el desmonte del Palacio, cuando sacaban las cosas de Dilma pero no nos dejaron. Nadie usó la violencia contra nosotros, pero nos dieron a entender que nos fuéramos. Pero de todos modos pudimos quedarnos un poco después de que Dilma se fue.
Lo que vimos dejó muy claro que la gente de Temer quería sacar toda señal de Dilma. Sobre eso tengo una imagen fantástica, cuando vinieron unos tipos a fumigar todo el lugar. Esa fumigación me pareció un símbolo muy fuerte de lo que Temer quería hacer con el pasado.
–¿Cómo será el documental?
–Este es un documental dirigido por tres profesionales, que somos Anna Muylaert, Lo Politi y yo. Ellas ya conocían bastante a Dilma, tenían trato, yo no. Lo que queremos hacer es algo más cinematográfico, algo muy enfocado sobre Dilma, lo produjimos de forma independiente y ahora estamos negociándolo con distribuidoras internacionales.
–¿Cómo contar el golpe sin ser oficialista de Dilma?
–No será nada oficialista. Yo creo que para hacer propaganda mejor que la haga un publicitario, nosotros nos propusimos hacer algo que invite a reflexionar sobre lo que pasó, algo que pueda ser visto dentro de un tiempo. Es una película crítica, claro que le damos palazos a la derecha, pero también hay críticas a la izquierda, se plantean las cosas que no se hicieron bien.
–¿La izquierda comunica bien?
–Yo creo que la bandera visual es muy importante, en ese sentido el Pepe Mujica fue coherente, siempre se movió con simplicidad, creo que Hugo Chávez no cambió su forma de ser, creo que fue importante que García Márquez fuera a recibir el Nobel de guayabera. Yo le doy importancia a esos pequeños símbolos, porque tienen importancia política. Por ejemplo el Papa que llega al Vaticano y se viste con austeridad, cambia la cama por una más simple, son gestos que el pueblo ve. Pero no siempre se comunica bien. Por ejemplo, Tabaré Vázquez en el primer día de gobierno socialista sale con el auto oficial por la rambla de Montevideo, con toda la escolta, con los batedores, es un símbolo que no me gusta. El PT también cometió errores en la comunicación.