Al acercarse el final del primer año de su tercer mandato presidencial en Brasil, Lula da Silva tiene amplios motivos de satisfacción y otros tantos de preocupación.
Además de retomar programas sociales que marcaron sus periodos anteriores, como el “Mi casa, mi vida” o la “Bolsa familia”, vio como la economía creció, la inflación bajó y la estabilidad económica sigue firme.
Ya las preocupaciones se concentran en el Congreso, en especial la Cámara de Diputados, cuya amplia mayoría oscila entre la ultraderecha y el más voraz hambre por recursos que ni siempre son usados de manera honesta. Queda clarísimo, una vez más, que no se trata de partidos políticos que se venden: se alquilan.
Cada proyecto importante debatido entre Diputados tiene un precio, y ese precio no hace más que subir. El actual presidente de la Cámara, Arthur Lira, tiene un poder poquísimas veces visto antes en Brasil.
Nada de eso, sin embargo, impide que Lula tenga un ojo puesto – y muy bien puesto – en la vecina Argentina, que el domingo 19 de noviembre elegirá entre el peronista Sergio Massa y el ultraderechista Javier Milei su nuevo presidente.
En público, Lula no expresa su firme apoyo a Massa. Ya varios de sus ministros lo hacen, y el todopoderoso titular de Hacienda, Fernando Haddad, ha sido explícito el mencionar que Brasil ve “con preocupación” la posibilidad de que Milei salga vencedor.
El motivo de esa preocupación serían las duras críticas del ultraderechista al Mercosur, que pretende liquidar, y al “comunismo” del actual gobierno brasileño.
Procurados por periodistas, los ministros e interlocutores más cercanos a Lula aseguran que la posición del presidente es de “tranquilidad”, argumentando que en sus mandatos anteriores se “llevó bien” con gobiernos de derecha en la región.
En la práctica, el cuadro es bien distinto. Lula directamente y parte esencial de su gobierno prestan total respaldo al candidato peronista.
Un buen ejemplo: fueron despachados para Buenos Aires tres de los publicistas más experimentados que ya trabajaron para Lula y diversos otros candidatos del PT. Los tres encabezan un grupo que, en total, reunió a veinte personas.
Llamados en Brasil de “marqueteiros”, en alusión al marketing político, ellos fueron de gran utilidad para elevar Massa entre el electorado luego de la victoria del ultraderechista en las PASO, las primarias argentinas. Y trabajan de manera reforzada en la recta final. Su blanco principal son los electores jóvenes que se habían acercado al ultraderechista.
En el gobierno brasileño la expectativa es que el respaldo de los también derechistas Patricia Bullrich y el ex presidente Mauricio Macri a Milei tendrán efecto apenas relativo en el electorado.
De aquí al domingo de la votación las atenciones de Lula y sus colaboradores más cercanos no harán más que crecer.
El desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro y sus hijos, por su vez, prestan total solidaridad a Javier Milei.
Ocurre que en Argentina, al revés de lo que pasa en Brasil, casi nadie les da importancia, y su peso político es ínfimo.