Ya son nueve los colegios secundarios tomados contra la nueva reforma educativa que planea el gobierno porteño. Para los estudiantes, la Escuela del Futuro -como llamaron a la reforma desde el Ministerio de Educación- desatiende las necesidades "del presente" y propone una serie de cambios drásticos de dudosa implementación. Por ejemplo, propone la incorporación de tutores a cargo de organizaciones y un sistema de puntos, que según los alumnos, priorizará la competencia sin atender las dificultades individuales. También suma un ciclo de “prácticas profesionalizantes” para el último año, donde los chicos no irán a la escuela sino a la organización o empresa donde haga la práctica.
“Esta nueva reforma es una profundización de la Nueva Escuela Secundaria pero que cambia la dinámica y metodología dentro del aula. Cambia el rol de los docentes y de los espacios. Tuvimos una reunión en el Ministerio y no supieron explicarnos cómo la iban a implementar”, le contó a Página/12 Federico Echaüe, presidente del Centro de Estudiantes del Normal 1, que está tomado desde hace dos días. Ayer, los estudiantes secundarios se manifestaron en las esquinas de Córdoba y Callao, Cabildo y Juramento y Belgrano y Jujuy.
Las secundarias tomadas contra esta nueva reforma educativa ya son nueve. Además del Normal 1, están tomadas la escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, el Normal 10, el Liceo 9 Santiago Derqui, el Antonio Devoto, la escuela Nº 8 Julio Argentino Roca, la escuela de Bellas Artes Rogelio Yrurtia, la técnica Nº 33 Plumerillo y el Comercial 7.
Según la presentación oficial, la reforma plantea la división de la escuela media en tramos: un ciclo básico de dos años, otro orientado de dos y el último, el “integrador y formativo del más allá de la escuela”. También planea agrupar las materias por áreas de contenidos, implementar un sistema de créditos para reemplazar las notas tradicionales e instaurar las prácticas laborales del último año.
“Nuestra posición es: primero el presente y después el futuro. Hay un montón de problemas y falencias para atender en la escuela pública, como los problemas de infraestructura, la invasión de ratas, las viandas que mandan con comida podrida y el hecho de que cuando llueve muchas escuelas se inundan”, sostuvo Federico. Además de los problemas que aquejan a las escuelas públicas hoy en día, el estudiante contó que la semana pasada se reunieron con Andrea Bruzos, subsecretaria de Coordinación Pedagógica, y que la funcionaria no supo responder algunas de sus inquietudes.
Una de las preguntas de los alumnos fue quiénes serán los “facilitadores” o "tutores" que se incorporarán a la cursada. “Toda la información que nos dieron es muy ambigua y no nos supieron responder. La funcionaria no supo distinguir entre una escuela media y una técnica y tampoco nos respondió qué iba a pasar con las escuelas que sí tienen pasantías rentadas. No supieron decirnos cómo van a implementar esta reforma y faltan cinco meses”, contó el estudiante sobre la reunión que mantuvieron con la funcionaria el martes pasado.
El cambio más dramático que propone esta reforma es la transformación del último año. Según la presentación oficial, la mitad del año será destinado a la "aplicación de los aprendizajes en empresas y organizaciones según talentos e intereses de cada alumno” y la otra mitad del tiempo escolar “al desarrollo de habilidades y proyectos relacionados al emprendedurismo”.
Desde el Ministerio informaron que la nueva modalidad para la secundaria se aplicará a partir del próximo ciclo lectivo. En 2018, serán 17 escuelas las que implementen la nueva cursada. Para la ministra de Educación porteña, María Soledad Acuña, las críticas contra la reforma de la escuela secundaria responden a un "temor" por la "falta de información". Además, Acuña negó que las prácticas educativas propuestas para quinto año alienten una precarización laboral encubierta. "Los alumnos no van a trabajar", aseguró.
Para los docentes, sin embargo, este es uno de los puntos más graves de la reforma. “Estamos en contra de una reforma que le quita horas de estudio a los jóvenes, porque hay medio año de quinto que no van a estar en el colegio. Entonces estamos acortando la secundaria a cuatro años y medio. Con esta reforma pretenden recortar de un plumazo 90 días de clases”, le dijo a este diario Eduardo López, secretario general de la Unión de Trabajadores de la Educación, uno de los gremios docentes mayoritarios de la Ciudad.
Para López, la Secundaria del Futuro propone “menos horas de estudio, pérdida de calidad educativa en los programas de estudio y un ahorro para compensar el recorte presupuestario”. “No estamos en contra de articular con el mundo de trabajo pero hay que hacerlo sin perder un segundo de clase”, opinó López, a la vez que sostuvo que las prácticas no pueden “encubrir mano de obra barata”.
Desde el gremio también cuestionaron que la reforma “desjerarquiza” la carrera docente al incorporar tutores que no se sabe qué tipo de formación tienen. Además cuestionaron los problemas pedagógicos que plantea la reforma.
“El primer problema es que la enseñanza por áreas renuncia al conocimiento disciplinar, algo que es necesario para resolver cualquier problema; el segundo es que los objetivos y propósitos de esta reforma están ligados a las habilidades y competencias más en línea con el entrenamiento que con la apropiación activa del conocimiento; y por último, se prioriza el individualismo sobre la comunidad. Lo que plantean como un trabajo autónomo aísla a los chicos, los pone frente a una computadora”, explicó Angélica Graciano, secretaria pedagógica de UTE.
Al igual que los chicos, los docentes sostienen que las escuelas tienen muchísimas necesidades desatendidas. “Plantean algo muy lejano a la realidad de la escuela. Se discontinuó la entrega de computadoras y las tecnologías que necesitás para las aulas digitales no están. En el Mariano Acosta, donde estoy yo, no hay comedor. Los chicos comen en las escaleras”, contó Graciano.