Continuando el hilo de los poemas inéditos publicados el domingo pasado, cedidos generosamente por el hijo de don Atahualpa Yupanqui, Roberto “El Coya” Chavero, salen a la luz dos nuevas piezas que llevan por nombre “Orgullo Salteño” y “Pensando”, pinturas invaluables que el cantor de la tierra profunda dedicó a tierras salteñas.
Estas poesías son acompañadas en esta nota por diferentes anécdotas y situaciones que muestran la fuerte vinculación que tuvo Atahualpa con la provincia de Salta, sobre todo en su tránsito desde la capital provincia hacia el sur gaucho.
Debut en Metán
Yupanqui había nacido en la ciudad de Pergamino, plena pampa bonaerense, en enero de 1908. Apenas 10 años después conoció, gracias al trabajo ferroviario que tenía su padre, la provincia de Tucumán, y con ello sus primeros acercamientos al norte argentino.
“Tenía algunos amigos muy queridos en Salta”, comenta su hijo “El Coya” Chavero desde la casa de Atahualpa, hoy museo, situada en Cerro Colorado, marcando con esto la fuerte ligazón del autor con la provincia norteña. Esta relación fue constante y de alguna manera iniciática.
Corrían tiempos difíciles. El advenimiento de la dictadura de Uriburu lo encontraba a don Atahualpa cabalgando inmensidades por el sur salteño. “Una semana después (del golpe de Estado) Atahualpa dio su primer concierto en el noroeste", se lee en la biografía de Atahualpa, “En nombre del folclore”, de autoría de Sergio Pujol.
“Estaba en Metán junto a su amigo el poeta José Solís Pizarro, cuando tuvo la idea de convencer a los dueños del Hotel Moderno de que ‘financiaran’ un recital suyo en la biblioteca del pueblo. El propio Atahualpa hizo la publicidad -cien papelitos con su nombre y el del hotel esparcidos por las calles del pueblo- y se paró en la puerta del salón a la espera de un público reticente, que empezó a acercarse solo por curiosidad”, comenta Pujol en la biografía.
Aquel debut también será para el cantor su primera presentación paga, en suma, su debut profesional. “Ya famoso, muchos años después, recordaría Atahualpa: ‘Minutos antes de empezar, dos paisanos se pararon frente a la puerta y se pusieron a mirar y a calcular, al ver que costaba un peso la entrada y se ofrecían diez canciones, entre zambas, vidalas, estilos, vidalitas y la ‘Canción del Carretero’ de López Buchardo. ‘Mirá’, dijo uno de ellos ‘un peso, son diez canciones. Estamos pagando unos diez centavos el verso. No está mal’”.
Esta anécdota poco conocida y fundacional para la carrera de Atahualpa, acompañado por amigos entrañables, da pie para disfrutar los próximos versos inéditos denominados “Orgullo Salteño”, donde justamente los amigos y las tierras al sur de la capital provincia resultan una constante:
Aparcero Joaquín Villa
Paisano de La Merced
Empriésteme su caballo
Para llegar al Perchel.
Potro bayo, cabos negros,
Orgulloso y volteador,
Sigue luciendo tus mañas
Ya ha muerto don Antenor.
En un moro treinta y tres
Orgullo gaucho de Salta
Camino a Campo Quijano
Va yendo el cura Peralta
El toro rompió los palos
Y ha disparao monte adentro
Tras el rastro le ha salido
Don Gumersindo Quevedo.
Si tiento’i guanaco
El lazo no se ha’i cortar
No has de zafarte torito
Que aquí está Balta Guzmán.
En Rosario de la Frontera
Continuando la vinculación de Yupanqui con el sur salteño, adentrándose en la ciudad termal de Rosario de la Frontera, y su célebre Hotel Termas. En él, las personalidades más destacadas de la alta sociedad argentina de principios del siglo XX, e inclusive del mundo, concurrían a curarse de dolencias varias, y a seguir cultivando relaciones sociales.
El historiador rosarino Carlos Maita, estudioso del Hotel, sus propiedades e inclusive experto en la figura de Palau, fundador del Termas y propulsor de las propiedades termales de la zona, dice: “No era para nada algo singular que tuviéramos la presencia de Atahualpa en Rosario, ¿por qué? Nos tenemos que ubicar en la década de 1930, año 1937 específicamente, cuando viene Atahualpa al Hotel aún no siendo un artista muy conocido”.
Maita remarca: “Termas era un centro turístico de gran importancia, uno de los más importantes de Argentina. Tenemos que considerar también que Termas marca el origen del turismo argentino. En la década del 30 estaba a cargo de una sociedad que tenía los puntos más altos del turismo argentino de esa época: el Llao Llao en Bariloche, el Hermitage en Mar del Plata, en Salta el Hotel Salta, y el de Termas de Rosario de la Frontera”.
Calos Maita subraya: “El tema artístico era una cuestión de se tenía siempre en cuenta como parte en el esparcimiento de la temporada alta, y el Hotel contrata ese año a Atahualpa Yupanqui para que llegue a dar un concierto de guitarra”, desentramando el motivo de la visita de Yupanqui al Hotel, lugar donde el cantautor se toma una foto emblemática, la única que se conoce de él vestido de gaucho.
Aquellas incursiones en el campo salteño, en las tierras del sur de la provincia, serán inspiración constante para el poeta del folclore. La flora autóctona, el poncho, la lluvia y la canción como fiel compañera de andanzas, aparece en este poema inédito titulado “Pensando”:
Mi esperanza la comparo
Con una flor de yuchán.
Por más que estiro los brazos
Nunca la puedo alcanzar.
Sobre los campos de Salta
Vuela una voz desolada.
Unos la llaman cumbreña,
Otros la llaman baguala.
Poncho de trama cernida
La lluvia no lo atraviesa.
Ojalá pueda mi poncho
atajarme las tristezas.
Callado se entierra el río
Cuando da con las arenas.
Arenas ando buscando
Donde enterrar esta pena.
Pensando me ve la tarde
Y mientras la sombra crece
Triste me pilla la noche
Y pensando me amanece.
El arriero va…
Luego de su paso por el Hotel Termas de Rosario de la Frontera, y de alguna manera completando un raid por el sur salteño, Atahualpa se internará en los campos del departamento de Anta, más precisamente en la finca de los Matorras. Esta situación la rescata el ya mencionado historiador Carlos Maita, en su búsqueda incesante sobre la huella dejada por Yupanqui.
En su búsqueda, el historiador se topa con un libro de Norberto Galasso, “Atahualpa Yupanqui, el canto de la patria profunda”. Las páginas de Galasso recopilan la propia voz de Atahualpa vertida en entrevistas en las que remarca con firmeza que la icónica canción “El arriero”, fue inspirada en Anta, provincia de Salta. La cita yupanquiana relata así el hecho:
“Fue en esos tiempos que me tocó ir cruzando por los montes boscosos de Anta, en Salta (…). Sería más o menos hacia el año 44 (…). Se me ocurrió meterme en la estancia de los Matorras, sobre los mismos cerros de Anta. Allá estaba con mi amigo el ‘Mushinga’ Ruiz Huidobro, asando una corzuelita recién cazada, cuando pasó un hombre arreando hacienda. Junto a nosotros había un puestero, cuidador del cerro (en esa clase de estancias, los cerros tienen cuidadores) al que invitamos a almorzar para que nos disculpara el hecho de haber cazado en la zona”.
El relato continúa: “Estábamos a la orilla de un río chiquito y pasó un paisano arreando una tropita de veinte vacas (…). Se llamaba el arriero Antonio Fernández. Le decían ‘Don Anto’, según lo supe cuando el cuidador del cerro lo reconoció y lo saludó con sus buenos días. ‘Buenos días, buen provecho’, contestó el hombre. Nosotros no habíamos comido todavía así que lo del ‘provecho’ nos sonó a insinuación. ‘Bájese don Anto’, le dijímos. –No –dijo él. Ya voy a venir más tarde en todo caso. Voy llevando esta hacienda para la finca. -¿Y por qué anda tan apurado? -le preguntamos. Encogiéndose de hombros el arriero contestó: -'Es que tengo que andar nomás. Ajenas culpas pagando y ajenas vacas arreando’… Se me pegó el refrán y ahí mismo lo anoté en unos papeles que llevaba en las alforjas. A partir de aquellos versos fui desovillando los otros: ‘Las penas y las vaquitas / se van por la misma senda / Las penas son de nosotros / las vaquitas son ajenas’. Así nació la canción ‘El arriero’”.
El debut profesional, el paso por Rosario de la Frontera y la inspiración en lo que fue quizás uno de los primeros cantos folclóricos de protesta, dan cuenta que la ligazón de Atahualpa Yupanqui con la provincia de Salta no fue algo menor.
El norte que lo abrazó y le dio cobijo, también se vio recompensado con su honda huella y sus historias infinitas, algo que el cantante dejó plasmado en varios versos. De esta rica e incesante lírica a Salta siguen apareciendo pequeñas grandes perlas de Yupanqui, y hoy, gracias al gesto de su hijo “El Coya” Chavero, son dos nuevos poemas los que salen a la luz proyectándose hacia la eternidad.