Dice Errol Morris que, por lo general, no tiene idea de por dónde comenzar sus películas; pero que hubo un diálogo que le aclaró el panorama. “¿Qué fue?”, contesta John le Carré. “Fue algo que me dijiste sobre la naturaleza de nuestra relación”. En verdad, aclara el autor de El espía que surgió del frío, fue algo diferente, más profundo: “Te pregunté quién eres”. Acto seguido, el escritor dice al realizador de The Thin Blue Line que conoce su trabajo, que vio su obra, y que en sus documentales lo ha visto cumplir un rol espectral, a veces jugar a ser Dios, y otras elegir estar presente: “Necesitaba saber con quién hablaba. ¿Eres mi amigo al otro lado del fuego? Esto es arte escénico, necesitas saber para quién actúas”.

Así comienza John le Carré: volar en círculos (The Pigeon Tunnel), film de estreno por streaming (Apple TV+), dedicado al escritor británico y maestro del espionaje, fallecido en 2020. La voz de Morris participa desde el fuera de cuadro; la imagen la ocupa el escritor. ¿Entrevista o interrogatorio? ¿Cuál es la manera adecuada para llevar a cabo un diálogo? Los métodos, por variados que sean, pueden perseguir cometidos similares; sea un interrogatorio de espías o un recurso periodístico. Le Carré -que verdaderamente sabía- dirá que se trata de entrar en simpatía con el otro, pero, advierte, nunca podrá saberse quién es la persona que está frente a uno.

Dicho esto, ¿con cuál imagen quedarse? ¿Con la del autor de bestsellers de espionaje o con la de David Cornwell, el espía secreto? La que se elija repercute en la otra, ambas se miran y la ambigüedad replica. En otras palabras, sin haber cumplido tareas de inteligencia durante la Guerra Fría para el MI5 y el MI6, David Cornwell nunca podría haber escrito como John le Carré. Pero también, y éste es uno de los lugares donde el film ahonda y apasiona, sin la infancia vivida, ese suelo fértil de donde todo lo demás crece, ¿qué clase de agente/de escritor habría sido Cornwell/le Carré?

Esa infancia se muestra compleja, con una madre ausente y con un padre maestro del fingimiento. Si la casa de la infancia era la que realmente se recuerda será difícil de saber; el ejercicio de la memoria cubre de ornamentos y disimula olvidos. Y por allí se cuela el arte de imaginar. Por esta vía, tempranamente, el niño se adentra, a partir de la figura de un padre, Ronnie Cornwell, que disfruta de disparar a palomas desde la terraza de un casino. Para el caso, el casino tiene un sistema: un túnel que las palomas atraviesan hasta la luz final. Al volar, reciben los disparos. Las que sobreviven, vuelven al lugar; al fin y al cabo, allí, así, fueron criadas. Esa imagen, cuenta le Carré, lo impactó y acompañó para siempre. Hasta el punto de ser el título siempre descartado de sus novelas. Finalmente, fue el nombre de su libro de memorias: The Pigeon Tunnel: Stories from my Life; el que también elige Morris para su documental.

Escuchar a le Carré permite un viaje en el tiempo, a los confines casi lejanos del siglo pasado y sus aventuras grises: a diferencia del pop marca Bond, los espías de le Carré no tienen glamour, son añosos, rumian malestar. Como bien dice: quien lee a sus personajes, no quiere identificarse con ellos. Entre las historias de vida -con la figura de ese padre y mentor, terrible en su desfachatez, maestro del engaño, estafador del afecto (y del dinero)- y los hechos históricos, el film del director norteamericano construye una figura escurridiza pero sólida. La templanza con la cual habla le Carré admira, sus palabras nunca trastabillan, tiene memoria perfecta, y dice de modo preciso cuando se siente dolido. En este caso sobresalen, al menos, dos momentos: la traición sobre su compañero de estudios, comunista (“él estaba en el bando equivocado”; dice; si bien agrega que “no puede saberse si se está en el lugar correcto”); y el pedido económico de su padre, previo a su muerte, que hace a le Carré deslizar una emoción subrepticia.

Mientras el autor de El topo habla, Morris intercala fragmentos de sus libros, de recortes periodísticos, archivo fotográfico, se vale de la ficción y de la animación (las palomas digitales), y establece un límite laxo entre los hechos ciertos y los imaginados: así, lo realmente vivido troca en situaciones ficcionadas (para la literatura de le Carré, para el cine de Morris). Entre medio, acompañan fragmentos de las películas que versionaron su obra. Todo oficia como un caleidoscopio, donde las imágenes siempre ofrecen una réplica. Los mismos encuadres muestran a le Carré dividido, entre espejos o con imágenes superpuestas, de dimensiones variables. La lectura visual se vuelve maleable y recuerda al Orson Welles de La dama de Shanghái.

Sobre el desenlace, hay una confesión que parece cierta, “algo que nunca dije”, aclara: “Soy un artista”. Le hace feliz escribir. Que los libros sean buenos o malos, ya es otro asunto (y son muy buenos, claro); lo que importa es escribir. Allí la felicidad elegida y la tranquilidad de corroborarlo con el tiempo ocurrido, con la vida vivida. Como corolario y rebote, no será desacertado pensar en que la misma vida, quizás, sea una puesta en escena de fingimientos, de simulacros y de caracterizaciones, que cada quién sabe cómo poner en acto. Así las cosas, ¿quién estará libre de ser un agente de moral doble?

8 (ocho) puntos

John le Carré: volar en círculos

(The Pigeon Tunnel)

EE.UU., 2023

Dirección y guion: Errol Morris.

Música: Philip Glass, Paul Leonard-Morgan.

Fotografía: Igor MOrtinovic.

Montaje: Steven Hathaway.

Con: John le Carré, Jake Dove, Charlotte Hamblin, Garry Cooper, Simon Harrison, Arlo Dodgson.

Duración: 92 minutos.

Disponible en Apple TV+