Un viaje sonoro a tres puntas –geográficas y musicales- puede resultar bien para estacionar y observar qué pasa con las músicas de raíz, hoy. Las tres puntas, aunque parcial y pequeño esbozo, claro, pasa por tres muy buenos discos de reciente factura. Uno litoral. Otro patagónico. Y un tercero, de procedencia norteña. Eucalipto, se llama el primero. Lo publicó el Club del Disco y pertenece a Yacaré Manso, artista correntino aquerenciado hace dos décadas en Buenos Aires, que justamente empezó a "musiquear" junto al milenio. Lleva siete discos ya, y en su latir porta una forma de concebir el mundo sonoro fuertemente marcada, esta vez, por nueve canciones propias, que se dejan impregnar por latires percusivos, baterías electrónicas, sintetizadores y guitarras tocadas por él. Intimismo tecno, cancionero y litoraleño,  provocado en plural por un fino hurgador de identidad(es) en pleno trance. Y en singular, por destellos de sus ríos cercanos que fluyen bellamente en “Empuja el sol”. Por esa gran porción mesopotámica que conforma un todo con el sur del Brasil (“Uma selva no coracao”), en yunta con Enzo Demartini y Lissa Tinoco. Por la más que explícita “Che Lucy”. Y por algún invitado deluxe, caso Franco Luciani, quien coloca su armónica indomable en “Barrio Estación”.

El disco de un hijo del norte grande que abrillanta la tríada se llama Ecléctica, y le pertenece a Manu Sija, tucumano de Simoca que la está rompiendo toda a través de sus incursiones con -y para- otros músicos argentos, de León Gieco a Lito Vitale, y así. En efecto, uno de los factores que enaltece su flamante doble trabajo solista es su cartel. No solo aportan en él Gieco y Vitale, sino también Teresa Parodi, Juan Falú, Marcelo Torres, Nadia Larcher, Marta Gómez, Flor Bobadilla Oliva y Ernesto Snajer, entre otros y otras. El tono total de Ecléctica –quinto trabajo solista de Manu, a quien Pat Metheny felicitó por su versión de “First Circle”- va de suyo no solo por el nombre, sino también por lo que fluye de sus veintidós piezas, siete suyas y un resto ajenas, en general cruzadas por lo acústico y lo electrónico. Loops, rancho, violines, hammond, tierra y máquinas unidos en un todo común hacen también al principio motor musical de este animalito que solo bien se lamió, y dio cátedra de folklore argentino en la Berklee. Tres llaves para entrar en Ecléctica: “De Balderrama a Simoca”, chacarera atravesada por formas sónicas con destino de hechizo; “La Nochera”, de Jaime Dávalos, porque sume, incumbe y funde las voces de Gieco y Nito Mestre en las profundidades de aquella zamba señera, y “Hay”, porque todo en ella –letra, música, mundo y ejecución- pertenece a Manu

La tercera pata del trípode disquero es Patagón (Acqua Records) trabajo de Ariel Arroyo, músico nacido en Santa Cruz. La huella patagónica queda clarísima de entrada, a través de “Hijos del viento”. Lo que suena en el track 1 es el sur. Su música. Su esencia indiana. Su intervención blanca. “Son los hijos que nacen / en los brazos del sur”, canta Arroyo, en el alba de un trabajo cuyo devenir encuentra en su camino las participaciones de Raly Barrionuevo y José Luis Aguirre. Otra manifestación de principios, dada por “Santacruceño”, pieza que no olvida resonancias de la Patagonia Rebelde, ni las reminiscencias del Aoniken. Y un resto de temas hecho de corraleras, una cumbia que nombra coirones –“El contrabandista”-, kaanis y milongas, necesario para que las músicas del sur sigan contando su historia.