“Si diera marcha atrás volvería a hacer exactamente lo mismo, porque me considero la persona más afortunada del mundo”, aseguró Sir Michael Caine ayer en el Festival de Venecia, en la presentación oficial de My Generation. “Una persona me preguntó si creía en Dios y yo le dije que sí. Cuando me preguntó por qué, le dije que si hubiese tenido mi vida también creería, pues no hay razón alguna por la que, por nacimiento, debiera estar aquí hablando con usted. Ni una sola razón, ni una”, explicó el actor, que relata en el documental lo que supuso para su país y, sobre todo para las personas de origen humilde como él, romper barreras sociales y prosperar. “Sucedió así. No porque fuese listo, sino porque tuve suerte. Fue el momento. Entonces se comenzaron a escribir papeles para personajes de gente trabajadora”, explicó. 

Los 60 fueron importantes “no sólo porque yo era un actor joven y muy pobre que intentaba abrirse camino, sino porque los 60 cambiaron la sociedad, que entonces era snob y clasista”, explicó Caine en rueda de prensa. “Nosotros sólo teníamos una emisora de radio, la BBC, y no se escuchaba música pop en la BBC, que era lo que nosotros queríamos escuchar. A diferencia de hoy, que se puede escuchar cualquier tipo de música de cualquier parte, en cualquier momento”, continuó el actor.

“Lo que hizo la generación de Michael fue cultura popular, y lo que quiero decir con eso es cultura de la clase trabajadora. Antes de los 60 era  cultura de clase alta como la ópera o el teatro”, explicó a su vez el director David Batty, que recordó una frase en el film de Paul McCartney que sintetiza el concepto: “la música pop es la música clásica de ahora”. Caine recordó que entonces los restaurantes eran sólo para gente rica, cerraban pronto y alguien pobre prácticamente ni se atrevía a entrar porque no sabía cómo manejarse. En aquella época, apenas hacía unos años que se había dejado atrás la cartilla de racionamiento y fue con la apertura de café–bares y la llegada de italianos que abrieron restaurantes que no cerraban a las 22, que la clase trabajadora comenzó a socializar más. “Aunque no todos los artistas eran de Londres, todos se juntaban en los mismos lugares, en un club. No conocí a nadie de los sesenta que no se convirtiera en famoso y que al principio no era nadie. Todos se hicieron famosos tarde o temprano”, rememoró.