Desde Londres
El primer año de gobierno de Rishi Sunak no ha detenido la sangría del Partido Conservador que llegó a niveles abismales con su predecesora, Liz “la breve” Truss. Sunak trajo un aire de competencia al caótico reinado de Truss, pero la situación económico-social y el desencanto con 13 años consecutivos de ajuste le da a su gobierno el aire de un paciente en agonía. En las encuestas desde hace meses los laboristas lideran por más de 15 puntos a los conservadores. En dos elecciones locales este mes en circunscripciones tradicionalmente conservadores, los Tories perdieron por paliza a manos de los laboristas.
Nadie parece satisfecho con Sunak: ni en su partido ni en el electorado. Entre los conservadores nunca tuvo una base propia. En su gabinete conviven las distintas tribus de la derecha que coparon el partido en los últimos 10 años y que hoy se encuentran en estado de guerra interna y progresiva desintegración en ausencia de un líder que concite entusiasmo o logre imponer orden. No ayuda que, en medio de una prolongada crisis económica, el primer ministro tenga una fortuna que duplica la del Rey Carlos III.
Mr. Money, money
Thatcherista y antieuropeísta, Sunak creció a la sombra de Boris Johnson hasta que en 2022 le dio la espalda y precipitó su caída, con lo que se ganó la reputación de traidor. En un intento de contrarrestar esta percepción y también por convicción propia, Sunak ha impulsado las políticas más tradicionales de la derecha conservadora. Pero la anti-inmigración, el relajamiento de la política contra el calentamiento global, el otorgamiento de licencias a troche y moche en busca del oro petrolero que lo saque del pantano económico no han mejorado su popularidad porque la derecha no lo considera uno de los suyos y por la resistencia de los conservadores más moderados y amplios sectores de la sociedad.
Las contundentes derrotas el 19 de este mes en la renovación de dos escaños – Tamworth en las Midlands y Mid Bedsfordhire en el este de Inglaterra – son los ejemplos más recientes de este derrumbe personal y de su partido. En ambas circunscripciones los votantes se inclinaron por los laboristas del moderado Keir Starmer, en el caso de Tamworth con un viraje record de un 23,9% de votantes cambiando de partido. El extravagante diputado Tory Jacob Rees-Mogg, verdadera caricatura del “posh” (bienudo) británico, comparó a Sunak, en un absurdo exhibicionismo de erudición histórica, con un rey del siglo XV. “El gobierno se encuentra sumido en un letargo que no veíamos desde que Enrique VI tuvo un estupor catatónico que le impidió hablar o gobernar durante 18 meses en el siglo XV”, dijo Ress-Mogg con su inconfundible acento de clase alta.
La situación económico-social
La inflación es del 6,7%, más alta que el promedio europeo (4,3%) y que países equiparables como Francia, Italia o Alemania. Las tasas de interés vienen aumentando hace más de un año a pasos acelerados y se calcula que más de dos millones de hogares enfrentan problemas o retrasos en sus pagos hipotecarios. “Mi hipoteca va a pasar de 1400 a 2500 libras. Si a esto se le suma el aumento del costo de la vida, no sé cómo vamos a hacer para pagar”, confesó a Sky News uno de los tantos deudores hipotecarios, Benjamín Wells, de la ciudad de Newport, en Gales.
Un informe de la Joseph Rowntree Foundation, “Destitution in the UK 2023” reveló que casi cuatro millones de personas experimentaron una situación de indigencia el año pasado, entre ellos un millón de menores de edad. Esto representa una duplicación de las cifras registradas en 2017: el triple en el caso específico de los menores de edad. “Cada vez hay más gente que no puede afrontar las necesidades básicas de calefacción, limpieza y alimentación”, advierte el informe.
La larga noche de austeridad conservadora se está haciendo sentir también en la infraestructura de escuelas, hospitales, cortes judiciales y edificios públicos por el uso de un tipo de cemento durante la posguerra que está a punto de colapsar debido a la falta de mantenimiento. La alarma saltó con el comienzo de las clases en septiembre y obligó a mas de 100 escuelas en Inglaterra y Gales a demorar el inicio de las clases. El gobierno publicó una lista provisional de unos 42 hospitales que se encuentran en una similar situación de precariedad debido al uso de este tipo de cemento (RAAC en inglés). “La situación es grave. Buena parte de los edificios públicos, incluyendo también a defensa, gobiernos locales y el gobierno nacional se encuentran en la misma situación”, dijo a la BBC el profesor Chris Goodier, de la Universidad de Loughborough.
El problema lleva décadas de cocción, pero ni responsabilizando a la inercia histórica consiguió Sunak escapar a la polémica. Según Jonathan Slater, el funcionario público de educación de más rango fue Sunak el que vetó sus propuestas cuando era ministro de finanzas de Boris Johnson. En declaraciones al matutino The Guardian, Slater indicó que había presentado planes para la reparación de 200 escuelas al año y que Sunak solo había aprobado una partida para hacer las obras necesarias en 50 establecimientos. Sunak negó que esto fuera así diciendo que se había comprometido a reparar 500 escuelas. El primer ministro omitió un pequeño detalle: este número se extendía a lo largo de una década, es decir, realizando la división correspondiente, solo contemplaba reparaciones de unos 50 establecimientos anuales.
El derrumbe político
El poder metafórico de este deterioro de la infraestructura no escapó a los analistas que empezaron a hablar del derrumbe político de los conservadores y del Reino Unido que se encuentra a la zaga de los países del G7 respecto a su recuperación económica desde la pandemia.
En los últimos dos meses el gobierno de Sunak intentó salir del estado de “estupor catatónico” al estilo Enrique IV mencionado por su colega “posh” Jacob Ress- Mogg. A fines de julio el anuncio de que se otorgarían más de 100 licencias para la exploración energética conformó a los conservadores que ven al cambio climático como una limitación izquierdista al libre mercado, pero no agradó mucho al resto de la población, incluyendo a una parte del mismo electorado conservador que vive en el campo y mantiene una tensión histórica con el crecimiento económico indiscriminado desde los tiempos de la revolución industrial. Furioso con el anuncio, el entonces secretario de estado conservador, Zac Goldsmith, renunció a su cargo por “la falta de compromiso y dedicación de este gobierno al ambientalismo”.
Con la economía estancada, la sombra del costo de la vida y el inminente invierno que suele empeorar todo, con los empleados públicos – médicos, enfermeros, transporte público, educación – en conflicto ya cuasi permanente por el retraso salarial que arrastran desde 2010, el laborista Keir Starmer se ha dedicado a hacer la plancha, esperando a que el desgaste de tantos años provoque el colapso político del gobierno en las próximas elecciones que se realizarán el próximo año, con abril y octubre como las fechas más factibles.