En la fecha anterior Paraguay jugó para Argentina y le ganó a Chile, Brasil hizo lo suyo y venció a Ecuador, Venezuela jugó para Argentina y le sacó un empate a Colombia. En esta fecha, Bolivia jugó para Argentina y superó a Chile en la Paz, Brasil jugó para Argentina y empató con Colombia, Perú jugó para Argentina y le ganó a Ecuador, rival en la última fecha. Todos dan una mano, todos juegan para Argentina, menos Argentina, que no juega y desaprovechó una oportunidad extraordinaria para meterse medio pasaje a Rusia en el bolsillo. Ahora, en serio, y tal vez por primera vez, todos tomamos conciencia de se puede quedar afuera del Mundial. Es que los tres puntos que ya estaban adentro contra Venezuela, los tres puntos que se suponía que se ganaban de antemano, no se ganaron; se consiguió uno solo, gracias a un gol en contra de los rivales.
Los problemas de la selección argentina son futbolísticos, porque no hay tiempo para trabajar, porque en el medio del río se cambió dos veces el caballo, porque no se sabe con claridad a qué se juega, porque se depende más de los arrestos individuales que del juego asociado. Pero también son psicológicos. Anoche el equipo de Sampaoli anduvo bastante bien en los primeros quince, veinte minutos, pero se derrumbó con la lesión de Di María. Pausa aquí. ¿Qué le pasa a Di María? Contra Uruguay jugó muy mal los 90 minutos, el técnico lo respaldó y ayer arrancó fenómeno, sombrero, desborde, centro atrás con la cabeza levantada, todo bien. Pero cuando le sale todo bien se lesiona. Una vez más. Dio la sensación de que el equipo sintió el impacto y pareció dormirse una siesta que se prolongó demasiado. Perdió convicción en el manejo de la pelota, en la búsqueda paciente, en la elaboración.
Argentina tiene mal de urgencias y por eso los problemas de definición, los apresuramientos que aprovechó el rival para meter un gol y generar dos tiros libres en el borde del área.
En el balance de los 90 minutos fue más que Venezuela, mereció ganar, pero ese es un consuelo menor frente a esta dura realidad que pone al equipo con déficit en los números, en el juego y con el corazón a cuatro manos, averiguando cuándo se juega el repechaje.