¿Realmente creen que el papa Francisco se valió de un cuento infantil para hablar de un monstruoso personaje de la política argentina como Milei? ¿Están seguros que era solo un cuento? ¿una licencia o analogía literaria de niños?

Veamos, porque tal vez se sorprendan al saber que el relato aludido por el Sumo Pontífice tiene más verosimilitud y realismo de lo que imaginan. El papa dijo hace unos días en una entrevista de Télam en Santa Marta que "los problemas que a veces están un poco tapados o guardados, son como el flautista de Hamelin, que tocan la flauta, vos crees que tocan la flauta, vos crees que todo es flauta, vas allá y todos se ahogan. Yo les tengo mucho miedo a los flautistas de Hamelin porque son encantadores. Si fueran de serpientes los dejaría, pero son encantadores de gente y la terminan ahogando".

Y así, tal cual, parece que fue la historia durante en el 1234, en Alemania, cerca del río Wesser. Pero el ahogo masivo no tuvo que ver con serpientes ni con ratas sino con niños. Nada menos.

Como bien se sabe, las historias pasan de boca en boca y suelen edulcorarse con la pretensión de que espanten o duelan menos y al final eso se logra poco o nada. Y en parte es mejor que duelan en la ficción que en la realidad, ¿no? 

Pero eso es harina de otro costal. Volvamos a la historia del flautista. Resulta (o 'Había una vez') dos hermanos alemanes que se llamaban Jacob y Wilhem Grimm. Eran eruditos docentes, compiladores y adaptadores de cuentos tradicionales como la Cenicienta, Blancanieves, Hansel y Gretel, Pulgarcito, El Gato con Botas y la Bella Durmiente, obras perennes, de hadas y del hogar que perduran, fueron traducidas a cientos de idiomas, y hasta llegaron al cine y al teatro. 

También eran filólogos, crearon un diccionario alemán de 30 tomos (Deutsches Woterbuch) que quedó inconcluso por la muerte de sus autores, hasta que se completó en 1960. En 1816 estos hermanos publicaron El flautista de Hamelin, una historia que relata la peste que se había apoderado del pueblo de la baja sajonia. Los aldeanos ante semejante tragedia resolvieron acudir a un encantador de ratas que poseía ropas coloridas y una flauta mágica. Le pidieron sus servicios ante la promesa de pagarle 100 monedas de oro de recompensa si se deshacía de los infestos roedores. 

El flautista cumplió, los aldeanos no. ¡Aldeanos explotadores! La cosa no quedó allí. El encantador, en el cuento de los Grimm, volvió al pueblo e hizo sonar su flauta y se llevó con él y la melodía a todos los niños del pueblo hacia una cueva y nunca más los volvieron a ver. Hasta allí bastante espantosa la venganza del flautista, esto de hacer con los niños lo mismo que con las ratas. 

A fines del siglo XX psicólogos como Bruno Betthelheim valoraron la obra de los Grimm, a pesar de haber relatado semejantes crueldades de manera más dócil a pedido del público, ya que ellos defendían sus orígenes. Pero allí perdieron la cruzada y debieron transformar en madrastras a quienes eran madres que abandonaban a sus niños, como en Hansel y Gretel o echar por tierra algunos comentarios que hacían alusión a la sexualidad. 

Si eso fuera poco, hay más desaliento detrás, porque lo que hasta allí se acercaba a una fábula cruel parece haber sucedido muchos años antes. Distintos analistas de los cuentos tradicionales (*) apuntaron a los vitrales de la iglesia de Hamelin como el documento más riguroso de esta historia vivida realmente el 26 de junio de 1284, Día de Juan y Pablo. 

Según el folclore de la comarca, un flautista sedujo a 130 niños nacidos en Hamelin, quienes se perdieron cerca de las colinas. Lo que no se logró descular es si los llevó porque estaban enfermos y contagiaban, si sufrieron un accidente o simplemente eran peregrinos o "hijos del pueblo" (no solo niños) que emigraron en búsqueda de nuevos destinos. 

Si algo tiene de maravilloso la literatura (la infantil y no infantil, que en definitiva es lo mismo aunque a la primera se la considere un género menor) es que los sentidos no cierran nunca, por más que se suela concluir con el tradicional "este cuento se ha acabado". 

Por eso la pregunta del comienzo: ¿Están seguros que el papa aludió solo a un cuento para niños? Saquen sus conclusiones. La historia tiene más de 700 años y esta semana un señor muy mayor como el papa la volvió a revivir ante una periodista adulta para buscar semejanzas sobre un señor monstruoso que se candidatea a presidente de un país como el nuestro. Y algo más. Muchos músicos como el grupo pop sueco Abba le dedicó al flautista el tema The piper

Lo que no se sabe es si el papa lo escuchó o lo bailó. Esa sería otra historia para un Colorín Colorado.


(*) Decan Lude, nacido en Hamelin, aseguraba que su abuela tenía un libro que contaba el episodio de los niños. También está la historia de Jobus Fincelius, De Miraculis sui Tempores que dice: "De la perversidad y el poder del demonio, contaré aquí una historia verdadera. (…) En Hamelin, a orillas del Wesser, en Sajonia, el Demonio caminó por las calles visiblemente en forma humana, atrayendo muchos niños con el toque de su flauta, varones y hembras, y los guió a través de la puerta de la ciudad, hacia las montañas". También Marcel Schwob en La Cruzada de los niños escribe: "El maligno se apodera gustoso de los niños. En otro tiempo adoptó la figura de un cazador de ratas, para arrastrar con las notas de música de su caramillo a todos los pequeñuelos de la ciudad de Hamelin. Unos dicen que aquellos infortunados se ahogaron en el río Wesser, otros que los encerró en la falda de una montaña".