Cristian Blasco llevaba tiempo sin saber nada de su padre. Cuando llegó a su casa, en un pueblo alejado de Córdoba, sintió olor a gas. Entró con un tío. Encontraron a su padre. Y la casa explotó. A duras penas sobrevivieron, internados durante meses mientras curaban sus quemaduras. El episodio dio origen a Guía básica para sobrevivir explosiones (publicó Viajero del alba), que guionó el propio Blasco y dibujó Ian Debiase, y que supone un caso notable de novela autobiográfica, un género que está lejos del auge que tuvo a comienzos de siglo en el circuito local, pero que sigue ofreciendo buenos títulos.
Lo interesante de Guía básica... es que lejos de quedarse en la mera anécdota de la explosión, explora hacia atrás y hacia adelante la vida de Blasco, pone la lupa sobre la difícil relación con su padre y, de paso, aborda dos cuestiones inusuales en el cómic argentino: la cuestión de la fé y la constitución de una personalidad cuando la vida no es tan normativa –y tampoco tan alternativa- como se espera.
“Elegí narrar la historia como si se la estuviera contando a alguien, en un bar, con una Coca en el medio”, explica el guionista cordobés. “Cuando uno cuenta alguna anécdota va narrando la historia y generando expectativas. La idea era contar las cosas que fueron pasando y los temas que atraviesan lo que fui viviendo”.
Más allá de un muy buen juego con los saltos temporales de la narración –un recurso frecuente de esta clase de relatos biográficos-, Blasco agrega otros mecanismos, como algunas secuencias documentales en las que familiares y amigos “hablan a cámara” para dar su testimonio o su perspectiva de los hechos. “En las primeras páginas voy contando mi niñez, y realmente se me vino a la mente, ¿qué diría mi hermana sobre esto? Ella tiene otra visión de las cosas. Y ahí di cuenta que otras personas que estuvieron en el momento de la explosión u otros que retrato tienen su punto de vista”, plantea. “Ahí empezó un proceso de reconstrucción de la historia, tuve que juntarme con mis tíos, mis amigos que estuvieron ahí –cuenta-. Creo que la parte más gruesa del documental fue reconstruir cosas que yo no vi en el accidente porque o estaba internado o estaba inconsciente”.
“El trabajo en el hospital fue más que nada reconstruir el evento, las situaciones que no había visto. Muchos de los testimonios que aparecen, que son personajes que entran y salen, se dieron esos días. Días en los que la gente me decía ‘tenía miedo de que te murieras’. Ese primer laburo todavía estaba tibiecito, no estaba seguro de si iba a ser un guión, más que nada estaba reconstruyendo la cosa para entenderla”.
-Te planteaste convertir la explosión real en una metáfora de la relación con tu viejo?
-No sé si me lo planteé, fue algo que fue surgiendo. Siempre pongo el nombre de la obra antes de arrancar, para que el nombre le dé entidad. En su momento pensé “guía básica para sobrevivir a una explosión” pero cuando lo pensé dije “explosiones”, porque si bien hay una explosión literal, la idea era contar muchas que ya estaban ahí: la crisis de fe, la infancia, el no poder tener hijos con Paloma, muchas cosas atravesadas por lo que quería contar en realidad: la relación con mi viejo.
-¿Por qué pusiste énfasis en hablar sobre la fé?
-En realidad hablar sobre la fé no era el fin del libro, me interesaba contar la relación con mi viejo y obviamente la explosión fue el detonante que permitió contar la historia. Pero no podía contarla sin hablar de la fe, porque es algo que me atraviesa completamente y atraviesa el relato mismo de la explosión.
-La cuestión de fé parece también un problema de representación, ¿no? Como si la Iglesia no te contuviera, ¿lo sentías así?
-Bueno, sí me sentía así en su momento, estaba saliendo de la adolescencia, entrando en la adultez y la crisis de fe de alguna manera no era si Dios existía o no, porque yo sentía y creía que Dios existía. Sino que el Dios que leía, el Jesús que leía en los Evangelios no coincidía con el de estas iglesias que estaba visitando, tanto católicas como evangélicas, de diferentes denominaciones, que se centraban mucho en el esto hacer, esto no hacer, más que en el ser, y Jesús hablaba de dar la vida por los otros. Entonces cuando fui descubriendo eso dije, por acá no es, y eventualmente encontré un lugar donde me hablaron de Dios como papá, que para mí era muy loco, porque para mí la visión que yo tenía de padre era distinta, la visión del padre era alguien distante, alguien lejano, alguien que sí te daba para comer, pero hasta ahí no más, no esperes un abrazo, no esperes un cariño, y pude reconstruir mi visión de paternidad cuando entendí ver a Dios así.