La Lotería Mexicana es una variación de lo que localmente llamamos bingo, que ofrece sus propias y muy encantadoras características. En los cartones, hay coloridas figuras en vez de números, que son “cantadas” por el gritón de turno mediante adivinanzas rimadas -a veces clásicas, otras poéticas o, incluso, picarescas- una vez que las toma aleatoriamente del mazo. “Pórtate bien cuatito, si no te lleva el coloradito”: una rima posible para avisar que ha salido la carta del diablillo en este juego de azar, cuyos orígenes pueden rastrearse en la Italia del siglo XV. Llegó al país azteca en el XVIII, donde se fue convirtiendo en pasatiempo favorito hasta tomar su forma más conocida hace 110 años, cuando un tal Clemente Jacques imprimió una baraja -hoy considerada tradicional- de 54 naipes ilustrados, cuyos dibujos beben de la cultura popular del país con sus baleros, chalupas, calaveras, nopales…
La reconocida taróloga francesa Marianne Costa -también escritora, actriz de teatro, cantante- ha estudiado a fondo la Lotería Mexicana, a la que entiende como una prima lejana del Tarot. “Su iconografía, a la vez cándida y profunda, concreta y fantástica, es un soporte privilegiado para la imaginación”, dice sobre el juego de marras esta artista, autora del volumen de referencia Tarot paso a paso; asimismo de La vía del Tarot (junto a Alejandro Jodorowsky); o bien, del maravilloso mazo con ilustraciones de inspiración rioplatense Tarot del tango (con Ana Groch), por citar algunos de sus trabajos. Atenta a las similitudes -por ejemplo, entre el Cupido del Tarot de Marsella y el Apache de la Lotería, entre el Búho y el Cotorro-, Costa trabajó la iconografía y la historia de ambos mazos en pos de combinarlos y obtener respuestas más complejas. “Poco a poco fui integrando las imágenes de la Lotería en mi práctica del Tarot, comparando las cartas, a veces completando con ellas las lecturas”, explica la experta, que actualmente está de gira por Argentina presentando su flamante Oráculo de la Lotería Mexicana.
Tal el nombre de esta lúdica y -por qué no- disruptiva creación, para la que ha buscado en cada carta “resonancias en nuestra existencia concreta y nuestro camino interior, nuestras dinámicas psicológicas y espirituales”. “No pretende ser un producto acabado sino un trabajo abierto, una invitación a superar nuestra necesidad de respuestas hechas para dejarnos sorprender por la sabiduría de este arte popular”, detalla Marianne, que recuerda –por si las mosquitas- que la lectura de cualquier oráculo, incluida la Lotería, consiste “en generar ficciones sanadoras que nos ayuden a vivir y a crecer”. Bastante necesarias en estos días, sobra la aclaración.
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