Como diría Mauricio Macri, este año le “pasaron cosas” al Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, y pocas buenas: las históricas miradas de reojo de varios complejos de exhibición costeros se tradujeron en la pérdida de esos espacios, mientras que los problemas cambiarios, en conjunto con la inflación, licuaron buena parte del presupuesto de un evento que tiene una cantidad importante de sus gastos en dólares. Pero el festival es como Homero en el episodio de Los Simpson en el que, al descubrir que no puede ser noqueado, sube al ring para que le peguen de todos lados durante doce rounds, agotar a sus rivales y terminar venciéndolos con un empujón. Imposible hacer caer al único festival Clase A de Latinoamérica, que contra viento y marea celebrará su 38º edición desde este jueves y hasta el domingo 12 ofreciendo un menú de más de 150 películas de todas las duraciones y todos los formatos, además de varias decenas de charlas, presentaciones de libros y debates, con el objetivo de radiografiar el estado de un sector del cine contemporáneo que difícilmente llegue a la pantalla grande por los canales comerciales.
“No es el festival ideal en cuanto a los números finales de proyecciones y de películas, pero sí el festival posible”, afirma su director artístico, Pablo Conde, y explica: “Hay que entender que es una cuestión global y que los festivales están pasando por un momento muy difícil. Hace unos meses, por ejemplo, el de Berlín anunció que la próxima edición iba a tener un 30 por ciento menos de programación. Esto se debe a una cantidad de costos que mundialmente no bajan, desde pasajes aéreos hasta los pagos para exhibir determinadas películas. Esas tarifas vienen creciendo porque, al no haber salas comerciales que estrenen un cine más autoral, los productores y agentes de ventas buscan capitalizar con los festivales, algo que antes no pasaba. Armamos una programación que entendemos es absolutamente amplia a través de la colaboración de embajadas e institutos que en muchos casos se sumaron este año para apoyar. Es una edición más pequeña, con menos títulos y salas, pero que se hizo manteniendo el espíritu original”.
El festival tendrá como eje los 40 años de democracia y levantará el telón este jueves por la noche con la versión restaurada de Hombre de la esquina rosada (1962), dirigida por René Mugica y basada en el cuento homónimo de Jorge Luis Borges, continuando así con la nueva costumbre marplatense de inaugurar las funciones con películas vinculadas con la historia del cine (Los muchachos de antes no usaban arsénico, de José Martínez Suárez, en 2019; Tres en la deriva del acto creativo, obra póstuma de Fernando Pino Solanas, en 2021; Sin aliento, de Jean-Luc Godard, el año pasado). La clausura será diez días después con Hojas de otoño, el más reciente trabajo de Aki Kaurismäki. En ambos casos será en el Teatro Auditorium, que junto al Teatro Colón, las seis salas del Paseo Aldrey, el Espacio Unzué y Chauvín Centro de creación integrarán el parque de exhibición de esta edición.
¿Y el resto? Malas nuevas: no estarán el complejo Ambassador, ni las dos pantallas del Shopping Los Gallegos, ni tampoco las del Cine del Paseo, pérdidas que encienden las alarmas ante la más que probable dificultad para conseguir entradas, ya que cada película tendrá menos funciones que las habituales. En algunos casos, como La práctica, de Martín Rejtman, habrá solo una que ya el fin de semana había agotado las localidades incluso cuando se proyecte en el Auditorium, cuya capacidad excede los mil espectadores. Más vale que se apuren quienes quieran ver los títulos más convocantes, especialmente aquellos que suelen agruparse en la sección paralela Autores y autoras. Aquí estarán, entre otras, Cerrar los ojos, de Víctor Erice; El libro de las soluciones, de Michel Gondry; Eureka, de Lisandro Alonso; Mixtape La Pampa, de Andrés Di Tella; In Our Day, del abonado Hong Sangsoo; La bestia, de Bertrand Bonello; esa fija para la temporada de premios de Hollywood llamada Pobres criaturas, de Yorgos Lanthimos, y La sociedad de la nieve, de Juan Antonio Bayona. El director de El orfanato (2007), Lo imposible (2012) y Un monstruo viene a verme (2016) será el invitado estelar de esta edición y participará del ciclo “Charlas con Maestros” el lunes a las 12.30 en el Colón.
Que casi una semana antes del comienzo no haya entradas para una de las películas más relevantes de la programación tiene un lado negativo (cientos de espectadores que se quedarán con las ganas), pero también uno positivo: el de Mar del Plata es un público ávido de un cine ajeno al de los mandatos más comerciales. “Hace unos años que tenemos una ampliación de público, especialmente hacia el más joven, que es el que más necesitamos atraer tanto desde el festival como desde todas las áreas de exhibición. Hay una audiencia con ganas de ir las salas a la que necesitamos darle motivos para hacerlo. El año pasado fue muy notorio, tuvimos 200 mil espectadores. Que haya necesidad de ver películas de corte más autoral es lo que hay que celebrar”, afirma Conde.
Cine argentino
La programación mantendrá sus siete apartados competitivos (Internacional de Largos, Latinoamericana y Argentina de Cortos y Largos, Alterados y Work in Progress), además de las secciones temáticas habituales, aunque reducidas en cantidad de títulos. Lo que no cambia es el protagonismo central del cine nacional, sobre todo en un año con un “nivel promedio de calidad altísimo”, según afirma Conde, quien agrega: “No podíamos no hacernos cargo de eso. Poder tener en distintos lugares de la programación, ya sea como estrenos mundiales o de otro tipo, películas consagradas y muy celebradas como Los delincuentes, de Rodrigo Moreno; La práctica, de Martín Rejtman; Un pájaro azul, de Ariel Rotter, o Cuando acecha la maldad, de Demián Rugna, habla de la búsqueda del festival de darle relevancia”.
Pero habrá más, mucho más cine autóctono, esparcido como una mancha de petróleo en casi todas las secciones, incluidas las competencias. La Internacional tendrá once películas, tres de ellas nacionales y exhibidas en carácter de premiere mundial. La primera es Elena sabe, adaptación del libro homónimo de Claudia Piñeiro dirigida por Anahí Berneri (Por tu culpa, Alanís) y con Mercedes Morán en la piel de una mujer que, ante la quietud de las autoridades, investiga las causas de la muerte repentina de su hija (Érica Rivas). La segunda se llama Partió de mí un barco llevándome y está a cargo de la realizadora Cecilia Kang, quien recupera desde la perspectiva contemporánea de una joven estudiante de actuación testimonios de las “mujeres de consuelo” (eufemismo de esclavas sexuales) utilizadas por el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial. La última tiene como título Las almas, es la ópera prima de la salteña Laura Basombrío y propone un viaje onírico hasta la cosmogonía de sus ancestros.
La Competencia Latinoamericana, por su parte, tendrá nueve producciones de toda la región, incluyendo tres locales. Dirigida por Martín Benchimol, El castillo sigue el día a día de una ex empleada doméstica que heredó de parte de su empleadora el enorme predio donde trabajó y, ante la imposibilidad de venderlo, lucha por mantenerlo junto a su hija. En El viento que arrasa, Paula Hernández (Herencia, Lluvia, Un amor, Los sonámbulos y Las siamesas) continúa indagando en las relaciones familiares, en este caso a través de la adaptación del libro homónimo de Selva Almada que sigue a un padre, el Reverendo Pearson, y su hija Leni, que en medio de una misión evangélica deben quedarse en un taller mecánico a raíz de una avería en el auto. La última producción nacional es Las cosas indefinidas, en la que la cordobesa María Aparicio sigue a una montajista que, luego de la muerte de un director amigo, pierde el entusiasmo por el cine.
Estados Alterados es el nombre de la sección competitiva reservada para las propuestas más radicales. De los doce largos, dos pertenecen a directores argentinos: El auge del humano 3, de Eduardo “Teddy” Williams, y El polvo, de Nicolás Torchinsky. En el apartado nacional habrá, como en el internacional, once contendientes: Clara se pierde en el bosque, debut en la realización de la actriz y escritora Camila Fabbri; El empresario, de Germán Scelso (codirector de la notable e incomodísima El hijo del cazador, vista en la edición 2018); Elda y los monstruos, de Nicolás Herzog; La gruta continua, de Julián D’Angiolillo; Adentro mío estoy bailando, de Leandro Koch y Paloma Schachmann; Alemania, de María Zanetti; La mujer hormiga, de Betania Cappato y Adrián Suárez; Lagunas, de Federico Cardone; la animada Lava 2 (el nuevo Show del Narciso), de Ayar Blasco; Los tonos mayores, de Ingrid Pokropek, y Vera y el placer de los otros, de Romina Tamburello y Federico Actis.
La primavera democrática
Como casi todos los eventos culturales de este año, el aniversario de los 40 años del triunfo de Raúl Alfonsín tendrá un lugar central no tanto en las pantallas como en las actividades paralelas, dado que habrá varias charlas y eventos especiales alusivos. “En un momento nos planteamos hacer una selección de películas, pero eso hubiera implicado dejar de lado otras. En lugar de ir eso (por suerte se hicieron muchos ciclos en distintos lugares del país con esta temática), pensamos en abordar el aniversario desde un lugar un poco más funcional a las ideas”, cuenta el director artístico.
Ese lugar es la censura que durante la dictadura afectó a unas 700 películas, entre prohibiciones y cortes, según calcula el director artístico. De allí, entonces, que los habituales cortos institucionales que se exhiben de manera rotativa en la previa de cada proyección tendrán como materia prima algunos de los materiales prohibidos durante esa época que se recuperaron del archivo del Ente de Calificación Cinematográfica y cuya digitalización estuvo a cargo de Cubic, Argentina Sono Film y la Sociedad por el Patrimonio Audiovisual. “En aquel momento se guardaban esos recortes y se hacía un expediente explicando por qué se los había censurado”, había recordado el presidente del Festival, Fernando Juan Lima, durante la presentación de la programación.
La totalidad de esos materiales se verá en una función especial en Chauvin el sábado 4 a las 18, mientras que al otro día a las 16 se presentará el libro Cine y censura a 40 años del retorno de la democracia, con textos que dan cuenta de los hallazgos y realizado con la colaboración de autoras y autores como Graciela Borges, Lita Stantic, Manuel Antín, Albertina Carri, Victoria Solanas y Eugenio Zaffaroni. Otra vez Conde: “Los fragmentos censurados tienen la contundencia de lo ridículo y permiten darnos cuenta de cuál era el alcance de la censura, cómo sistemáticamente se decidía borrar determinados tópicos. Hay extractos de películas de la Coca Sarli, producciones extranjeras y comedias nacionales, entre otras cosas. Vamos a mostrar lo que no nos dejaban ver”.