Las Delicias 7 puntos

Argentina, 2023

Dirección, guion, fotografía y cámara: Eduardo Crespo

Montaje: Lorena Moriconi

Sonido: Andrés Perugini

Duración: 65 minutos

Estreno: Disponible en Sala Lugones, Av. Corrientes 1530.

Es imposible que quienes hayan leído a Rodolfo Walsh no recuerden sus “Cuentos de irlandeses”, denominación informal con la que se conoce a un conjunto de relatos dispersos unidos por una temática y personajes en común. Todos ellos tienen lugar en un colegio para pupilos manejado por curas irlandeses y los protagonistas son los alumnos, con algunos adultos ocupando roles de reparto. Esa temática y ese punto de vista son también los que el cineasta Eduardo Crespo ha elegido para su cuarto largometraje, Las Delicias, que tiene lugar en una institución similar, pero cuya historia transcurre casi un siglo después de las narradas por el gran escritor argentino en “Irlandeses detrás de un gato”, “Los oficios terrestres” y “Un oscuro día de justicia”.

Las Delicias es el nombre de ese colegio en Entre Ríos, provincia de la que el director es oriundo. Se trata de una escuela agrotécnica, orientación que comparte con el Instituto Fahy, establecimiento del municipio bonaerense de Moreno en el que el escritor ambientó sus historias, y que hoy ofrece un plan de estudio similar. Aunque era muy distinto en aquella época, cuando recibía sobre todo chicos huérfanos de la colectividad irlandesa, característica que se perdió con el tiempo junto a su calidad de internado. Por otra parte, mientras que en Walsh predominan los niños irlandeses, en la de Crespo abundan los de raíz alemana, colectividad con gran arraigo en la provincia mesopotámica.

En sus 60 minutos, la película sugiere distintos recorridos. Por un lado, podría pensarse que sus acciones registran un día cualquiera en la vida de los pupilos de Las Delicias, de la mañana a la noche. La idea es sugerida a partir del juego que se da entre la primera secuencia, donde un celador recorre las dormitorios despertando a los alumnos, y una de las últimas, en la que la cámara se planta en medio de uno de los pasillos ya vacíos de la escuela, mientras las luces se van apagando. Pero también podría ser el resumen de un año, en el que los chicos aprenden no solo las materias escolares, sino también a convivir, respetar y compartir mientras se van haciendo grandes.

Como en aquellos cuentos, en Las Delicias se percibe cierta atmósfera “carcelaria”, digamos, determinada por cuestiones como el encierro, las actividades rutinarias o la presencia fuerte de figuras de autoridad. Y hasta por una estética precaria que se hace visible en la tosquedad de algunos elementos (repisas, roperos, indumentaria) y en ese (des)orden tan propio de un lugar en el que varios hombres (en este caso hombrecitos) conviven amuchados. Pero mientras esas características en la obra del autor de Operación Masacre aparecían corroídas por aspectos negativos, donde lo punitivo y la ley del más fuerte se ceñían por encima de todo, en la película de Crespo prima una mirada amorosa, suerte de añoranza crepuscular de calidez proustiana.

A pesar de esa divergencia, ambos abordajes podrían compartir un origen anclado en la experiencia personal. Porque así como los tres relatos de Walsh nacen de su propia memoria como alumno del Fahy, Las Delicias también parece narrada por alguien que conoce de primera mano la vida en un pupilado. Escenas como la de los alumnos invadiendo el consultorio de la médica de la escuela (a la que llaman “señora”), estableciendo con ella un vínculo ambiguamente freudiano entre lo maternal y lo femenino, o la de los juegos de los chicos en el barro, se asemejan mucho a la materialización de un recuerdo. Sin embargo, mientras los del escritor rezuman angustia, tensión y son usados como metáfora de un mundo injusto, los de Crespo transmiten nostalgia por la simpleza perdida de la niñez y expresan la esperanza de que un futuro mejor aún es posible.