“No me sorprende” fue la respuesta inmediata que Brisa Hamilton, la hermana mayor de Martín, le dio a su madre, Daniela Dosso, cuando en 2021 el niño reveló los abusos a los que fue sometido por su progenitor, procesado esta semana por el delito de abuso sexual con acceso carnal agravado por el vínculo y la convivencia, un dictamen que pone en alerta a Daniela y a su abogada, Florencia Piermarini, “porque la escala penal prevista es muy alta y nos preocupa que pueda fugarse. Nada nos garantiza, con este procesamiento y con el que seguramente dictarán en la causa de Brisa, que este individuo no se profugue”.
A sus 7 años, Martín pudo transformar en palabras todo lo que había padecido y, sin siquiera imaginarlo, también logró desbloquear la memoria de su hermana, que comenzó a recordar los abusos sexuales del mismo agresor sobre sí, desde los 9 hasta los 12 años. El próximo lunes 6 de noviembre, Brisa deberá presentarse ante el Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional, de la Corte Suprema, para realizar una pericia psicológica que la angustia y enoja porque creyó que su declaración, en julio último, era suficiente para imputar y condenar a la ex pareja de su madre.
“Me da mucha bronca el hecho de que no haya una Justicia que les crea a las víctimas y que actúe rápidamente. Soy una sobreviviente de abuso sexual infantil (ASI) intentando vivir mi vida y sanar, pero también cargando con esto, porque lucho no sólo contra el agresor sino contra quienes te ponen en duda”, lamenta Brisa en señal de hartazgo. “Es un gran esfuerzo, sobre todo a mis 18 años, mientras que esa persona está libre, y andá a saber si haciéndole lo mismo a otrxs chicxs. Quiero que lo metan preso, que le den condena y se haga justicia.”
Las acciones judiciales contra el progenitor de Martín se iniciaron en 2020. Su madre había realizado denuncias en la Justicia de Familia por negligencias graves hacia el niño durante las visitas paternas. Pese a la existencia de los indicadores de riesgo, la Justicia Civil no dictó medidas de protección. En 2021, Martín le contó a Daniela lo que vivía cuando estaba al cuidado de su progenitor, y radicaron la denuncia penal. Desde ese momento atraviesan un infierno judicial que lleva tres años y no se priva de imponer demoras en las medidas, la aplicación del falso SAP, la figura de impedimento de contacto, conocida como “Ley Apadeshi”, que se utiliza contra las madres protectoras que denuncian abuso sexual en la infancia, e infinidad de pericias por parte de la defensa, para recurrir cuestiones de forma, no de contenido.
“Siempre hay una trampa judicial”, advierte Daniela, enfocada en la mirada atenta de Brisa. Se pregunta a quién apelar cuando lxs que administran la ley no cumplen con su función. “A esas dificultades las llamamos encubrimiento judicial. La Justicia tiene acciones u omisiones que llevan a que las denuncias no terminen en condena, como en la aplicación del SAP. Es enloquecedor para un niño verbalizar algo que le costó tanto contar, y que le digan que es mentira porque está inoculado por terceros. Es terrorismo de Estado."
Y entonces Brisa toma la palabra. Al cabo es ella quien decidió hablar y hacer circular sus vivencias, para trazar un nuevo recorrido de lo íntimo a lo colectivo, y ayudar a otras y otrxs que sufrieron o sufren entre cuatro paredes abuso sexual en la infancia.
¿Cuándo fuiste consciente de que habías sido víctima de abuso por parte de la ex pareja de tu mamá?
--Lo tuve bloqueado durante mucho tiempo, no recordaba qué había pasado durante esos tres años en los que fui abusada. Tener baches mentales es normal, les sucede a muchas personas que sufrieron ASI. Aún no recuerdo cumpleaños o momentos que debería recordar, pero antes tampoco me lo tomaba como algo grave, pensaba “soy así, olvido las cosas”.
¿Ponías en duda lo que sentías?
--Ser sobreviviente de abuso sexual me interpelaba al ciento por ciento, pero entre los 13 y los 14 años no lo podía decir, y al mismo tiempo lo tenía en la cabeza, y esa dualidad te pone todo el tiempo en duda a vos misma. Era muy difícil sobrellevar la vida, sufría mucho, me ponía en peligro todo el tiempo, metida en situaciones como drogas, con gente más grande, gente que no conocés. No era una adolescente rebelde sino que me pasaban cosas, y además me movía con gente que, como yo, se ponía en peligro, y eso está normalizado. Ahora mi familia puede ver lo que me pasaba de otra manera, porque yo no lo disfrutaba, no lo hacía para desafiar a mis padres. Estaba atravesada por algo que no podía decir.
Brisa pudo pronunciar los primeros detalles de las agresiones sexuales hace casi tres años, pero realizó la denuncia hace un año. “Me llevó tiempo decidirlo, pero visto a la distancia fue algo que me sirvió mucho. Hoy, si me preguntan si hacer la denuncia genera algún cambio, les respondo que sí, aun cuando pienso que el aparato judicial es patriarcal y da mucho miedo. Tenés que estar armada para enfrentarte a todo eso. Por suerte yo lo estaba, junto a todas las personas que me rodean y a mi mamá, pero para alguien que no lo está, la derrota, aplasta."
¿Con qué te enfrentaste hasta encontrar tu propia voz?
--La primera impresión es este miedo de no me van a creer. Cuando denuncié ya venía viendo el proceso de la denuncia de mi hermano, y fue un momento de muchos nervios. Pensaba “voy a sentarme frente a gente que no conozco a hablar de algo que nunca lo había podido hablar con nadie más que con mi mamá”. Era miedo real de “me van a juzgar y no me van a creer, pero voy a hacerlo igual”. Y el momento de la declaración fue un antes y un después en lo personal, verbalizar en Tribunales algo tan importante y complicado de hablarlo, porque me ayudó a organizarme en la cotidianeidad. Me abrió camino. Fue un alivio más allá de hablarlo todas las veces que sea necesario para que la gente sepa y de que es un bajón el tema. Si, por ejemplo, me pongo de novia, no voy a fingir demencia y no hablarlo con mi pareja. Es algo que forma parte de mí, y hablarlo le saca un poco de bajón, de depresión y de gravedad al asunto.
¿Te ayudó a relacionarte de otros modos?
--Sobre todo me ayudó a separarme de los vínculos que no eran sanos y con los que justamente no podía hablar. Me dije tengo que estar bien, porque si no era como sumarle más cosas malas a mi vida, y hablar también me ayudó a sacarme otros pesos que no tenían que ver con el tema. De todos modos fue muy complicado, porque a cada lugar donde iba me preguntaban y dudaban. De hecho me pasó con mi familia, que capaz no lo expresan claramente, pero te das cuenta de que te están poniendo en duda.
Con ESI se habla
Las jornadas de Educación Sexual Integral (ESI) en la escuela secundaria a la que asistía, también sumaron a ese antes y después. “Fui descubriendo lo que me había pasado a través de esas jornadas, en las que se hablaba del tema. Venían sobrevivientes de abuso y me resonaba todo el tiempo. ´A mí me pasó´, decía, pero no terminaba de detectar con quién.”
¿Tuviste el acompañamiento de la escuela?
--No cumplió con su rol. Conté lo que estaba transitando, pero al colegio le faltaban herramientas para detectar los indicadores dentro de la institución. Tienen que darse cuenta de que no es algo normal, porque la persona prácticamente te está gritando. Estaba normalizado eso de “bueno, esta chica está mal”, y no es así. El colegio cuenta con un espacio para ayudar a quienes pasan por éstas u otras situaciones, como violencia de género con la mamá y el papá, pero funciona bastante mal.
A Daniela nunca la llamaron para decirle que Brisa dormía en clase, contestaba mal, no prestaba atención ni se mostraba interesada. “Fui varias veces a hablar, preocupada por las cosas que observaba de ella en casa, hablaba con la psicóloga del colegio, y en una oportunidad le dije que se autolesionaba, algo que ya le había manifestado a su psicóloga clínica, pero no me brindaron una orientación".
¿Qué consideraciones hizo la psicóloga clínica?
B.: --Me atendió durante cinco años, y cuando le conté de las autolesiones, la culpabilizó a mi mamá. Yo tenía 14 años, y las intervenciones de mi psicóloga me confundían todavía más. Tampoco pude hablar del abuso, porque ella ponía en duda todo el tiempo lo que mi hermano reveló, y cuando conecté con lo que me había pasado, no quise hablarlo porque sabía que iba a decirme algo inadecuado.
“Es muy doloroso”, repite Brisa sin vacilar. De todos los sentimientos, el dolor siempre es de una certeza implacable. Hace poco sufrió una crisis y fue con su mamá a la guardia de un hospital público, donde la atendieron una psicóloga y una psiquiatra. Les explicó que había sido víctima de abuso sexual en la infancia y que se sentía mal. “Sin embargo me preguntaron si mi mamá estaba presente en las sesiones con mi psicóloga, o ponían en duda lo que les contaba, y de mi papá biológico o del abusador no me preguntaron nada. Cuando salimos de la guardia, le dije a mi mamá “¿tan raras somos?”, “¿tan loco es lo que estamos planteando?”, si la realidad es que esto les pasa a muchímxs adolescentes.”
¿Hablabas de esto con amigxs?
--Me resultaba imposible hablar con mis amigas de cuestiones de índole sexual, estaba totalmente alejada de esos temas. Al mismo tiempo tenía dolores físicos que venían de la nada, me preguntaba de dónde salían. Y se fue armando el rompecabezas. Me di cuenta de que le tenía miedo a esa persona -el progenitor de Martín-, que también ejercía violencia de género contra mi mamá. Tenía pesadillas de que entraba a la casa, que la secuestraba a ella, que me perseguía, y fui comprendiendo quién era esa persona. Pero el clic definitivo fue a los 16 años, cuando mi hermano habló y confirmó lo que yo pensaba hacía tiempo.
¿Cuándo cesaron los abusos?
--Cuando mi mamá se separa de ese individuo y dejamos de convivir. En ese momento sentí un gran alivio, porque significaba estar segura en mi casa, con mi mamá y mi hermano. Hace un tiempo supe que no fui la primera en ser abusada, este hombre tiene otra hija, mayor que yo, que lo denunció por abuso sexual cuando ella tenía 2 años, pero la abogada defensora, también de Apadeshi, obtuvo el sobreseimiento. Lo loco de todo esto es que te preguntás una y otra vez cómo caíste en esa situación, siendo mi mamá trabajadora social, de la Red de Profesionales por la salud, activista por el aborto, y yo integrando el centro de estudiantes de mi colegio, donde se hablaba de temas de género y de abuso.
¿Y encontraste alguna respuesta?
--Que en realidad los abusadores buscan el momento de mayor vulnerabilidad, y seas quien seas no quedás excluida de esa situación. Ellos funcionan de manera muy parecida, encuentran el momento para agarrarte, te amenazan, y no podés salir de ahí. A la vez pienso qué sería de mi hermano y de mí si mi vieja no tuviera las herramientas que tiene. Muchas mamás no entienden nada, y está bien, porque no tienen por qué saber. Thelma Fardin dice en su libro que cuando fue a hacer la denuncia, no sabía nada de temas judiciales, y justamente habla de que el conocimiento es la herramienta para defenderte.
Pienso desde dónde se parte o de dónde aferrarse cuando no se tienen las herramientas suficientes para defenderse.
Daniela: --Hay un punto en el que se parte desde la humanidad. Si no sos negadora y escuchás a tus hijxs, no importa qué ocupación o profesión tengas. Desde ese lugar lxs protegés. En el primer año del intento de encubrimiento del abuso sexual contra Martín, me encontré con que la última muralla iba a ser mi cuerpo. Hay algo de la ancestralidad, del ser mujer, del ser madre, que empieza a salir como una forma de protección. Y es lo que te alivia. Es el caso de todas las causas de madres protectoras, y no olvidemos que Delfina Zarranz y Flavia Saganías siguen presas. Las mujeres estamos empezando a autorizarnos a cuidar a nuestrxs hijxs. Y eso es lo que no les gusta: que lxs cuidemos.
Brisa fue creando fortaleza entre sus seres queridos, y en ese horizonte la cobija su pasión por el arte, un vuelo que la eleva y le ayuda a respirar mejor cuando los pies vuelven a tocar el suelo. “El arte es mi herramienta personal, lo estudié toda mi vida. Dibujar, escribir, pintar fueron las maneras en que transmití a mi mamá lo que me pasaba. También es cierto que muchas personas quieren hablarlo y saben que la familia no las va a escuchar. Lo importante es buscar a alguien además de tu mamá, unx par, la mamá de tu amiga, o aquellxs que te generen confianza y seguridad.
¿Qué significó romper el silencio?
-Cortar con las historias de abuso, sobre todo cuando son intrafamiliares y se van repitiendo por generaciones. Pienso mucho en eso porque en nuestra familia sucedió. Mi abuela fue víctima de abuso y no pudo hablarlo. Y se fueron repitiendo acciones y formas de ser. Después me pasó a mí, y me imagino qué distinto hubiera sido si mis ancestras lo hubieran hablado. Callar es una forma pasiva y muy por abajo de decir “de esto no hables”. Una vez, en el hospital, un psiquiatra le dijo a mi papá “¿no estaría bueno que deje de revolver en estas cosas?”. Dando esta nota no siento que esté revolviendo lo mío. Lo que quiero es hablar para concientizar, y que si alguien me está leyendo o escuchando y se siente identificadx, tenga algo por donde empezar, una chispita para decir “empiezo a hablar de lo que me pasó a mí”.
¿Sentías una imposición de silencio por parte del agresor?
--Estaba sobre todo la amenaza de que te digan sos parte de esto, y si hablás, si le pasa algo a tu mamá, va a ser tu culpa. Pero vos no sos parte de eso ni es un acto de intimidad, es algo que te hicieron y no tenés por qué guardarlo. Si no lo trabajás, terminás reproduciéndolo. Hay que arrancarlo de raíz y tirarlo. Y hacer justicia.
Y prenderle fuego al miedo que lo atraviesa todo.
D.: --Es importante identificar en qué momento sentís miedo. En mi caso, en cada batacazo judicial que me daban. A las madres protectoras nos denuncian penalmente por proteger a nuestrxs hijos. Cuando llegan esas denuncias con argumentos virulentos donde te tratan de loca, de perversa, de vengativa, te da miedo porque está en juego la revinculación con un torturador, y en Brisa está en juego su subjetividad, de no llegar a haber sanción. La salud mental de una sobreviviente también depende de que haya justicia. Al identificar que el miedo es algo que ellos quieren que sientas sólo para que calles, hay que redoblar la apuesta de la palabra y salir a lo público.
B.: --Juntarse con otras mujeres, organizarse colectivamente y aprender de ellas es lo más importante, porque es así como formás vínculos seguros y de confianza. Igual, en la gente de mi edad es difícil hablar y decir “a mí me pasa esto”. Nos ven como una generación muy avanzada, pero la realidad es que muchas cosas siguen siendo complicadas para nosotrxs.
En 2022 se creó la Mesa Nacional contra el Abuso Sexual, formada por madres protectoras, sobrevivientes, activistas, profesionales y legisladorxs para armar una agenda de política pública sobre la problemática, que cale en la sociedad. “Debería sumarse un cambio social y la reconstrucción de la mirada sobre estos temas, porque la realidad es que de las diez personas a las que les contás lo que te pasa, ocho te ponen en duda”, cuestiona Brisa. "El entorno cultural y social no es culpable de lo que te pasó, pero es muy funcional a la Justicia. La condenada termina siendo la víctima en vez de la persona que abusó y violentó."
La pericia psicológica que Brisa deberá enfrentar este lunes, “no me la esperaba”, manifiesta con pesadumbre. Según el protocolo de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (Ufem), esa acción no puede orientarse a evaluar la verosimilitud de los dichos ni a aplicar un test de fabulación, sólo debe realizarse a los efectos de evaluar la extensión del daño producido por el delito. “Lo que sucede en general es que en el momento de la pericia asisten peritos de parte”, explica su madre. “En este caso va a ir una perito en representación del agresor, la psicóloga Carina Romero, de Apadeshi, que ya aplicó el SAP en la causa de mi hijo, y otra perito oficial del cuerpo médico forense, que confiamos sea imparcial.”
¿Cómo esperás llegar al próximo lunes?
B.: --Estoy trabajando mucho con mi psicóloga para llegar fortalecida, aunque no quisiera volver a empezar desde cero porque ya hablé, no necesito que me hagan una pericia para verificar. Pero voy a dar la cara, si es lo que hay que hacer para aportar más pruebas y se pueda llegar a una solución.
“Que esa verdad circule y se replique”, espera Brisa con su voz profunda y calma. “Salir a lo público es importante porque quiero ayudar a otras personas. Me gustaría que alguien me lea y sienta algo que le sirva”, confía. “La manera de hacer que las cosas funcionen es que estos temas puedan tratarse en las casas, en los colegios, en los hospitales, que puedas llegar a lugares donde te atiendan bien y generen un espacio seguro de verdad, que no sea un caretaje."
¿Cuál creés hoy que es la salida posible?
--Hacer visible esta situación de impunidad, que sólo triunfa a oscuras, y la única garantía es la mirada de la sociedad. Cuando empezás a contar, las cosas cambian y se iluminan.