“Te cosifico todo”, “Me encantan tus cejas gruesas”, “Escribís para el culo”, “Sos una puta”, “Sos un mediocre y nunca vas a llegar a nada”. Tranca. Y eso sin listar los textos deseando cáncer o muertes de distintos grados. Lo extraño es que la aplicación que permite que lleguen esos mensajes anónimos de ciberbullying fue creada para recibir “feedback positivo y comentarios constructivos” de compañeros de laburo y amigos. Es que si en las redes sociales el bullying es una consecuencia indeseada de la distancia que media la pantalla, usar Sarahah es casi como pedirlo.
Creada por un saudí, su nombre se traduce más o menos como “honestidad”, y atraviesa un período de popularidad, al menos por unas semanas, hasta que pase la novedad y sea polvillo virtual cuando los usuarios se aburran de mostrar las preguntas y comentarios que les envían. Como muchas otras redes sociales, su uso habitual está lejos de su intención declarada, y es más bien vehículo para el acoso (apenas evitable con bloqueos de IP) y barricada de tiradas de galgos.
Lo curioso es que aunque parece una aplicación ideal para adolescentes –una usuaria consultada por el NO la comparó con el juego del buzón anónimo de la infancia– tiene mucha pegada entre millennials y los de algunos años más, que esgrimen la “curiosidad” como el principal motivo para probarla.
Sarahah es heredera de una larga lista de comportamientos virtuales (o mejor dicho vinculados a las redes sociales antes de que se las llamara así): los blogs o foros con nicknames en lugar de nombres también daban cierto margen al bullying. Sin embargo, eran espacios públicos y cerrados: sólo podía comentar quien estaba registrado. Sarahah permite enviar mensajes sin tener cuenta y, además, necesita que el usuario comunique a los demás su presencia ahí: así que si llega el bardeo, seguramente sea de un contacto de otra red en la que se halla compartido el usuario.
“El anonimato es una experiencia que muchos millennials no pasaron: hoy es rarísimo que se te permita dejar un comentario en algún lado sin loguearte primero”, comenta el “Cosificado”. Además de funcionar como “entretenimiento” y distracción necesaria, una usuaria de la red intuye que cierta cuestión de ego aparece entre los motivos profundos para abrirse una cuenta. “Quizás uno se plantea ver qué tienen para preguntarle o decirle”, especula. Y a vos, ¿qué te dijeron?