Si Otello es reconocida como la obra de los celos será, precisamente, porque no existe un solo vínculo de todos aquellos que tejen la trama que quede exento de la impregnación tóxica de este afecto sufriente.

Me propongo echar luz sobre la opacidad fundamental del afecto celoso recuperando sus diferentes modalidades de presentación en la literatura dramática a fin de precisar su estatuto en la estructuración subjetiva. Comienzo. El carácter amoroso de los lazos entre los personajes de Otello es rápidamente teñido por diferentes intensidades del furor celoso induciendo en aquellos el frenesí creciente de sus efectos tortuosos.

Sin embargo, a pesar de la omnipresencia de éste, de su ineludible vivencia por parte de Otello, los diálogos adolecen de un reconocimiento de este sentimiento que lo asuma como tal.

Otello, cual alma bella, es presa de los celos que vividos en un total desconocimiento, en un consentimiento ciego a la pasión de la ignorancia en la que éstos arrojan al sujeto pues los celos enceguecen al celoso, velan la mirada excluyendo toda rectificación subjetiva por la cual el sujeto admita la parte gozosa ya sugerida por la estofa significante de la palabra.

Jalouissance es el neologismo formado por la condensación de "jalousie" (celos) y "jouissance" (goce) que confiesa la inercia de goce que retiene al cornudo imaginario en su no querer saber.

Cabe preguntarse entonces ¿qué hay de indigno en los celos? ¿por qué el sujeto empeña en no asumirlos? Y, al mismo tiempo, ¿cuál sería el efecto resultante de afirmar "Yo soy celoso"?

Es interesante resaltar que, cuando Hamlet dice "Yo soy Hamlet, el danés", hay algo de la postergación del acto hasta allí dilatado por un tiempo de comprender infinito.

Podría decirse que ahí, algo del punto de angustia fue atravesado (situamos la angustia entre goce y deseo) con el abandono del goce imaginario que dejaba al sujeto detenido en el instante de ver sin llegar al tiempo de concluir. Es ese primer tiempo, el del instante de ver, el del goce escópico aquel en que el celoso queda coagulado sin llegar a afirmarse como sujeto o haciéndolo a través de esa clase de acto degradado (en tanto no hay palabra que medie) que es el pasaje al acto.

Es así como lo observaremos en Otello que, tras el homicidio, se suicida pues el desvanecimiento del delirio de celos que se enlaza al crimen inmotivado hace caer también el velo imaginario con que se sostenía su certeza sin otorgarle un punto simbólico de anclaje.

Ahora bien, Freud aborda los celos en el texto Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad. Allí, introduce una distinción entre las diferentes clases de celos.

En primer lugar, Freud describe los celos de competencia o normales: "están compuestos por el duelo, el dolor por el objeto de amor que se cree perdido, y por la afrenta narcisista... Además, por sentimientos de hostilidad hacia los rivales que han sido preferidos, y por un monto mayor o menor de autocrítica, que quiere hacer responsable al yo propio por la pérdida de amor".

¿No es lícito reconocer esta clase de celos en ese enlutado al que Shakespeare llamó Hamlet?

Remitámonos a la escena del cementerio donde Hamlet se confronta con la pérdida de su objeto de deseo, Ofelia, cuya muerte dudosa sugiere allí también la huella de los estragos del amor.

En esta escena, observamos a Hamlet, hasta allí desafectado e inhibido, arrojarse sobre la tumba tras el instante de ver, es decir, pasado el momento en que ve a Laertes ostentar su duelo por Ofelia.

Laertes (hermano de Ofelia) ¿no es acaso el semejante rival que, con su exhibición de dolor, se arroga para sí la posesión de ese objeto de amor?

Detengámonos en las palabras proferidas por Hamlet ¿no son el signo de la relación de competencia en que se encuentra con Laertes? Relación imaginaria entre a y a' ahí donde la buena forma del semejante se asegura la posesión del objeto de disputa, del objeto Ofelia donde se hace oír el falo (phallus)(1), es decir, cae en la locura de la debilidad mental prometida por su imaginario.

"Yo a Ofelia amaba: cuarenta mil hermanos no pudieran con todo su cariño dar la suma de mi amor.‑ ¿Tú por ella, di, qué harías?"

Estas frases de Hamlet me resultan de una claridad extrema en tanto muestran el plano puramente especular en el que Hamlet entra en lucha con Laertes, plano regido por la "medida" donde aquél que ofrezca más será el resarcido narcisísticamente con la ocupación del único lugar del yo ideal.

*Psicóloga. Maestranda y docente en Facultad de Psicología UNR. El texto es un fragmento de su libro Locuras.

(1) Phallus=Ofelia ¿es casual que Shakespeare la nombre Ofelia? Nota del editor.