¿Por qué una antivisita? ¿La ESMA pude estar afuera de la ESMA? ¿La llevamos en los cuerpos? ¿Dónde están los desaparecidos? ¿Cómo aparecen? ¿Cómo se nos aparecen? Las preguntas se agolpan al asistir a Antivisita, formas de entrar y salir de la ESMA, una performance de site especific. Es una experiencia que se transita en otro lugar, que convierte a cualquier espacio en un centro clandestino de detención, porque es una memoria común. Recupera el testimonio, conmueve, deja asomar también el ridículo. Sin solemnidad, convoca al misterio y genera una magia, en un viaje de 70 minutos. Mariana Eva Pérez, Laura Kalauz y Miguel Algranti son maestros de ceremonias que enlazan estas dimensiones, en un limbo que atrae a los espíritus, esos que aparecen dos por tres en la ESMA. Y también un exorcismo que atraviesa el dolor para salir a danzar. 

La sorpresa es que en estos meses, con la irrupción de una candidata a vicepresidenta que reivindica el terrorismo de estado y acusa de “terroristas” a todas las personas que caminan, la Antivisita es dolorosamente actual. No se trata (sólo) de revisar las formas de hacer memoria, sino de arder haciéndola. “Esta gente apunta a que se derrita todo lo que cohesiona nuestro tejido social”, dice Mariana Eva Pérez, quien reconoce que “de pronto, sin cambiarle la letra, la obra es más testimonial y más de denuncia, porque estamos volviendo a contar que secuestraban embarazadas, que las torturaban, que les robaban los bebés. Y acá hay algo interesante en relación a las infancias y por qué cuesta reconocer que estábamos ahí y que fuimos destinatarias directas del accionar terrorista del Estado. Porque se cae justamente la mentira de la teoría de los dos demonios, de la guerra antiterrorista o lo que vos quieras. Cuando pensás que hicieron todo lo mismo también contra niños y niñas y adolescentes, es otra cosa”, sostiene. 

La Antivisita vuelve sobre la ESMA, lejos de allí. “Si esto fuera la ESMA”, dicen al comenzar, convertidas en guías, Pérez y Kalauz, con las tarjetas identificatorias sobre sus ropas. Y van mostrando un recorrido que evoca el horror, sin sumergirse en él. “Está todo el tiempo la pregunta de cómo contar y cómo mostrar estas historias, y que se pueda seguir escuchando, que se pueda seguir mirando. Que no te ciegue el horror”, dice Mariana Eva Pérez, autora también de los libros Diario de una princesa montonera y Fantasmas en escena (teatro y representación). 

La estrategia es recuperar las memorias de los cuerpos, atravesar el horror. “Contamos un poquito y nos desviamos por otra sala de este museo imaginario, contamos otro poquito y nos metemos en otras, para no contar tampoco linealmente ni la historia de mi mamá, ni en la de ninguna de las chicas”, dice Mariana, que en una de esas salas se detiene a pegar fotos en las paredes, las fotos de la vez que visitó la ESMA (todavía no se había convertido en espacio de memoria) junto con ex detenidas y Rosa Roisinblit, entonces vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y abuela de Mariana. Rosa tenía 85 años, iba con bastón, pero subía y bajaba escaleras acompañando a las sobrevivientes. 

Porque si hay un tema que atraviesa toda la Antivisita es la maternidad clandestina que funcionó en la ESMA. “Para nosotras, era una parte central. En el momento en el que empezamos a idear esta obra, éramos mamás de nenes muy chiquitos, nos quedaba muy cerca el tema de la violencia obstétrica. Yo tuve la oportunidad de repensar y de elaborar mucho más las circunstancias que rodearon a mi nacimiento y el de mi hermano, quizás Laura menos. También nos atravesaba como mamás, el tema estaba muy fresco, las cuestiones del parto respetado, la lactancia. Entonces, a pesar de que no se diga mucho, nuestra sensibilidad estaba ahí era plena. Y después también cuando lo conocimos a Miguel, era padre de una bebita, entonces coincidimos los tres en tener hijos pequeños”, dice Mariana sobre ese eje que atraviesa la performance: la maternidad clandestina donde más de 30 mujeres fueron sometidas a dar a luz en condiciones deplorables. Su mamá, Patricia Roisinblit, estaba embarazada de 8 meses y fue secuestrada con Mariana, horas después que se llevaran a José Manuel Pérez Rojo. La pareja fue llevada al centro clandestino de la Fuerza Aérea RIBA y cuando estaba a punto de dar a luz, la trasladaron a la ESMA. Si bien la sala ya estaba desmantelada, igualmente allí nació en noviembre de 1978 Guillermo Pérez Roisinblit, el hermano de Mariana, que fue apropiado y recuperó su identidad en el año 2000. 

A mí me preocupa el borde en el que jugas con lo biográfico como material con el que se puede experimentar, y que no parezca que mi historia es más importante que otras, o que pertenezco a un cierto linaje, o a un apellido más importante que otros”, dice Mariana y, claro, se ríe. “Que no sea Pérez, obviamente”. “Siempre me preocupa marcar que yo laburo lo biográfico como excusa para hablar de algo que excede”, asegura.

Si algo hizo desde su escritura Mariana Eva Pérez fue discutir las versiones cristalizadas  de la memoria, verdad y justicia, hacerles lugar a las contradicciones y también al humor, su forma particular de correrse de los mandatos. Se ríen Laura y Mariana, pero no de cualquier cosa ni en cualquier momento. Se ríen de sí mismas, se ríen de los lugares comunes. Evitan la solemnidad para recorrer espacios como si fueran los del mayor centro clandestino de detención de la Argentina, donde se estima que estuvieron secuestrados unxs 5000 detenidxs desaparecidxs. 

Con dramaturgia de Mariana, dirección de Laura y colaboración dramatúrgica de Miguel, la Antivisita lleva la ESMA a otros lugares. Con el tiempo, esa apuesta también devela que el horror no se circunscribe a las paredes en las que el terrorismo de Estado lo escondió, pero también lo amplificó. Y allí aparece una idea que desarrolló Pilar Calveiro en Poder y desaparición: el poder concentracionario se expandió por todo el país durante la dictadura militar. 

Por eso, sacar a la ESMA es también mostrar que cualquier lugar pudo ser la ESMA. “Es algo que empezó a pasar con la obra misma. Al principio no estaba tanto esa idea, sí estaba la idea como de estrenar y llevarla a otros espacios, pero la idea de que podía funcionar de una en otros espacios, resonando en este sentido, fue algo que nos empezó a pasar haciéndola, ensayándola, en realidad, montándola. Fue fuerte darnos cuenta porque, por un lado, la obra es un intento de exorcismo, y por otro lado, es la comprobación de que la llevo conmigo adonde quiera que vaya, creo que todos la llevamos con nosotros. Cuando digo ESMA, digo los campos, el terror de esa época”, reflexiona Mariana.

Exorcismo es una palabra clave: la dimensión espectral es protagónica en la Antivisita. Lxs desaparecidxs no están, no son, dijo el genocida Jorge Rafael Videla. Y sin embargo retornan una y otra vez para susurrar sentidos, reclamar justicia, dejar legados. En la performance, el nexo es una abuela que sabía convocar a los espíritus. Y la ceremonia para invitarlos a pasar tiene un médium. En verdad, es un juego, facilitado por alguien que estudia profundamente el espiritismo, el antropólogo Miguel Algranti. Lo que se habilita en un espacio cerrado, donde las personas se toman las manos, es el cruce la creencia y la posibilidad de convocar lo no dicho, lo dicho por otrxs, lo que está en el aire pero no se ve. El cruce era arriesgado. “Cuando ensayábamos ni siquiera sabíamos qué iba a pasar en el momento en que le propusiéramos a la gente cerrar los ojos y tomarse las manos, y encontramos que hay predisposición a explorar, a indagar en esta dimensión, a jugar un poco, se puede jugar con respeto y a permitirnos simplemente sentir esas presencias, que ya no se convierten en algo acechante sino que uno les puede dar la bienvenida en la propia existencia”.

Es el cuerpo el lugar de las memorias y así lo pone en escena la obra. “Justamente hay una memoria ligada a la sensibilidad de los cuerpos, hay un ejercicio por ver cómo nuestros cuerpos son lugares, lugares de detención, la ESMA nos habita. Queremos escapar de los discursos cristalizados que toman imágenes del pasado para representar un todo, y volver a lo que tenemos en el cuerpo, lo que nos cruza, no sólo a los que lo vivieron, sino a las generaciones que siguen, porque en última instancia el designo del desaparecido como estrategia militar tiene que ver con un disciplinamiento no de las víctimas directas, sino de la sociedad”, apunta Miguel.

La experiencia tiene una espesura intransferible. “Maneras de hablar de la antivisita sería otro capítulo”, dice Kalauz, quien afirma que la puesta “tiene su propia biografía personal pero es producto de una manera de aproximar los temas de derechos humanos, documentándolos, pensándolos, redefiniendo el sentido de las cosas. Es alta magia lo que también sucede. Hay algo de rito, de chamanismo contemporáneo, situaciones que se van haciendo evidentes a medida que giramos”. Kalauz estudió danza, es coreógrafa independiente y explora las posibilidades del arte contemporáneo para habilitar un pensamiento crítico.

Hasta ahora, la obra se puso en escena en diferentes espacios, pero nunca en un centro clandestino de detención. “Y no sé si podríamos”, dice Mariana. En el Museo de la Memoria de Rosario, sí, la escena que convoca al más allá se realizó en el mismo lugar donde se hacían los consejos de guerra a personas desaparecidas que estaban en centros clandestinos de detención. Antes de hacer la Antivisita, el equipo visitó tanto el Museo (en el que funcionó el Comando del Segundo Cuerpo de Ejército), como el ex centro clandestino de detención Servicio de Informaciones, que estaba ubicado a una plaza de distancia. “Uno de los ejes de la antivisita tiene que ver con la espectralidad, lo fantasmático”, dice Miguel, quien aclara que es el único del equipo de trabajo que nació en democracia, en 1983. “La espectralidad tiene que ver con las generaciones que fueron víctimas directas de esa fantasmalidad, que es algo que está muy relacionado al cuerpo, y a un tipo de memoria que tiene una emergencia, una independencia de los monumentos, los sitios, y nos atraviesa a todos”, asegura.

Por eso también se proponen formas de salir de la ESMA. No se contará cómo se plantea la salida pero sí que hay una canción, un baile, una forma de salir desde la libertad de los cuerpos, retomar los legados vitales.

Legados que incluyen los pedidos de justicia y reparación. Kalauz plantea que Antivisita puede pensarse como “teatro jurídico, es un teatro que hace justicia, que lidia con cómo pensamos lo justo, el resarcimiento”. Y también cree que es una propuesta para “hablar con las nuevas generaciones”. Y la verdad jurídica se vuelve más necesaria que nunca.

“Nos encontramos horriblemente actuales y relevantes. De ser quizás tildades de anacrónicos y pensar... otra vez; a decir que realmente estamos empezando a revisar esto, a sanarlo”, dice Laura, que protagonizó en Rosario un nuevo capítulo de la Antivisita. Su padre formó parte de la resistencia en Villa Constitución, la ciudad fabril donde la lista Marrón había ganado en la Unión Obrera Metalúrgica. El 20 de marzo de 1975, las fuerzas de seguridad coparon esa pequeña ciudad del sur de Santa Fe, provocaron muertes, se llevaron cientos de personas detenidas. Ese mismo día nació Laura, cerquita de allí, en San Nicolás. Poco tiempo después encarcelaron a su padre. El 13 de noviembre comenzará en los Tribunales Federales de Rosario el juicio por la represión ilegal en Villa Constitución, donde la empresa Acindar prestó uno de sus espacios –el albergue de solteros- como centro clandestino de detención.

Hay otro juicio inminente. El 21 de diciembre comenzará el de Mansión Seré, donde se juzgará a Juan Carlos Vázquez Sarmiento, represor que estuvo prófugo hasta 2021 y actuó en la RIBA, donde estuvieron secuestrados el papá y la mamá de Mariana. Con la angustia que provocan apariciones como las de Jorge “Tigre” Acosta, ella se pregunta  con incredulidad: “¿Desde cuándo es un actor político, desde cuándo importa a quién vote?”. Y asegura: “Es fuerte hacer la obra en este momento, y al mismo tiempo es lo que yo tengo para luchar, es lo que siento que comunica algo, que arma comunidad y nos permite conectar con esa dimensión de lo que pasó y pasa”.

Antivista se presenta el martes 7 de noviembre, a las 19 y 21 horas, en el Centro Cultural Konex. Dramaturgia: Mariana Eva Perez.