Treinta y ocho años lleva de vida La Tabaré, desde que Tabaré Rivero la fundó, allá por 1985. Pasaron bajo el puente años buenos, días malos, catorce discos, operetas en vivo, rocanroles, derivas teatrales, y una tarea fina que su creador esboza ante Página12. “Hacer las cosas a nuestra manera sin imposiciones… sin seguir la corriente de lo que se debe hacer”. Bajo tal premisa, el hoy sexteto acaba de publicar Urutopías, disco cuyo estreno en vivo en la Argentina irá por dos: este viernes a las 20 en Niceto (Niceto Vega 5510) y el sábado en Los Lobos (Av. 13 e/527 y 528 La Plata”. “Por ahora solo nos preocupa hacer un buen toque… darle al público lo mejor de nuestro repertorio”, asegura el cantor, compositor y actor oriental de 66 años.

-¿Por qué remarcás “por ahora”?

-Porque dejamos la puerta abierta a una revancha a la presentación de la opereta. Si bien hace más de treinta años que cruzamos el charco para tocar allí, han sido siempre presentaciones esporádicas, por lo que el público argentino no está acostumbrado a La Tabaré. Entonces, lo mejor es ir por partes.

La aclaración es porque Urutopías tiene un correlato en clave de opereta, una estética que el grupo ya ha propuesto, inspirado en The Kinks, The Who e incluso la ópera inconclusa de Almendra (siete en total, entre La ópera de la mala leche y La euforia de los derrotados) y que esta vez la acomodó al formato disco. En efecto, el sucesor de Blues de los esclavos de ahora (2017) consiste en dos actos, a manera de lado A y lado B, subdivididos a su vez en escenas, e intercalado con misceláneas poéticas, que van contra lo establecido, en defensa del placer, el amor y la conciencia ecológica. “Incluso en un principio iba a llamarse Suite Urutopías, pero sonaba demasiado grandilocuente”, ríe Rivero. “En fin, Urutopías fue compuesta con la idea de presentarla en vivo con actores, escenografía y vestuario”.

El término Urutopías, deviene de dos sentidos. El de “cantar a la uruguaya como uruguayos” (Rivero dixit), y el de seguir la máxima utópica de Eduardo Galeano, otro hijo de esa tierra. “¿Para qué sirve la utopía?, sirve para caminar”. “Entendemos este disco como las utopías uruguayas, que pueden ser las utopías de cualquiera en cualquier lugar del mundo. Me refiero a aquellas esperanzas de volver a alcanzar los valores esenciales de solidaridad, camaradería, una comunidad no basada en la competencia por el dinero, sin jefes ni patrones, sin ningún tipo de violencia ni poder. O sea, una forma de vivir exactamente distinta a la que estamos acostumbrados a aceptar como normal”.

-Lo llaman un disco urgente y “sin aliento” ¿Razones?

-Así lo entendió (el periodista uruguayo) Carlos Dopico y creo que se refiere a un disco necesario para esta época en que el género rock ha sido tan bastardeado, tanto que ya nadie cree en él ni se le piensa como algo contracultural.

-No parece muy asertiva tu posición sobre el rock de hoy.

-Porque lo pienso sin innovación alguna, sin transgresión, sin rabia... o sea, sin todo aquello que hacía del rock algo distinto, necesario y valioso por sí mismo.

-¿A qué factores atribuís esto?
-A la pose general, y a la tanta guarangada de sus protagonistas. La Tabaré viene corriendo desde hace años combatiendo contra todo y últimamente también contra toda esta gran payasada. Ante este marco, nosotros nos reinventamos, dejándonos llevar por las necesidades de la expresión y las ganas de ir contra la corriente, pero no como un reglamento a seguir.

Una herramienta clave para lograrlo fue transformarse en cooperativa hace quince años. Por eso, todos los integrantes actuales de La Tabaré cobran exactamente lo mismo, aportan al típico “fondo común”, y respetan una división de tareas interna: está el que compone, el que hace los arreglos, el que maneja el dinero, el que lleva la agenda de shows y ensayos, y los que tocan: La Tabaré, que hoy completan la cantante Pamela Cattani, el guitarrista Leo Lacava, el bajista José María Suárez, el baterista Marcelo Lacava, y el trombonista Enzo Spadoni, fusiona música y teatro desde su origen. “Nos respetamos, intercambiamos opiniones y tiramos para adelante. En rigor, de joven yo soñaba con vivir en una comunidad de artistas y con estos músicos creo que lo podría haber realizado… pero a esta altura de mi vida, sé que muchos de mis sueños quedarán solo como como urutopías”.

-¿Qué hubo que ceder para que un grupo “tipo” mutara en cooperativa?

-Principalmente, yo dejé de ser el déspota que estúpidamente fui durante los primeros veinte años. Al comienzo del grupo, había sido esa la manera que encontré para llevar adelante mis ideas, porque el rock sin ideas no tiene sentido, pero eso me impidió disfrutar plenamente. Ahora todos opinamos, todos aportamos, todos gozamos incluso de los inconvenientes que muchas veces se nos presentan. Y eso que los músicos que están en la banda son como 30 años menores que yo, pero me respetan y me quieren como un amigo más… o como a un abuelo raro (risas).

-Vuelta al disco, hay una pieza que bien podría funcionar como una síntesis del total. Se llama “La Tecnocracia”. ¿Qué implica?

-Habla del mundo del futuro, el que le dejo a mis hijos y que me preocupa, porque se trata de un mundo sin alma, con la perfección de las máquinas. Siento que todo bien intencionado invento del ser humano ha tenido siempre un porcentaje muy acotado a su favor y otro muy grande a favor del poder de algunos pocos y la destrucción.