Mucho se habla de los acuerdos políticos pos dictaduras y se utiliza como ejemplo el Pacto de la Moncloa en España, pero omitimos decir que nuestro país tiene un Pacto democrático tácito, que fue el Nunca Más.
La sociedad argentina y las fuerzas políticas que la representan decidieron en la recuperación democrática que Nunca Más un golpe, que Nunca Más una interrupción del orden democrático y que Nunca Más al Terrorismo de Estado que tuvo consecuencias atroces como los crímenes de Lesa Humanidad.
Sobre esa base refundamos nuestra democracia en 1983 y con aciertos y errores, marchas y contramarchas, defendimos estos preceptos éticos y vitales, como en la Semana Santa del 87. Ese era nuestro límite, el orden democrático y el respeto a la Constitución como piso mínimo sobre el cual podíamos discutir políticas económicas, sociales o culturales, pero nunca más retroceder a la violación del estado de derecho.
Hoy vivimos con preocupación, por primera vez en 34 años de recuperación democrática, que el Pacto del Nunca Más se puede resquebrajar. Sabemos cómo empieza y sabemos también cómo termina, motivos suficientes para frenar acá.
Existe en el Gobierno de Macri un núcleo duro ajeno desde su historia política al Nunca Más. Sus empresas o sus familias estuvieron ligadas al accionar de las dictaduras por acción o por omisión y siempre en procura de negocios, fin último del lucro empresarial. Pero son muchos los dirigentes políticos del propio oficialismo que provienen de tradiciones políticas democráticas y que formaron parte de los acuerdos en los primeros años de la década del 80, que deben balancear desde sus opiniones a los sectores más reaccionarios respecto de la democracia plena.
Las luchas político partidarias definen un modelo económico o un modelo social. Nosotros nos opusimos al pago de la deuda a los fondos buitre, otros la renegociaron. Podemos discutir el modelo jubilatorio o la Ley laboral, podemos tener visiones absolutamente opuestas en materia de justicia social o intervención estatal. Pero no se pueden discutir ni el orden democrático ni el respeto irrestricto a los derechos.
Hoy Santiago Maldonado es un desaparecido y la figura que se aplica es la de desaparición forzada.
Más de un cuarto de millón de personas nos expresamos democráticamente en las calles exigiendo su aparición con vida y exigiendo además, la acción positiva del Estado Argentino a esa desaparición.
La respuesta fue, hasta ahora, la negación de los hechos, la provocación y la represión a la manifestación multitudinaria.
La democracia pende de un hilo y pasar al Estado de Excepción, en el que las garantías constitucionales queden subordinadas a la seguridad del estado, es un paso al vacío.
Propongo reflexión a todas las fuerzas políticas democráticas. A todos los sectores económicos, sindicales, sociales, culturales (incluyendo los periodísticos) para que dejemos de lado cuestiones coyunturales o electorales y recuperemos el Pacto democrático que el pueblo argentino avaló en el y que construyó una democracia basada en la memoria, la verdad y la justicia.
Nunca Más
* Presidente de Forja.