El jefe de Gabinete, Marcos Peña, aseguró durante su presentación ante el Senado que si en el caso de la desaparición de Santiago Maldonado “se comprueba algún delito por parte de un miembro del Estado, no habrá encubrimiento”. Le faltó decir que no habrá encubrimiento porque ya lo hubo.
Lo único que hizo el Gobierno desde el día en que organismos de derechos humanos denunciaron la desaparición y la evidente necesidad de investigar a la Gendarmería fue intentar evitar que esa necesidad se haga realidad.
Y no recurrió para ello a un ignoto funcionario de bajísimo rango sino que puso al frente del operativo a la propia ministra del área, que ya estaba comprometida por la presencia en el terreno de uno de sus colaboradores más cercanos. Así fue como Patricia Bullrich en persona no solo negó de todas las maneras posibles que la Gendarmería pudiese quedar bajo la sospecha de haber cometido un delito sino que intentó transformar en delincuente al mismo Santiago Maldonado, denunciando nada menos que ante el Congreso que todo indicaba que él había participado del asalto violento a un puesto de Benetton en la Patagonia.
La teoría oficial se completaba con una espectacular construcción cinematográfica: Maldonado había sido herido de muerte en ese ataque y sus compañeros, “terroristas entrenados por las FARC y los kurdos”, aprovecharon la ejemplar intervención de la Gendarmería en territorio mapuche para cargarles la culpa de su propia criminalidad.
La novela fue publicada primero por el diario La Nación y, a pesar de que todos los hechos recogidos por verdaderos periodistas la desmentían, retomada con entusiasmo por el diario Clarín y su red de difusoras. Recién cuando oficialmente se descartó que el ADN de la sangre recogida en el puesto de Benetton pudiera corresponder a la de Santiago Maldonado la invención fue puesta en duda. En el medio, al “periodismo independiente” no le interesaron los testimonios de amigos, familiares y conocidos de Maldonado que se contactaron de diversas maneras con él en esos días, tal como lo publicó con detalle PáginaI12 en sucesivas ediciones.
La ministra no se conformó con transformar a Maldonado en un criminal, también lo convirtió sin prueba alguna en prófugo. Hasta el día de hoy se niega a aceptar que haya estado presente en el lugar de la represión, lo que lleva a pensar que se esconde aviesamente en algún lugar indeterminado con el único propósito de generar escándalo alrededor de su figura.
Para ello no sólo utilizó todos los medios oficiales a su alcance, sino también, otra vez, a los paraoficiales Clarín y La Nación, que lo fueron rastreando con entusiasmo desde Entre Ríos a Chile, y hasta descubrieron un pueblo perdido donde, otra llamativa imagen cinematográfica, todos se parecían al desaparecido.
Si no fuera por el persistente accionar de los organismos de derechos humanos, que denunciaron los hechos desde el primer momento, los familiares de Santiago, la comunidad mapuche y los medios que como PáginaI12 publicaron lo ocurrido, el Gobierno se hubiera salido con la suya y todo habría quedado en el olvido.
Este armado no se mantuvo en secreto. En sucesivas notas de Horacio Verbitsky, este diario difundió todos los pasos de la persecución a la comunidad mapuche, incluida la detención ilegal de uno de sus líderes, Facundo Jones Huala, aun antes de la desaparición de Santiago Maldonado. Y una vez que ésta se produjo, reveló que Pablo Noceti, el jefe de gabinete de Patricia Bullrich, estaba en la zona cuando se realizó el operativo y había confesado en una entrevista previa los planes del ministerio de avanzar sobre esa comunidad aun sin intervención judicial.
Treinta y cinco días después, cuando fueron cayendo uno a uno los inventos oficiales y la conmoción por el crimen llegó a toda la sociedad a pesar de los esfuerzos del Gobierno, tanto el Presidente como el Jefe de Gabinete dicen que están “preocupados y ocupados”, según la fórmula que rescató para esta oportunidad Jaime Durán Barba. También aseguran que “no habrá encubrimiento”. Ya lo hubo.