Querides lectoras:

Comienzo agradeciendo el generoso apoyo recibido a mi propuesta de asignarles un rol protagónico, para el 19 de noviembre, a “las empanadas”, que, con su matiz federal (las hay típicas de cada provincia), le darán un toque nacional y popular, junto al inefable fresco y batata que ya acompañó al pastel de papas el pasado 22/10. El motivo del cambio (empanadas por pastel) no es otro que la coparticipación, ya que el pastel fue, tuvo que ser, una obra unitaria en su autoría, mientras que las empanadas gozarán de una creatividad colectiva gracias al aporte de los propios comensales y comensalas.

Este inicio gastronómico no da derecho, aunque tampoco lo conculca, a que sobre el final de esta columna alguien comente que más que “Unión por la Patria”, lo mío es “Unión por la Panza”, ya que, como todo gordito, tiendo a pensar que "la panza es del otro” y, de últimas, después de haber pasado un tiempo “comiéndonos las uñas”, unas empanadas no nos van a hacer mal. Por otra parte, esperamos compensar el exceso ingerido con unos buenos saltos de alegría, pero si así no lo fuere, se vendrían cuatro años de corridas. En fin...

Como dije, digo y diré, el candidato Javier Milucha y su banda de zombis cívico-militar-empresariales andan proponiendo pesadillas que dejarían al mismísimo Freddy Krueger convertido en un gatito mimoso; a Drácula, en un abstemio de sangre; a Frankenstein, en una Barbie; al Caballero de la Noche de Game of thrones, en un muchacho simpático aunque equivocado, y al mismísimo maurífice, en… en..., ¡ah, no; él es el mismo! ¡Es el único que propone un cambio, pero no cambia nunca!

Sin embargo, lo bueno de todo esto es que –a menos que la sociedad haya enloquecido y el lunes 20 por la mañana una enema neuroléptica (de psicofármacos pesados) recorra nuestro país– no van a tener cabida en la realidad. Tan locas son las ideas, que sus mismísimos propietarios no se atreven a hacerse cargo de ellas y se las adjudican a su hija preadolescente, uno de ellos; y a su perro muerto, el otro.

Pero el problema, digámoslo de una vez, no es la locura, sino la maldad subyacente y, sobre todo, el deseo de hacer sufrir mediante el ejercicio de esas ideas, de todos (este “todos” incluye a gran parte de sus propios votantes, aunque el odio no les permita verlo; o peor, porque a veces lo ven, pero no les importa).

Porque podrían tener ideas locas pero divertidas, que si fueran posibles redundaran en felicidad singular, colectiva y popular, pero no: los planes de esta gente no parecen ir en ese sentido. De hecho, ya hablan de la “necesaria represión”. O sea, no piensan que la gente va a salir a la calle a festejar, o a comer bailar y divertirse, o a tomar solcito y disfrutar de la buena vida como resultado de esa práctica, sino de… otra cosa, llamémosla motosierra, destrucción, exclusión –por usar palabras que ellos mismos usan, a mí se me ocurren otras, pero por una cuestión de buen gusto, las evitaré–.

Y aquí caben entonces, a solo dos semanas y un día de “ese día”, unas preguntillas:

· ¿Puede un plan político, económico y social tener una sola consigna: “destruir al kirchnerismo”?

· ¿Es posible que alguien identifique “el cambio” con gente como el maurífice –autor de “que mueran todos los que tengan que morir”– o la patrífice –autora de “qué bueno que explote todo”–, y sus equipos que destruyeron todo lo destruible durante la dictadura, el menemismo, la Alianza y el macrismo?

· ¿Nadie les dijo que "los cambios” pueden ser buenos pero pueden ser horribles, y que si ellos funcionaran como la palanca de cambios de un auto, serían la marcha atrás?

· ¿Acaso creen que hace solamente dos semanas Milucha no le decía a Patricia Faizer “montonera”, sino “motosierra”?

· ¿Los que votaron a Milucha “por oponerse a la casta” estarán de acuerdo en pactar con aquellos que se sienten “en lo más alto de la casta social"?

· ¿Los que votaron a la patrífice por terror-pánico a Milucha creen que el maurífice, a la manera de un puppet-master de la política, va a poder ventriloquear al muñeco y no revolear los ojos cada vez que alguien dice “justicia social”?

· ¿De verdad creen que una púber y un perro fantasma son buenos gobernantes? ¿O será que los políticos se tienen que escudar en ellos porque lo que proponen es impresentable? ¿No les parece un tantico cobardica escudarse en hijas y mascotas?

· ¿Puede ser tan poderoso el imaginario como para que muchas personas acusen de las peores cosas a quienes quizás no hayan podido evitarlas, y elijan a quienes las causan y prometen seguir causándolas?

· ¿De verdad hay tanta gente joven (o no tan) que cree en soluciones mágicas, no como show, que está buenísimo, sino para la vida?

· ¿Los que piensan “a mí no me va a tocar" se creen inmortales, impunes, invisibles, importantes, inmunes, o solamente incoloros, insípidos e inodoros?

· ¿Pueden seguir a alguien que se cree Moisés, pero no en su rol liberador, sino en lo de traernos diez plagas primero, y después mandarnos por 40 años al desierto?

· Los que prefieren no tener más moneda propia –por mal que pueda andar, es la nuestra–, ¿harían lo mismo con su corazón? Quiero decir: ¿dependerían del de otra persona, no a través de un trasplante, sino simplemente que lata en otro cuerpo y, si sobra un poco de sangre, te la bombean?

· ¿Pueden hablar de “lo caro que está el dólar”, tomando como referencia el dólar ilegal? Es como determinar el índice de inflación por el precio de la cocaína.

Todas estas preguntas, y unas cuantas más, circulan por mi atribulada neuronita. Espero que nos podamos responder, entre todos y todas, con un balotaje en el que “Juntos por el Mal” salga cuarto. O sea: primero Massa, segundo Francia, tercero “en blanco”, y cuarto, pero lejos lejos lejos, los archivillanos.

Sugiero, acompañar esta columna con el video “El Massa” (Rudy-Sanz), y seguirlo repitiendo hasta que ganemos: