Si el 2022 convirtió a Dillom en la estrella más extraña de la música urbana, el 2023 tenía reservada para su vida de comedia y espanto una serie de eventos fuera de toda norma. Por ejemplo: la Legislatura porteña lo declaró Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires en una ceremonia donde lo presentaron diciendo: “Este es el máximo exponente del trap en Argentina”. Y él cantó: “Su pussy pelada parece Larreta”. Hizo que la palabra “suicidio”, una de las más censuradas de internet, se convirtiera en tendencia de twitter. Giró por Europa y Latinoamérica. Estrenó un documental en el cine Gaumont sobre el disco Post mortem, su muy temprana obra maestra que precipitó un ascenso maratónico, y que se proyectó en varios cines del país. Y algo importante: hace muy poco tiempo se mudó por primera vez solo.

Unos meses antes de eso, un día de abril de 2023, el joven Dylan León Masa –un nombre que funciona como curioso resumen de estos días– toca en un Movistar Arena repleto para 15 mil personas. Luego se baja del escenario y se va a dormir al pequeño cuartito del departamento tres ambientes que comparte con tres personas más: un amigo de la infancia, su madre y su hermano menor, la familia que lo adoptó como propio hace siete años. “Pero no necesitamos más, somos felices así. Hace poco vivíamos en una casa mucho peor, un dos ambientes donde nos turnábamos para dormir en la sala”, recuerda él. En muy poco tiempo, a Dylan Masa, de 22 años, más conocido como Dillom, le cambió la vida de forma radical y uno no sabe lo que eso puede hacerle a un cuerpo, a una cabeza. Entonces él, un chico de espíritu sabio y una cajita de jugo tatuada en la cara, decidió quedarse en esa casa familiar que lo recibió y lo contuvo cuando lo echaron de la suya. “Yo era un desastre y me adoptaron igual, esto que me pasó es mucho gracias a ellos”, asegura.

Ese día de abril en Movistar Arena fue una despedida –literalmente un funeral– de Post mortem, el primer disco de Dillom, dice él, su disco póstumo en vida. Un trabajo extraño y conceptual que lanzó los últimos días del 2021 a contramano de todas las decisiones que por entonces tomaba su generación: cuando el reggaeton hablaba de hedonismo, él usó la muerte como derrotero creativo. Mientras los raperos sobredramatizaban la idea de ser real y auténtico, él hizo una ficción, un personaje literario de sí mismo. Y mientras todos se esmeraban en sacar un single tras otro, mantenerse actuales y efímeros, él pensó en un trabajo largo, integral y narrativo, que lo encumbró en el espacio liminal donde vive hoy. La apuesta inusual podría no haber resultado del todo, o quizás relegarlo a un pequeño nicho, pero aquí está: entre rangos etarios muy diferentes, entre fans de estilos de música muy diferentes, pero transversalmente elogiado por colegas, pares y periodistas.

Dillom (Foto: Nora Lezano)

CANCIÓN PARA MI MUERTE

La verdad es que al momento de su salida, la impronta de Post mortem no se parecía mucho a nada en la escena de la música urbana local: en las puertas de las presentaciones esperaba una carroza fúnebre, había lloradores profesionales y coronas de flores a los pies de la gigantografía de una tierna foto de Dillom, que entraba y salía del escenario dentro de un ataúd en un show teñido de una rara sensibilidad camp que incitaba grandes pogos en el público. La tapa del disco era una elegantísima pintura de los artistas Marcelo Canevari y Ornella Pocetti, que parece una esquina de El jardín de las delicias de El Bosco. Las letras, muy sensibles y muy graciosas, hablaban sobre una infancia áspera, desazones sentimentales, adicciones tempranas o ir a la psicóloga: su vida misma. Pero todo estaba condensado en una fantasía gótica y mortuoria donde él era un Demian porteño que rumiaba por la ciudad. Y, además, era un disco con cierta oscuridad pero Dillom –que en sus letras también dice cosas como “Soy rubiecito y carilindo como Seven Kayne/ Y la pancita por la Heineken” y de hecho así es exactamente cómo se ve– no es una persona nada grave, y lo tiñó todo de un sentido del humor ácido y una estética con desparpajo nihilista y colorido –Jackass, Eminem, Superbad y hasta Los Muppets entre las referencias– que recordaban a la última generación MTV. Andrés Capasso, alias Noduermo, el responsable de esa reconocible estética de la que todos hablan y que hoy hace videos para muchos músicos de la escena, lo conoció hace años cuando los dos hacían sus primeras incursiones: “En ese momento estábamos mezclando muchas referencias que nos gustaban. Desde videos de Busta Rhymes, Tyler The Creator, Eminem, Aphex Twin hasta cosas como Coraje, el perro cobarde. Todo estaba al alcance de la mano para jugar. También estábamos encontrándole la vuelta a hablar de algo que en un principio surgió como un temor, la muerte, y terminó siendo una motivación para hacer cosas. Burlarse un poco de ello o hablar en voz alta de esas cosas era una forma de poner el tema sobre la mesa como no se acostumbra y eso nos divertía mucho”.

Después de un largo tiempo de gira Post mortem, Dillom acaba de lanzar un nuevo EP de cuatro canciones llamado Ad honorem, Vol 1. con títulos tan crípticos como “Ovario” o “Mick Jagger”, y un video en el que aparece franeleando con unos furros (gente a la que le gusta personificar animales antropomorfos y a menudo tener experiencias sexuales disfrazada de ellos). Es el rapero punk que cita a Edgar Allan Poe y a Lovecraft con la misma naturalidad con la que dice una frase como “Tu guacha es medio fea/ La impenetrable del Chaco”, y a nadie deja indiferente. De hecho, ese día en el último funeral de su primer disco estuvo todo el mundo: su familia biológica y sentimental, sus amigos y hasta la psicóloga de la que habla en sus letras (“Estaba re flasheada ella, nunca me había visto fuera de terapia, no me reconoció”, aclara Dillom). Y cuando se dice todo el mundo, realmente se trata de eso. Es decir, abajo del escenario: desde Skrillex –¿cómo?– hasta Carlos Maslatón. Arriba del escenario: desde Andrés Calamaro a Miranda! “Con el disco se puede decir que logré mi cometido. Me podría morir ahora tranquilamente y no tengo el miedo de dejar inconcluso algo. Pero también aparece el temor, el abrumamiento nuevo que eso conlleva. Los shows gigantes, todo eso. Pensar: ¿Podré superarme? ¿Hacer algo mejor que esto”, dice Dillom, un alma antigua que compuso ese primer disco motivado por un específico terror a la muerte que empezó a rondarle a los 20 años, cuando sus canciones comenzaban a circular con más fuerza. El miedo: morir y no dejar nada digno de ser recordado.

Juliana Gattas, de Miranda!, lo conoció porque su hija de 18 años era fanática. “Yo iba cantando como una señora tonta por la vida esas canciones pero un poco quedó ahí: un rapero que tiene unos hitazos. Después cuando lo conocí y vi sus shows me di cuenta que es un renacentista, que hace un montón de cosas super bien y con mucha conciencia, con una alquimia perfecta entre entusiasmo, intuición, diversión y cerebro”, dice ella. Miranda! fue quizás la primera aproximación de Dillom a una generación previa de música argentina. En un momento donde, hay que decir, más rockeros de lo que uno esperaría se atropellan para acercarse de alguna forma a la música urbana y cranear sendas colaboraciones, Dillom fue por el pop y tuvo mucho más sentido. “Dos”, el single que el año pasado lanzó en colaboración con Miranda!, sobre una cita romántica que se transforma en pesadilla, combina el punk camp de él y el kitsch de ellos en un tema –y un festivo video acorde, claro– que han tocado varias veces en vivo juntos y que lo acercó muy orgánicamente también a otro público. “Me alucinó que en un momento en el que estaban todos sacando singles, buscando impactar en el momento, él sacó un disco largo, conceptual", dice Gattas sobre Dillom. "No se si me impresiona la edad con la que lo hace, un poco sí, pero creo que yo sería fan de Dillom si hubiese salido con este concepto y esta obra teniendo 30 años o teniendo 50, me parece un marciano único. También conocerlo como persona y verlo un poco tímido, introvertido, y después ver al artista. Eso es lo que yo más admiro en todos los performers y lo que yo he aspirado a ser: un personaje que se monta, que se disfraza y después se baja y es buena onda”.

HACELO VOS MISMO

La historia de comedia y espanto de Dillom empieza con este chico taciturno, casi tímido, que en este mismo momento, en la oficina que comparte con los amigos de su productora Bohemian Groove –todos jóvenes talento de entre 20 y 35 años que fundaron una empresa con la que se aproximan a la industria en una lógica parecida al do it yourself– contesta una llamada amorosamente. Al cortar la comunicacion, dice al pasar: “Era mi abuela” (es la misma abuela a la que tuvo que llamar de emergencia cuando se empezó a correr la noticia falsa –viralizada por él mismo, claro– de que había muerto justo antes de la presentación de su disco). La historia previa al personaje la cuenta Post mortem y ya ha sido repasada varias veces en entrevistas. Cualquier guionista la querría: Dylan Masa viene de una familia de clase media, y tuvo una infancia y adolescencia difíciles. Es hijo de una madre cercana pero con problemas de adicciones y un padre que lo introdujo al rock y que le enseñó a tocar el bajo. Después de la ruptura matrimonial, su padre se convirtió al judaísmo ortodoxo, una religión con estructuras inaccesibles para su hijo. Un día antes de su primera y esperada tocada, cuando era un rapero ignoto, la policía entró a su casa y se llevó la computadora donde tenía todo su material. El allanamiento resultó con su madre saliendo esposada por posesión de cocaína, y con él, armado de un pendrive, rescatando esas valiosas pistas en un hecho fundacional: ese pendrive lo convirtió en Dillom. Esa noche, la policía llamó a su padre, que no podía ir a buscarlo a la comisaría porque era sabbat, y que no podía tenerlo en casa mucho tiempo porque tiene hijos pequeños incompatibles con la vida de un rapero en ascenso. Finalmente, lo recibió durante un tiempo y luego le pidió que se fuera. Entonces él, un chico bastante solo, que durmió en la calle ese primer par de noches, terminó en casa de un amigo de la infancia con cuya familia vivió muy contento hasta este año. Se podría decir que al caos y la tristeza de un momento, Dillom le puso corazón, pero sobre todo comedia, acaso el ethos de su propia generación, una que comparte memes y chistes y videos virales a la velocidad de sus ansiedades, conectada a internet en una batidora pop donde el tiempo no existe: “Me pongo a pensar y es una generación bastante deprimida, pendiente de las redes, con mucha ansiedad. Y yo seré una consecuencia, muchas veces no es intencional. Cuento lo que a mi me pasa y se ve que a mucha gente le pasa igual, en eso encuentra un refugio”.

Que el trap iba a ser el nuevo punk es una máxima que se viene declamando desde la emergencia del género y que se podría discutir. Es cierto que se forman pogos salvajes en algunos conciertos y se podría reconocer ahí un desgarro seminal parecido, pero habría que ver cuántos proyectos nuevos se formaron viendo a un artista del género urbano como en la primera tocada de los Ramones en Inglaterra. Es decir, los jefes y sellos y estructuras que se le achacan a la industria no murieron, solo fueron reemplazados por otras cosas, distribuidoras por ejemplo, plataformas de stream, y es cierto que en internet puede encontrarse una via hacia la libertad pero lo más accesible casi siempre es la tiranía. La idea de comunidades, de hacer, de gente que se encuentra sensiblemente, creativamente, rebeldemente, que estaba en el corazón del punk, realmente se ve un poco difusa por estos días. Pero es cierto que en el caso de Dillom, que ahora mismo hace un concurso en twitter para elegir al mejor disfrazado de su último concierto en Chile –en general son con dress code de terror–, se puede ver algo que no sucede con otras grandes estrellas del género. Las caras de los fans se repiten, los chicos alquilan combis para ir juntos a sus conciertos y en internet se organizan para desenmascarar a los revendedores de entradas que estafan a los seguidores. Él se armó una banda con sus amigos que hizo la diferencia: no son sesionistas, son personajes muy reconocibles que a la vez cosechan sus propios fans. “Creo que lo más punk que tenemos nosotros es el do it yourself, lo hacemos todo nosotros, somos amigos y seguimos todo acá, creció la cosa pero seguimos siendo nosotros. En algún punto en la industria hay cosas que son como son pero nosotros tratamos de hacer nuestro propio camino, eso quizás hace que mucha gente se sienta identificada”, dice Dillom, que además forma parte de la RIP Gang, un núcleo musical que completan otros miembros tan extraños como él, como la extraordinaria rapera retrofuturista Saramalacara o el performer trash mutante K4. Luego, agrega divertido: “El otro día estaba viendo una lista de éxitos, creo que de Billboard, y eran todo temas mas reggaeton, lo que está sonando ahora. Pero pusieron ‘Ola de suicidios’, o sea un tema que se llama ‘Ola de suicidios’. Me parecía muy gracioso estar colado en una lista nada que ver. Muy loco y a la vez un logro muy grande hacer la música que me gusta a mí y tener éxito a ese nivel”.

Bueno, eso fue exactamente lo que pasó. A mitad de este año, después de mucho tiempo sin lanzar música nueva –más del razonable para alguien de su generación–, muchos esperaban con ansiedad su próximo movimiento. Entonces él fue y sacó un tema llamado “Ola de suicidios”. La palabra que las redes luchan por borrar de internet –y nadie que haya nacido en la redes querría luchar contra ellas–, él la dice dieciséis veces. Es una canción burla y homenaje –porque una burla casi siempre lo es– a la vida del rockero devenido demodé, donde aparece como invitado Andrés Calamaro (que lo admira), y donde Dillom dice: “Si muero ahora hay una ola de suicidios/ si me retiro hay una ola de suicidios”. “Estuve 500 días sin sacar música nueva y quería hacer un comeback que recapitulara lo que pasó en el medio: el disco, las giras, cómo pasó esto de que empezamos a vender estadios y nuestras vidas cambiaron totalmente. Siempre jodemos con esta postura de la banda de rock y quería exagerarlo al máximo. También es una parodia de nosotros mismos: ponerme una peluca y tirar besos al público, una versión exagerada y graciosa de lo que no soy. No es que soy un sex simbol, no soy Justin Timberlake, tengo más panza”, dice Dillom, que en el video aparece destruyendo hoteles, disfrazado de Axl Rose al frente de una banda llamada Grupo de Rock. “Bueno, puede llegar a pasar también que no te salga el chiste y que no se ría nadie. En el estudio a veces escribiendo se me va la mano y lo vemos con los chicos: ¿Esto da o no da? Buscamos la forma más inteligente de decirlo. Depende cómo armes la oración puede cambiar el significado de una línea”, dice Dillom, que también es conocido por jugar exactamente en el filo de las cosas, de las palabras, de los chistes, o de ese concepto un poco perezoso que se conoce como corrección (una de sus frases más repetidas por todo el mundo es: “Si ella me pide, la fajo” ¿Cómo lo logró?). De hecho, algunos también se preguntan por su diplomacia: cómo al mismo tiempo en que lanza un himno anti-policial con sus amigas, las rusas de Pussy Riot, prueba ajíes en un streaming con Carlos Maslatón. “Porque la vida es muy corta. Yo tengo mis creencias y puedo no estar de acuerdo en el 80 por ciento de lo que dice alguien pero si me causa gracia y me divierte me puedo juntar”, dice él. “A veces me gusta abordar temas sociales también pero yo siento que lo suelo hacer más del humor, no por un lado serio como lo haría Wos, por ejemplo”.

Dillom (Foto: Nora Lezano)

TOMÁRSELO CON SOPA

Para la noche de despedida de Post mortem, Dillom, que es a la vez un rapero contemporáneo y un punk ramonero, un gótico y un rey de la comedia en la línea de Johnny Knoxville, y que cita a Elvis Presley pero también le da play al Réquiem de Mozart para abrir un concierto, ya había construido su propio camino del héroe: había vendido cuatro fechas en el Teatro Vorterix en diez minutos, había llenado el Luna Park, había protagonizado su pequeño escándalo consagratorio en la TV Pública. Hacía menos de cinco años, perdido y un poco deprimido, había lanzado su primer tema y apenas un año atrás estaba programado en un mal horario de Lollapalooza que devino en mega prime cuando C. Tangana canceló su show en Buenos Aires. Eso lo puso en el ojo de todo el mundo y precipitó su ascenso. También reveló una virtud que de alguna manera cruza su historia: en esa grieta que existe entre una serie de coincidencias y casualidades, y una capacidad para capitalizar lo bueno, lo raro, lo malo y lo insólito que le pasa y convertirlo en literatura, Dillom construyó carrera y personaje. “Te voy a admitir que muchas veces tenemos bastante orto, puta madre”, dice él, con un habla muy pausada. “Pero muchas veces las cosas se te escapan y por ahi si te avivás un poco podes aprovechar lo bueno y lo malo”.

Lo de C. Tangana fue fundacional. Vio la oportunidad y craneó un show hecho a medida para brillar que quizás no hubiese pensado en otras circunstancias. Pero hay más, claro. Por ejemplo, una historia antigua: En 2021, en la TV Pública, a una nena le preguntan cuál es su canción favorita de Dillom y ella elige una con un verso memorable: “Mis opps son medio opa/ lo fumo con falopa”. La graciosa escena produce unos días después una indignación muy seria en el estudio de LN+, donde Alfredo Leuco, Débora Plager y Jonatan Viale diseccionan la letra y ponen el grito en el cielo . “Cuando pasó, yo pensé: esto puede ser un escándalo, puede ser terrible”, dice Dillom, que aún no era una estrella de las proporciones de hoy. Se encargó él mismo de viralizar el video de la nena, y luego lanzar la versión “Opa ATP”, una reversión al estilo Paka Paka que dice así: “Mis opps son medio opa/ lo tomo con la sopa”. Una ocurrencia simpática que no solo hizo que llamara la atención, sino que los periodistas quedaran en una posición grave y obsoleta. Ahora, una historia más nueva: en el tema “Ola de suicidios”, de este año, Dillom reclama: “Todavía Rolling Stone no me da la tapa”. Minutos después, la Rolling Stone argentina titula en un breve comunicado: “Dillom pide ser tapa de Rolling Stone en su nueva canción”. Y horas después la Rolling Stone norteamericana saca un extensísimo perfil suyo en inglés y con toda la pompa, que él simplemente comparte en su twitter con toda tranquilidad. “¡Pero te juro que no sabíamos!”, dice él, con el rostro tierno y tramposo.

Ahora, Dillom no tiene miedo a morir, o no tanto. Dice que lo haría en paz, pero conserva la esencia. El video que acaba de salir, exactamente mientras se termina esta nota, de un tema llamado “Mami issues”, es mucho más hedonista que otros –donde por ejemplo aparecía consumido en un mar de manos dentro de un pogo zombie– pero él rapea con un elegante traje de dos piezas estampado de Scream. “¿Qué sería un epitafio? Perdón, tengo menos literatura...”, dice Dillom, cuando se le pregunta, finalmente, qué diría el suyo.

“Ah, sí, yo creo que: Dillom, un capo. Eso nomás”.