Las PASO, los debates, la primera vuelta, los debates, el balotaje. Las encuestas que suben y que bajan; que dan ganador a Sergio Massa, después a Javier Milei. Las alianzas que se rompen y las alianzas que se arman, los discursos a favor y en contra, todos mediados por la violencia y la agresividad. El rol de los periodistas en los medios masivos y en las redes sociales que, arrastrados por el clima general, contribuyen a la confusión generalizada, pues, en el reino de lo inmediato todo es primicia, todo es una bomba. Como resultado, la abundancia de información provoca ansiedad sobre los cuerpos, el disparador de un problema de salud mental que actúa en las sombras y está al acecho.
Sin embargo, este fenómeno que se exacerba de cara a la definición presidencial del 19 de noviembre no es nuevo. La ciencia ya definió un concepto para clasificarlo como el “síndrome de la sobrecarga informativa”. Una noción que remite a “la situación en que la cantidad o intensidad de información excede la capacidad limitada de procesamiento cognitivo del individuo”. El menú incluye tantos datos que no es posible masticarlos y los síntomas más corrientes se vinculan con la pérdida de control sobre la información, la ansiedad, el miedo y el estrés.
En esta línea, las noticias positivas y negativas que llegan como torrente, terminan por nublar el juicio y favorecen la posibilidad de cuadros psicopatológicos. Así lo refiere la psicóloga Alicia Stolkiner en diálogo con Página 12: “La saturación de información produce un efecto simultáneo de exceso y carencia. La forma hegemónica en que se manifiesta no está destinada a que la persona pueda desarrollar una reflexión con respecto a lo que está sucediendo. Solo busca producir una respuesta corporal y emocional, y esto es terriblemente agotador”.
En la misma línea apunta el psiquiatra Federico Pavlovsky: “La polarización política refuerza la situación de incertidumbre generalizada y como resultado se afecta de manera directa al estado de ánimo y se promueven síntomas de ansiedad. Proliferan las angustias y tristezas que podrían traducirse en trastornos depresivos. La información genera efectos subjetivos y anímicos”.
A tono con la noción de sobrecarga informativa, se hallan otras nociones como la “infoxicación”, que va un paso más allá: el consumo no solo es voraz, sino que también es tóxico, porque la información veraz se entremezcla con la imprecisa o directamente errónea. Según Stolkiner, como si fuera poco, este fenómeno no es privativo de Argentina: “En el plano internacional sucede lo mismo. Cuando uno conversa con personas que viven afuera, se observan más problemas, migraciones forzadas, muertes y guerras”, sostiene. Y completa: “La impresión que tengo es que estamos sometidos a un modelo informativo que produce adrenalina y estrés permanente”.
La campaña, las redes, los emojis y las bombas
Durante las campañas electorales, la sociedad está más propensa a consumir información. Natalia Aruguete, investigadora del Conicet, experta en polarización política y redes sociales, plantea que en este marco la relación de las audiencias con los discursos se torna singular. “Por un lado, los votantes tienen un alto grado de inquietud e intranquilidad frente a las noticias, no establecen una relación superflua ni cómoda. En particular, en esta elección donde la propuesta política de Milei es muy disruptiva”. Luego continúa: “Por otro lado, la relación con los contenidos mediático-digitales es muy selectiva. Aquellos contenidos que confirman nuestra posición en una elección son mejor recepcionados y nos activan política e identitariamente. En cambio, tendemos a evitar y rechazar mensajes que nos desafían, y ponen en cuestión nuestros valores”.
“La sobreabundancia de información puede generar cinismo electoralista y desafección política o, su contrario, aumentar los niveles de polarización afectiva por un aumento en la intensidad de nuestras convicciones y el rechazo a las ideas contrarias”, propone Aruguete. Como resultado, el rechazo a las ideas contrarias en un escenario híper polarizado, se traduce en la imposibilidad de diálogo.
Leonardo Murolo, doctor en Comunicación, docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes, explora el vínculo de las personas y la información a partir de los contenidos mediáticos y de redes. “Se perciben muchas ansiedades alrededor de la sobreinformación y la desinformación, sobre todo, en torno a las redes sociales y las plataformas, cuya información después es retomada desde los medios masivos tradicionales. Hoy por hoy las agendas se construyen en conjunto”, dice. Después agrega en relación a lo que sucede durante el proceso electoral: “Las redes difunden datos que no están chequeados, que no sabemos de dónde proviene la fuente, con ciertas narrativas ligadas al clickbait. Esta idea de 'tener la última información que será una primicia en el escenario electoral' y 'se brindará en los próximos minutos'. Son recursos para tener a los usuarios expectantes”.
En el presente hay un puñado de personas en Twitter, por caso, que trabajan de esa manera, a partir de la espectacularización de la información y marean a los usuarios que, ante la abundancia, confunden la jerarquía que debería tener cada acontecimiento y su impacto real. “Esta es la última información´’, ‘lo que nadie te contó’; son algunas de las fórmulas que más se utilizan, a partir de presentaciones grandilocuentes y muchos emojis. Se supone como una respuesta frente a una sociedad que está ávida de información, ante una decisión tan importante como es una elección presidencial”, advierte Murolo.
“En Twitter hay personas que salen con una arma global a dañar. Con la inteligencia artificial esto se pone mucho peor: son los algoritmos al servicio de la campaña sucia. En el medio, el votante común que ya no sabe bien en qué creer, si lo que ve o lo que escucha es real o no lo es”, comenta Pavlovsky. Es que como suele enunciar la antropóloga mexicana y referencia de las ciencias sociales Rossana Reguillo: “El miedo es experimentado individualmente, construido socialmente y compartido culturalmente”, y “los medios tienen un rol preponderante al difundir las esporas del miedo”.
El humor como escape
La sobrecarga informativa se acentúa en momentos de tensión social. Además del balotaje, otro fenómeno que exhibió algunos condimentos vinculados a la abundancia informativa --con la salvedad del caso, no es comparación, solo referencia-- fue la pandemia del coronavirus. La propia Organización Mundial de la Salud se apropió del concepto de Infodemia para remitir a “una práctica que consiste en difundir noticias falsas sobre la pandemia y aumentar el pánico en las sociedades”.
En el presente, de cara al balotaje que se acerca, dos de las recomendaciones que más se escuchan se relacionan con, precisamente, evitar dosis abusivas de información y apelar al humor frente a la sensación de miedo al porvenir. Para ello, se vuelve vital regular el tiempo frente a los dispositivos electrónicos y no pasarse el día híperconectado. Seleccionar los momentos, las fuentes consideradas confiables y luego ejercer un control al respecto.
Así lo plantea Stolkiner: “Aconsejo particularmente limitar la información visual y seleccionar la leída, que es la que habilita a cierta reflexión. Si vamos a consumir información de redes, mejor que provenga de fuentes fidedignas. No hacer lugar a cualquier forma de escándalo, estridencia, insultos, odio y voz elevada, que lo único que produce es descalificación y sufrimiento psíquico. Por el contrario, el humor puede funcionar como una vía saludable dentro de la situación de tensión que atravesamos”.
En el debate, uno de los tópicos que abordarán los candidatos a la presidencia será el de la salud. Allí, la salud mental podría tener un lugar prioritario en el discurso de los candidatos.
Desmontar noticias falsas
A partir del exceso informativo, también se multiplicaron los observatorios que surgen para que los usuarios puedan acudir a información chequeada. Durante la pandemia, fueron de vital importancia grupos como Ciencia Anti Fake News-Covid-19, que emergían con el objetivo de combatir las noticias falsas que circulaban en torno a la pandemia.
En relación a las elecciones presidenciales surgió ¿Quién te dijo eso?, una serie publicada en Youtube que lleva adelante la organización civil Comunicación para la Igualdad. Durante cuatro capítulos, sus desarrolladores apuntan a desandar los discursos de extrema derecha de La Libertad Avanza, explorar qué hay por detrás de lo que se dice y contrarrestarlos con datos fehacientes y con frases dichas previamente por el mismo sector y el candidato.