¿Cuál será el misterio que guardan los libros en papel que aún hoy se siguen editando inclusive en condiciones económicas adversas? ¿Cuál misterio encierra este objeto que sigue congregando a lo largo y a lo ancho del país lectores y hacedores en ferias del libro en las que la concurrencia se incrementa año a año?
En estos días, la Feria del Libro de Salta es una muestra de ello. Transitando su XIII edición se consolida con fuerza en la agenda local y regional, atrayendo cada vez más lectores, libreros y editoriales, y son estos últimos los que reflexionan a partir del misterio del libro y de la apuesta de seguir editándolos.
Lo que perdura, frente a lo que cambia
La pregunta surge a partir de una pulseada que a priori pareciera desigual, ¿Cuál es la potencia del libro-objeto por sobre las nuevas tecnologías que todavía guarda vigencia y se revitaliza? Diferentes editores y editoras ponen sus hipótesis sobre la mesa.
Llegado desde Buenos Aires, Leonardo Rodríguez, de Madreselva, editorial que lleva 15 años de existencia, comenta: “Supongo que cada uno tendrá su hipótesis. Yo creo que por un lado tiene que ver con la perdurabilidad. El libro dura, los dispositivos electrónicos tienen obsolescencia programada, las computadoras se rompen, los archivos se pierden. El libro, con muy poco esfuerzo, se conserva durante muchos años”.
En el plano regional, Daniel Ocaranza es uno de los hacedores de la editorial Falta Envido, de la provincia de Tucumán, la cual nació hace cinco años y trabaja con convocatoria de catálogos, poniendo el cuerpo día a día para seguir publicando titulos, tal como él mismo lo remarca: “Cuando empezó todo el revuelo de la tecnología, y un acceso, entre comillas, más fácil al libro, se planteó una postura apocalíptica en torno al papel, pero así y todo sigue teniendo algo que permite una relación distinta que con el libro digital no hay. En el formato papel lo podés tener, lo podés tocar, marcar, y si bien la tecnología también permite algunas de estas cosas, en el contacto con el papel hay una relación que se establece que creo es muy difícil de reemplazar”, comenta el editor tucumano.
A nivel local Jacqueline Manoff, de editorial Extáctica, lleva adelante desde Salta un proyecto independiente y autogestivo, “surge desde la idea y el deseo, ya que en mi caso particular nací y crecí entre los libros, soy hija de librero”. Manoff resalta en cuanto a la potencia del libro físico: “le debo mi vida a los libros. Todo lo que he podido hacer en mi vida, estudiar, viajar, tiene que ver con los libros y sigo creyendo en esta herramienta. Por supuesto que tenemos el libro papel, pero también tenemos un libro electrónico y otros formatos novedosos, que también las editoriales están apostando y se va ahí como articulando. Hay que pensar la producción y ser conscientes de dónde vienen los libros, ya que es todo un ciclo y está todo conectado con la naturaleza”.
Daniel, de Falta Envido, aporta nuevas reflexiones sobre este intercambio: “considero que el libro bien cuidado, aunque esté rayado o maltratado, es imperecedero, salvo que se prenda fuego, pero no está el riesgo de que se te rompa el disco duro y que lo pierdas”.
“También hay un fetiche cultural con el libro”, subraya Leonardo, de editorial Madreselva, ampliando el horizonte del debate, “sigue siendo un fetiche cultural publicar un libro; no es lo mismo que subir un poema a un blog. Si vos tenés un libro hay toda una simbología, es lo mismo que el músico logra cuando edita un disco. Si bien hay otras maneras de circular, sigue teniendo una potencia en lo cultural, en el impacto de quien lo logra publicar”.
“Yo creo que existe un público al que le gusta leer en estos nuevos formatos electrónicos y otro público que le sigue eligiendo el formato papel”, comenta Jacqueline Manoff. “Ambos tienen su magia y la lectura en sí nos permite imaginar y necesitamos seguir imaginando un mundo nuevo. El formato papel te permite tener una experiencia quizás más tradicional con la cual estoy a gusto al llevar el libro en el colectivo, o a la plaza, o cuando me quedo sin conectividad; y en cuanto a lo electrónico, podés bajarlos y llevarlos incluso de forma más liviana, es cuestión de gustos”.
Complejizando la discusión sobre la discusión en torno a la tecnología, el editor en Madreselva comenta: “hay toda una camada de editoriales independientes que son pos 2001 que irrumpen porque aparecen nuevas tecnologías. Antes para hacer un libro tenías que hacerlo en offset y la tirada mínima era de 1000 ejemplares. Pero a partir de esas fechas empieza la tecnología que se llama ctp, con la cual vos mandás un pdf y se puede imprimir en bajas tiradas. Todo ese adelanto es el que posibilitó que una tecnología que parecía condenada a ser sustituida por las nuevas tecnologías, en realidad fue favorecida por estos adelantos que aparecieron. Y a partir de ello apareció un movimiento cultural que duró alrededor de diez años que fue la FLIA, Feria del Libro Independiente, una movida de todas estas editoriales que no tenían donde aparecer, donde presentarse. Empezó como una contra-feria con manteros en la puerta de la Rural, en la Feria del Libro nacional, y terminó convirtiéndose en una feria con vida propia”.
Sueños de papel
Si bien son muchas las dificultades para las editoriales independientes que apuestan desde diversas periferias a la promoción de autores por fuera del mainstream, cierto es que cada uno desde su territorio sigue peleando y ensanchando sueños en un mercado que les resulta esquivo.
“Salta es una provincia riquísima, hay muchas identidades y a veces no nos encontramos y no sabemos que está haciendo cada quien. Creo que ese es el desafío permanente en mi caso, aportar a la promoción de la lectura comunitaria, creo que la lectura nos permite el encuentro, nos permite construir democracia”, remarca la editora salteña de Extáctica.
“Mi proyecto está inspirado en la trayectoria del editor Alberto Burnichon, asesinado al comienzo de la dictadura militar con siete tiros en la garganta. Era una especie de editor chasqui. Él venía desde Córdoba y transitaba toda la región editando. Editó a Castilla, Armando Tejada Góme, había una búsqueda de conectar las lecturas quizás más provinciales y por fuera de la capital del país. Para mí, hermosamente, es como un legado y en eso va mi propuesta que es, por ejemplo, editar a una escritora cordobesa, Natalia Monasterolo, con un ilustradora salteña, Macarena Escudero, una coedición en esa búsqueda de poder encontrarnos y darnos a conocer”.
En tanto, el editor tucumano de Falta Envido resalta: “El futuro ahora está bastante complicado… el principal problema que tenemos todas las editoriales independientes es el costo del papel, es lo más difícil de llevar, pero creo que también hay algo dentro de las editoriales independientes que es mucha militancia por la literatura. Y ese es el caso de la región, nosotros apuntamos a consolidar un campo cultural fuerte y creo que de a poco se va consiguiendo cada vez con más seriedad. Eso se nota cuando uno empieza a salir de la región y ve que los libros que se están publicando en el NOA están llegando más lejos. Si pienso un futuro, quisiera un campo cultural más sólido, libros que viajen cada vez más y que los autores no queden siempre en un circuito chico, sino que se expanda y que el objeto libro llegue para beneficio de la editorial y obviamente para beneficio del autor, que es el que está primero”.
“Madreselva se levanta todas las mañanas como Pinky y Cerebro, ‘¡a conquistar el mundo!’”, se ríe uno de los creadores de la editorial y se explaya en los sueños y horizontes de ese emprendimiento: “Creemos en la posibilidad de intervenir en los debates con un libro, con una idea, con autores o autoras locales, vecinas argentinas muchas de ellas, y aunque eso muchas veces nos juegue en contra, no apostamos a lo consagrado. Entonces nuestra tarea militante es dar a conocer esas ideas que nos parecen piolas difundiendo autoras que merecen ser conocidas”.