En Uruguay parece que ahora ningún funcionario del gobierno conocía al narco Sebastián Marset. Su caso y las derivaciones cinematográficas que tuvo, dejaron en situación muy incómoda al presidente Luis Lacalle Pou. La historia de uno de los prófugos más buscados en América del Sur reúne los ingredientes de una película de Scorcese: mafias transnacionales, drogas, políticos permeados por bandas criminales, una fuga increíble y el fútbol como escenario de fondo. 

¿Por qué el hombre que hasta hoy escapó de la DEA, Interpol y un par de estados del continente logró transformarse en una sombra para sus perseguidores? ¿Por qué se volvió indetectable pese a exponerse jugando en dos clubes: primero en Capiatá de Paraguay y después en Los Leones El Torno de Bolivia? El prófugo habría pagado para que lo tuvieran en cuenta hasta que se descubrió que era un futbolista profesional con identidad falsa. Marset, Luis Amorim o Gabriel De Souza Beumer, depende de dónde estuviera, son los nombres con los que se movía.

En el espejo de Escobar

El narco tiene algunas semejanzas con el capo del cártel de Medellín Pablo Escobar. Su mirada utilitaria del fútbol, la capacidad de entender que es una pantalla para cometer ilícitos y hasta un pasatiempo para captar voluntades dispersas. Pero al uruguayo lo perdió su exhibicionismo. Radicado en Asunción, había fichado para Capiatá, un equipo que disputaba el torneo de Segunda División en 2020. Un año después, técnicamente sería declarado prófugo y apareció en los registros de interpol junto a su pareja, la también uruguaya, Gianina García, madre de sus tres hijos.

Al narco de 32 años poco le importó exponerse. El jefe del denominado Primer Cartel Uruguayo (PCU) ya llevaba una larga trayectoria en el mercado de estupefacientes. Un día, sin decir agua va, abandonó las filas de Capiatá. A ese club iba a entrenarse a bordo de una camioneta blindada Toyota Land Cruiser, que estaba a nombre de la empresa Tapyracuái, propiedad del clan Insfrán sometido a proceso en Paraguay por el caso A Ultranza Py, la mayor operación contra el narcotráfico y lavado de activos de la historia en ese país. Es la misma organización criminal denunciada en el asesinato del fiscal paraguayo Marcelo Pecci cometido en Cartagena, Colombia, en mayo del 2022. La que un testigo clave en ese caso, Francisco Luis Correa Galeano, terminó involucrando junto al expresidente Horacio Cartes. Los acusó de ser los autores intelectuales del crimen, algo que el dirigente del Partido Colorado desmintió en sus redes sociales.

Marset huyó del Paraguay y su destino siguiente fue Bolivia. Vivía en una casa de dos plantas con pileta en Santa Cruz de la Sierra rodeado de lujo y autos de alta gama. Su fuga en julio pasado cuando estaba sobre él la policía hizo evidente su poder de penetración y contactos entre las fuerzas de seguridad. El escape del narco dejó en ridículo al ministro de Gobierno boliviano, Eduardo del Castillo. Este funcionario había asegurado: “Estamos seguros. En las próximas horas lograremos la detención de Sebastián Marset Cabrera”. No fue así y el uruguayo continúa en libertad hasta hoy.

Lo que sí logró el gobierno de Luis Arce fue incautar 17 fusiles, una pistola, 1.915 municiones, 28 cargadores de distintas armas, cuatro chalecos antibalas y un parque automotor compuesto por 31 vehículos, una motocicleta, cuatro cuatriciclos y un vehículo deportivo Terix. Además de marihuana y documentación valiosa sobre Marset. Se dijo entonces que había huido en dirección a Cochabamba, pero le perdieron el rastro. En su vivienda también se encontraron animales exóticos. Un pequeño zoológico que a escala menor remite a la Hacienda Nápoles de Pablo Escobar, hoy transformada en Parque temático.

Sin éxito, las autoridades bolivianas dispusieron un operativo donde involucraron a casi 3 mil efectivos policiales. Pero el narco se les escurrió. Habían tenido tiempo de detectarlo porque dejaba múltiples señales de su paso por el oriente boliviano. Las más evidentes fueron los videos de sus partidos en la Liga Santacruceña de Fútbol. Había sido inscripto en el club Los Leones El Torno con documento brasileño a nombre de Luis Amorim. Así lo mencionaban los relatores de los partidos que jugó hasta que se supo quién era en verdad.

Cuando Marset huyó, dejó atrás un tendal de detenidos. Entre ellos había futbolistas como él. Dos son de nacionalidad uruguaya: el volante Christian Marcelo Latorre Long, que pasó por Blooming, en la primera división del fútbol boliviano, y Lucas Casavieja Grande, que jugaba con el narco en Los Leones El Torno. En agosto pasado, colegas de los jugadores lanzaron una colecta para ayudarlos mientras continuaban en prisión. Están alojados en la cárcel santacruceña de Palmasola y al grupo que integran se lo acusa por los delitos de privación de la libertad, robo agravado, lesiones graves y leves y atentados contra integrantes de la seguridad del Estado.

El club por el que pasó Marset con identidad falsa fue sancionado y lo hicieron descender hasta la última categoría. El 15 de septiembre pasado, el secretario ejecutivo de la Agremiación de Futbolistas de Bolivia (Fabol), Erwin Romero, declaró que el “narcotráfico perforó al fútbol nacional”. Se refería sin nombrarlo a uno de los hombres más buscados por Interpol, y que por el pasaporte que le otorgó el gobierno de Lacalle Pou en 2021, desató un escándalo de consecuencias imprevisibles en Uruguay.

 

El caso explotó con las renuncias de dos ministros, el canciller Francisco Bustillo y el de Interior, Luis Alberto Heber y otros funcionarios de menor jerarquía. Pero desató una crisis política que obligó al presidente Lacalle Pou a rendir cuentas ante la sociedad y la coalición gobernante que lidera.  

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